Obra completa...


Cuando te vuelva a ver

A todos los que extraño y quiero


Te veo el año entrante, o tal vez antes. Aun no decido si regreso pronto – le dijo Roberto a su hermano, cuando estaba por subirse al autobús para regresar a su ciudad.
No tardes mucho, creo que este año la pasamos muy bien – le comentó su hermano, que lo despedía con un abrazo. Después, Roberto subió al transporte y ocupó un lugar junto a la ventana para poder decir adiós. Luego el autobús avanzó y dejó la ciudad detrás y su hermano se iba reduciendo mientras agitaba la mano en señal de despedida.
Roberto observó al hombre que estaba sentado hasta delante, con sus lentes y el cabello canoso, que hablaba por celular; a la señora que acomodaba su maleta; la mujer sentada junto a él; los niños que jugaban entre ellos. Todos estaban haciendo algo y Roberto observaba a cada uno.
Su mirada se dirigió a un periódico y vio la fecha, 29 de julio. Luego consultó su reloj, las 12 del día. Era buena hora y hacía un día hermoso; el sol entraba por las ventanillas y se podía escuchar una música alegre en las bocinas. Comenzó a leer el libro que llevaba y subrayaba las frases que más le interesaban. Estaba triste porque dejaba a su hermano, pero estaba alegre de regresar a su casa.
Cuando se dio cuenta, abrió los ojos y observó que había dormido unos 5 minutos. El libro estaba en el suelo y el marcador había rodado varios asientos por delante del suyo. Se levantó por él y regresó. Consultó su reloj, las 12 y cuarto y volvió a sentarse. Continuó leyendo.
Fue al baño y regresó, sacó algunas cosas de su maleta, continuó leyendo, abrió los ojos nuevamente, ya era la 1 de la tarde. Había dormido casi 40 minutos. Miró por la ventanilla y lo único que veía pasar eran los pueblos y las montañas, nubes y aves, y el sol continuaba dentro del transporte. La canción sonaba más alegre que antes, fue cuando empezó a extrañar todos los días que pasara con su hermano, su madre y las personas que habían estado con él en aquella ciudad.
Cuando volteó buscando al señor canoso de lentes se dio cuenta que no estaba en su lugar, tal vez en el baño, pensó; la mujer que había estado arreglando su equipaje seguía ahí. Fijó sus ojos en la fecha que anunciaba el autobús, 30 de julio y se extrañó un poco ya que su reloj marcaba el 29 de julio. Pero se quedó tranquilo. Y volvió a cerrar los ojos.
Un brazo lo movió y él se despertó sobresaltado. Cuando fijó la mirada en el rostro de la persona, se sintió más extrañado que con la fecha. Qué hacía su hermano ahí, junto a él, cuando había visto que le decía adiós. ¿Qué haces aquí? – le preguntó Roberto.
Nada, ¿qué podría hacer sino acompañarte? – le dijo su hermano un tanto sonriente.
Pero… tú no te subiste cuando yo subí; tú no me acompañabas, por eso te lo pregunto – le comentó Roberto con los ojos abiertos como si fueran un horizonte en el cielo.
Pues estoy aquí contigo, y te voy a acompañar a casa – le dijo su hermano, que le tocó el hombro y cerro los ojos, recargando su cabeza en el respaldo y suspiró de forma descansada. Roberto también cerró los ojos, luego los abrió y había pasado más tiempo.
Su hermano ya no estaba junto a él y concluyó que había ido al baño. Entonces se levantó para hablar con él y observó que el rostro de la mujer de adelante le era muy familiar, caminó hacia ella y su abuela lo saludaba alegre – Hola hijo, tenía tiempo que no te veía.
Su mirada se fijo en la página del periódico que había visto anteriormente. ¿10 de junio? ¿Las 11 de la mañana? ¿Qué pasaba en el autobús?
Abuela, cómo es que estás en el autobús, cómo es que no te vi cuando subiste – preguntaba Roberto, confundido.
Bueno, dormías hijo, no quise despertarte – le contestó su abuela.
Oh – respondió sin poder ocultar su sorpresa y volvió a su lugar, siguió leyendo y su hermano se volvió a sentar junto a él.
Y entonces, ¿cómo lo pasaste allá conmigo? ¿Te gustó estar tantos días? – le preguntaba su hermano y Roberto no pudo ocultar su rostro de confusión pero al mismo tiempo sonreía sinceramente, satisfecho por todo lo que habían hecho juntos. – Ya tenía un año sin verte, ¿verdad?
Sí, ya un año; realmente ya te extrañaba, pero bueno, ahora vas conmigo, ha sido una grata sorpresa, no menos sorprendente de que estuvieras aquí, pero así seguimos juntos aunque sea un tiempo más – comentó Roberto sin poder ocultar que sonreía pero al mismo tiempo una lágrima surgía de su ojo izquierdo.
Continuaron hablando y pasado un rato Roberto se despertó nuevamente; fue mayor su sorpresa cuando sintió que alguien acariciaba su cabello y ver que era su madre. – Hijo, me dijeron que querías verme y vine enseguida, ¿me extrañabas?
Pero madre, ¿cómo es posible que supieras, o quien te dijo, supiera que te quería ver? Te fuiste tan rápido que ni tiempo me dio de despedirme de ti. Creo que estoy loco o toda la familia está en este autobús, por lo menos mi hermano anda en algún sitio y mi abuela viene sentada delante de nosotros. – Le dijo Roberto a su madre y ella no pudo ocultar sus lágrimas y le acarició nuevamente el cabello.
Ay, hijo, todo el tiempo te extraño. Ese día me tuve que ir rápido porque se nos hacía tarde, por eso ya ni me despedí, pero aproveché ahorita que me dijeron para venir un rato, estar contigo y darte por lo menos un beso de despedida. – Le dijo su madre con una voz entristecida.
¿Te vas tan pronto madre? Espera por lo menos a que lleguemos, después, si quieres, yo te puedo llevar, aunque me tarde. – Le dijo Roberto a su madre, pero ella solamente acariciaba su cabello, con lágrimas en los ojos.
Mira, Roberto, una película, creo que es la que te gusta mucho. – Le dijo su hermano.
¡Sí!, esa la quería ver hace años, qué bueno que la han puesto. – Dijo Roberto y se asomó por la ventanilla, descubriendo un tramo largo de carretera. – Miren, este lugar lo vi cuando iba para allá. Creo que ésta es la segunda vez que paso por aquí.
Duerme hijo, duerme, descansa, has tenido un viaje muy cansado – le hablaba en voz baja su madre.
Pero, ¿estarás cuando despierte? – Le preguntó Roberto, con una voz de preocupación.
Sí, seguiré un rato – dijo su madre, que lo besaba en la frente.

"Doctor, creo que el muchacho no sobrevivirá. Fue un impacto terrible, es un milagro que ahora mismo siga vivo. Mire, tiene abierta la cabeza, otro poco y se le desprende la parte del cráneo que está rota"

Abrió los ojos y ya no vio a su madre. Sudaba por el sueño tan horrible que había tenido. Sintió el brazo de su hermano, y eso lo tranquilizó un poco; de pronto tenía esa necesidad enorme de que todos ellos siguieran junto a él. Volvió a dormir.

"Creo que es mucha sangre la que necesita, no estoy seguro que vaya a quedar totalmente restablecido de sus facultades. El impacto fue tan grande que ciertas partes de su cerebro quedaron con trozos de su cráneo, pero intento rescatarlo. ¿No tiene a nadie que lo acompañe?"

Volvió a despertar y la película ya había terminado. En ese momento sintió que alguien lo movía. Era extraño, pero el rostro de su otro hermano estaba muy cambiado – hola, ¿cómo has pasado tu rato de siesta? Vine porque mi mamá dijo que te habían organizado una fiesta sorpresa y pensé en…
¡Para qué le dices! Quedamos que era sorpresa, no que era una fiesta sorpresa en que iba a estar informado – dijo su otro hermano.
Mira, hijo, tu abuela tiene una nueva película, ¿quieres verla? Falta mucho para bajarnos y creo que la podrás ver completa. – Le dijo su madre, mientras iba a la sala del chofer para arreglar que fuera puesta la película.
La película comenzó y él quedó sorprendido, era otra de sus favoritas. Pero se levantó al baño, vio su reloj, las 7 de la mañana; miró la fecha de la pantalla, 2 de septiembre. Seguía extrañado por la broma que le jugaban, pero no comentó nada. Regresó para ver la película. Sonreía porque todos estaban con él. Fue en ese momento que escuchó un niño que jugaba cerca.
La risa del pequeño llenaba el autobús, entonces le preguntó a su hermano – ¿lo trajeron también? ¿Pero cómo pudieron hacerlo sin que yo me diera cuenta?
Porque tienes un sueño muy pesado, por eso, y mira que hicimos mucho ruido – le dijo su hermano, que le pegaba en el hombro, jugando.
Roberto ya no se hizo más preguntas, disfrutó el viaje y a veces miraba por la ventanilla. Vio lugares que le resultaban familiares – mira, esa calle se parece a la que te lleva a la casa allá en tu ciudad.
Sí, las calles son muy parecidas. Hace rato vi una que se parecía mucho a una donde jugábamos de niños. – Le comentó su hermano, que se levantó a hablar con su madre.
La película continuaba y Roberto sonreía por acordarse de algunos momentos. De pronto sintió un sudor frío, cuando entre los invitados vio el rostro de su abuelo y el rostro de uno de sus tíos. Ellos estaban muertos. ¿Qué era todo eso? ¿Una broma de mal gusto? La mirada de su abuelo se fijó en él y movió la cabeza, como saludándolo, pero no se acercó a hablar. Lo mismo sucedió con su tío. Fue que se comenzó a hacer más preguntas. Miró el reloj y ya era noche, y la fecha continuaba cambiando. Cerró los ojos y volvió a dormir.

"Creo que esto es todo lo que podemos hacer. No creo que resista más. ¿Ni siquiera sabe a quién llamar para avisar?"

Despertó sobresaltado nuevamente, su sueño se repetía todo el tiempo. Se levantó y vio a toda su familia que dormía. Al hombre canoso de lentes no lo volvió a ver. Entonces observó a cada uno mientras la película continuaba; los escuchó dormir y continúo viendo los paisajes que pasaban por la ventanilla. Vio la calle que lo llevaba a la casa de la infancia; vio la calle por la que andaba para ir a la escuela; vio la calle por donde caminaba cuando regresaba a casa de su hermano; vio muchas calles, incluso algunas que jamás había visto y que significaban mucho para él. Y comenzó a pensar que todo era extraño pero que ya no le importaba, se fue a su lugar y cerró los ojos nuevamente, y entonces sintió.
Sintió que su madre le acariciaba el cabello y le daba un beso; que su hermano le golpeaba el hombro y le sonreía; que su otro hermano lo abrazaba y escuchaba la sonrisa de su pequeña hija; que su abuelo y su tío le sonreían alegres; que su abuela le daba un beso; y cada uno de todos los que estuvieron con él en el autobús ahora se desvanecían en la noche. Y sintió el abrazo de su padre y escuchó la sonrisa de su hermano que jugaba con él. Y desfilaron todos y él seguía con los ojos cerrados, mientras su llanto se hacía cada vez más fuerte. Abrió los ojos y entre sus lágrimas los rostros de todos sus seres queridos se fueron borrando. Y él mismo sintió que su rostro se desvanecía, mientras la película continuaba pasando y las calles en que había estado se fijaban al cristal de la ventanilla del autobús en que viajara ese día.

Abrió los ojos por un momento; sintió que alguien estaba junto a él. Luego su mirada se fue apagando en la oscuridad de la noche. Solamente algunos rostros sonrientes quedaban; rostros que al final se fueron desvaneciendo en el silencio. Ya no pudo sentir la sangre que nacía de su cabeza y que, al correr por su rostro, resbalaba como si fueran lágrimas rojas que se perdían entre las gotas de la lluvia que ese día había hecho que el chofer perdiera la visión y se estrellara con el otro autobús.

San Miguel de Allende, Guanajuato
31 de diciembre de 2007




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