Daniel, Mariana y Luna:

Existen unos pasajes bíblicos que me gustaría utilizar para explicar nuestra situación.
Pablo habla de una ausencia corporal y de una presencia espiritual. ¿Cómo es esto?
Nos dice, “… yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu…” (1 Corintios 5:3); también, “Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome…” (Colosenses 2:5); y por último, “… nosotros, hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón…” (1 Tesalonicenses 2:17).
Estos son los pasajes, pero, ¿qué significa para nosotros? Aquí entra en juego la forma en que yo los entiendo, y quiero que se quede en su mente el hecho de que, ausentes no quiere decir que no estamos, sino que estamos de otra forma, una presencia por medio de la ausencia.
Pablo no podía ir a visitar a aquellos que tanto amaba porque siempre había algo que le estorbaba, podía ser cualquier cosa. Y es así como estamos hoy, imposibilitados para vernos, pero como está en los versículos, cuerpo ausente, pero nuestro espíritu está con ustedes. En este día de fiesta, nuestro corazón se goza en su alegría; nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro pensamiento, nuestro corazón, nuestro ser entero les acompaña.
Otros pasajes que deseo mostrarles es el siguiente:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37), “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:30), “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente” (Lucas 10:27). Y lo que dice cada pasaje es contundente: y también amarás “a tu prójimo como a ti mismo”.
El maestro Prabhupada, en su texto “El amor más elevado”, dice lo siguiente:
“Amor puro por Dios significa que no está teñido por el deseo de conseguir beneficio material, mero entendimiento filosófico ni resultados fruitivos. Amor puro consiste en saber: “Dios es grande, yo soy Su parte o porción y, por lo tanto, Él es mi supremo objeto de amor”. Esta conciencia constituye la perfección más elevada de la vida humana y el objetivo máximo de todos los métodos de autorrealización. Si uno alcanza ese punto – Dios es mi único amado, Krsna es el único objeto de amor –, entonces la vida de uno es perfecta. Y cuando uno saborea esa relación trascendental con Krsna, uno siente entonces verdadera felicidad”.
Estos pasajes muestran el amor perfecto que puede habitar en nosotros: el conocer a Dios, el tener conciencia de Dios.
Juan Calvino dice: “… es cosa evidente que el hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo”.
Estos tres pasajes, tanto el bíblico como el del maestro espiritual Prabhupada y el de Calvino, nos dicen lo mismo: “Ama a Dios, conoce a Dios, ten conciencia de Dios, que Dios sea el supremo objeto de tu amor”. Y así, te podrás amar y podrás amar a tu prójimo como a ti mismo.
El mandato griego, “Conócete a ti mismo”, lleva otros dos elementos: “Elígete a ti mismo” y “Cuida de ti mismo”. Si no conozco quién soy, no podré elegirme y jamás podré cuidarme, y su este orden no se cumple, ¿cómo podré llegar a amar y cuidar a mi prójimo?
Mi prójimo, que también puede ser entendido como mi próximo, el que está a mi lado; en estos dos sentidos, prójimo y próximo, depende de mí, de que me responsabilice de él, de que responda por su vida, de que le ayude al sustento de su ser, en su existencia.
Hasta aquí únicamente suena a recetario filosófico y teológico, ¿de qué nos puede servir todo esto que escribo?
Daniel, Mariana, el ejemplo está ahí, entre ustedes, con ustedes, en ustedes: Luna.
Es tan pequeñita y tan frágil, que se dan cuenta del enorme cuidado que requiere. Conforme crece, va fortaleciéndose, pero sigue necesitando de sus cuidados.
Recuerdo una lectura que habla sobre los hijos, no como simples personas traídas al mundo, sino como regalos prestados por Dios para el crecimiento y la felicidad, crecimiento del hijo y felicidad de los padres, pero también crecimiento de los padres y felicidad del hijo; pero sobre todo, tener en la memoria que su hijo es un don divino, un regalo de Dios.
Luna, como dije más arriba, es su prójimo más prójimo y su próximo más próximo. Amen a su pequeñita, tan próxima y tan prójima, como se aman ustedes; respondan por ella y susténtenla con todo su ser en su ser (existiendo en su vida). Recuerden, Dios es amor y debe habitar en ustedes, porque si así es, el amor habitará en medio de ustedes dos y se reflejará en el amor por Luna.
Daniel, pensaba con mi pensamiento, y me acordé, y seguro tú te acuerdas de Leonardo Favio. ¿Sí te acuerdas verdad?, él tiene unas palabras que dicen más o menos así, “Bésense, bailen, bailen, bésense que es muy tierno y a veces el mañana sólo depende de eso”. Tomo sus palabras para hablarles.
En algunas ocasiones, cuando se piensa que amar es tolerar todo, aguantar todo, y que no amar es el enojo, y otras cosas semejantes, es importante recordar que el amor no es un sentimiento bonito ni mariposas en el estómago; esas emociones se acaban y a veces todo se vuelve costumbre, pero, ¿qué no se hace costumbre? La “costumbre”, el hábito, lo que se hace es una actividad cotidiana, habitual, y es lo que muchas veces nos sostiene junto a los otros. Y vuelvo a decirles las palabras, “bésense y bailen que es muy tierno y el mañana depende de eso”.
Miren, ver a mis padres a diario, a mis hermanos, ya no es una emoción ni un tener miles de mariposas volando por el estómago; se vuelve hábito, un estar con los otros día con día, y, ¿acaso me aburro de ellos?, de ninguna manera. Ni me emociono ni me aburro, sino que he aprendido a vivir a su lado: en dicha y desdicha, en pleitos y tranquilidad, en tristeza y alegría. Porque no estoy junto a los que amo simplemente por estar, sino que porque estoy con ellos, viviendo a su lado, en el más profundo de los sentidos en que se pueda entender el vivir con los otros.
Un escritor dice que estar con los otros en el mundo no es por medio de acciones heroicas o hazañas, sino en lo más pleno y normal de lo cotidiano. Creo que tiene razón, ¿qué opinan ustedes?
Así, el amor es acción, es un estar y ser con los que amo. Por ejemplo, en la Biblia dice que “Dios es amor”, y luego dice “El Verbo estaba con Dios y es Dios”, entonces, si Dios es amor y el Verbo es Dios, quiere decir que el Verbo es amor, y el Verbo es acción, diríamos, “Dios es acción amorosa por los que me rodean”. Daniel, quien te rodea es Mariana y Luna; Mariana, quien te rodea es Daniel y Luna; Mariana y Daniel o Daniel y Mariana, ámense para que Luna aprenda lo que significa amar.
Un niño jugaba y alguien le preguntó, “¿Qué es el amor?”, a lo que el niño respondió, “Amor es cuando mi hermano juega conmigo”. Así, cuando a Luna se le pregunte, qué es el amor, podrá responder, “Mi papá y mi mamá”.
Dios es amor y las mamás tienen el rostro de Dios para los hijos.
No quiero cansar con tantas palabras, solamente expreso mi pensamiento; lo que creo, puede ser un regalo, en mi ausencia, para ustedes.
Daniel, Danny, hermano, te quiero, te respeto y te admiro. Me siento muy contento al poderte escribir todo esto. Ahora mismo, incluso, lo escribo, bueno, a mano, en el taller, en la computadora, aquí en la casa.
Aunque eres mi hermano menos, creo que te adelantaste. No, a todos les llega su momento, cada uno tiene su tiempo. Pero bueno, aunque eres más chico en edad, ya te siento grande.
Quién iba a pensar que el niño que vi cuando acababa de nacer, el niño que a mis 5 años me llamaban la atención sus párpados rojos, pero cerrados porque estaba durmiendo, como todo buen recién nacido; quién iba a creer que el niño creció, y en el trayecto se peleo conmigo. Sé que hemos tenido muchas diferencias. Quién iba a decir, pues, ¡caray!, que mi hermano menor se iba a casar antes que el mayor.
Perdóname si fallé como hermano, si en algún momento te hice sentir mal por algo, si alguna vez te sentiste traicionado o defraudado. En verdad, lo siento, nunca ha sido mi intención.
He aprendido que entre más rápido nos damos cuenta de que los seres que amamos cometen errores y son imperfectos, más pronto conciliamos el amor que sentimos por ellos, es decir, los amamos a pesar de sus defectos, o los amamos precisamente por estos defectos. Un escritor dice que "el amor apunta al otro, lo señala en su debilidad", pero también lo acepta en esta misma debilidad, lo acepta en sí mismo con todo y esa fragilidad. Dios nos ama en esa fragilidad tan frágil, en nuestra débil existencia.
Dios le dijo a Pablo, “Mi poder se perfecciona en la debilidad”, y, ¿qué es el poder de Dios? No son los milagros, aunque también hace milagros; no es curar a los ciegos, aunque también cura cegueras del alma y de la mente; no es liberar a los cautivos, aunque también da libertad al que estaba cautivo de sí mismo. Pero su poder más perfecto es el amor, y ese poder es el que se perfecciona en el débil.
¡Imaginen qué cosa más loca en medio de este mundo! ¡Un hombre y una mujer que aman! En medio del caos y del ajetreo en que vivimos, Dios se aparece justo frente a nuestra cara y nos manda amar. No cabe duda, Jesucristo y John Lennon tenían razón:
Jesucristo – Ama a tu prójimo como a ti mismo.
Lennon – Todo lo que necesitas es amor.
¡Vaya carta amorosa! Disculpen tanta palabrería, pero desde el fondo de mi corazón deseo decirles todo esto.
Ya casi termino.
Quiero escribirles dos pasajes más. Son dos pasajes que, se podría decir, quienes hablan del amor, están casi obligados a citarlos. Son los siguientes.
“Si yo hablase diferentes idiomas, e incluso la mismísima lengua de los ángeles, o incluso la lengua de Dios, y no tengo amor, soy un simple metal que suena hueco o un instrumento desafinado.
“Y si pudiese explicar pasado, presente y futuro, y comprendiera absolutamente todo secreto, y conociera todo misterio, y tuviera todo el conocimiento que hay en este Universo, e incluso mi fe fuera tan grande que hiciera milagros cósmicos, y no tengo amor, sería como nada, como si no existiera.
“Y si le diera todos mis bienes a los necesitados para que dejaran de ser pobres, e incluso yo mismo me entregara al sacrificio por alguna causa en la que creyera, pero no tengo amor, todo lo que haga, por la razón que sea, viene a ser inutilidad, vanidad” (1 Corintios 13:1 – 3).
Y el otro pasaje es:
“Ponme como un sello en tu corazón, como una marca en tu brazo (para que sepan que tú eres mía y yo soy tuyo); porque fuerte como la muerte es el amor (ante el amor, no hay quien se resista); duros como el Seol los celos (como si fueran miles de caballos sin domar, la pasión domina, el ser explota); sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama (las brasas del amor me abrasan, las brasas me abrazan). Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos” (Cantares 8:6 – 7).

Pueden caer mil torrentes, pueden desbordarse los ríos, puede ahogarse todo, menos el amor. El amor permanece (el verdadero amor, el amor más absoluto y elevado, el más excelente). La fe es buena y la esperanza, pero es mejor el amor. Y es el amor lo que deseo que en este día nazca y crezca en ustedes.
Trabajen para que su matrimonio sea próspero. Tengan conciencia de Dios y conózcanlo cada día más; miren sus propios rostros y conózcanse, elíjanse y cuídense, ustedes mismos y entre ustedes, y a su próxima y prójima, Luna, su hija.
Para los judíos, Shalom era desear una bendición absoluta hacia aquel que bendecían. Yo les digo, Shalom, que la paz incomprensible de Dios reine entre ustedes y su amor permanezca todo el tiempo que sea posible.
Tengan un matrimonio dichoso y próspero.

Con amor… Víctor Marcos Hernández Pérez
19 de julio de 2007

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