LOCURA FILOSÓFICA DESDE EL AFUERA (cuento)


La cucaracha me ha vuelto a susurrar al oído que no escriba ni una sola línea. La araña, que es su enemiga, me cuida la espalda.
Los luchadores están sobre el ring, el poster del Santo, el enmascarado de plata, está en la pared, y yo sigo encerrado en este cuarto. Dicen que estoy loco, pero yo no lo creo. Me han colocado en este cuarto, aislado de todo, solamente a veces me vienen a visitar mis amigos. El último que vino fue Borges, pero ya no recuerdo bien. Él se hubiera divertido mucho leyendo el pasaje que ahora mismo estoy intentando entender; trata de un dragón escarlata

"Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran dragón de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas. Con su cola arrastró la tercera parte de los astros del cielo y los arrojó a la tierra" 

Ese dragón color de fuego, que en otras traducciones se le llama dragón rojo, ha venido hasta mi cuarto, he sentido su humo, el fuego de su boca. Su monstruosidad era terrible; a veces la cucaracha me susurraba que yo era parte de esas estrellas que había arrojado a la tierra, y ni mis lágrimas me arrancaban de la mente esa idea. Hoy estoy convencido que puedo ser el anticristo, pero aun así, mi alma, mi mente, mi corazón, todo mi ser, sufre. Porque yo soy cristiano, yo soy un hijo de Dios. Pero la cucaracha. Maldita sea. Gracias a Dios que tengo a la araña. 
Yo sé que Dios me ama, yo sé que Dios me ama, yo sé que Dios me ama... yo no soy el anticristo, yo no soy el anticristo, yo no soy el anticristo... o, ¿sí lo soy? ¿Puede bajar un ángel del cielo, o venir un demonio del infierno, y decirme la verdad? Yo leo que Dios envió a su Hijo a morir por los hombres, pero en medio de esta locura, ¿aun sigo siendo hombre? Nietzsche murió sumido en la locura, ¿también murió el Hijo de Dios por él? ¿Por quiénes murió Jesucristo? Por los pecadores, de los cuáles, yo soy el peor. 
Cuando vino a verme un psicólogo, me dijo que estaba loco, tuve que matarlo. Un sacerdote intentó hacerme una confesión, lo maté con su crucifijo. Un pastor quiso escucharme, en la noche fui a su casa y lo ahogué en su agua bendita. Nadie me ha podido detener. ¿Quién me podrá salvar de este cuerpo que asesina, que mata a su prójimo? ¿Quién me salvará de este cuerpo de muerte, enfermo, desenfrenado, lleno de ira y odio? Sólo confío en Dios que él me detendrá. 
Vino a visitarme Cortázar, me comentó que debería escribir cuentos desde mi locura. Que contara al mundo lo que se encuentra en mi mente. Pero me da miedo. Me da miedo comenzar a contar mis ideas. Todas se parecen tanto a las pinturas del Bosco, a las de Brueghel; el dragón amenaza mi cabeza. El dragón es la maldad que me come. El dragón, ese cuadro que tengo en la pared, junto al del Santo, es de William Blake, El gran dragón rojo y la mujer vestida de sol. 
El gran dragón está de pie, majestuoso, con sus alas como de murciélago extendidas sobre una mujer que tiene un color como de sol, que está tirada en el suelo. Con su gran cola ha atrapado a la mujer. La sujeta, mientras arrastra a las estrellas, a los astros; pisa el sol, pisa la luna. Pisa el tiempo, pisa las épocas; el gran dragón rojo ha destruido a la humanidad por décadas, por milenios. Yo sé que viene a destruirme; esos músculos tan pronunciados, esos cuernos como si fueran las fauces de un vinagrillo, espantan a todo aquel que lo mira. Viene a destruirme, a veces se sienta delante de mí, me susurra algo que no entiendo, luego entiendo perfectamente. Sigo pidiéndole a Dios que yo no sea el anticristo. 
Mi mente tiene imágenes terribles. Niños devorados por lobos, mujeres comiendo carne descompuesta, hombres asesinos de hombres; guerra, hambre, pobreza, la locura reinando. A veces veo a Hitler que me mira, sonriente, con malignidad, se sienta frente a mí; me reta, me relata cómo, de su ser, como si fuera poesía, surgían esas formas crueles de asesinar y acabar con tantos hombres. Tengo miedo. ¿Yo no soy un asesino? ¿Yo no he matado? Por favor, ¡que ya no siga en esta demencia! El gran dragón rojo es la maldad, son los hombres, un solo hombre; de mi corazón ha brotado muchas veces, me encuentro sangrando. Reventaron mis venas, mi cabeza; el gran dragón rojo me produce estas terribles migrañas. 
Un día vi un documental sobre una avispa que ponía sus huevecillos en el interior de una oruga. Cuando la oruga se metía a su capullo para transformarse en mariposa, los huevecillos reventaban y las pequeñas avispas se comían a la oruga; el capullo parecía tener una mariposa dentro, pero cuando se abría, eran muchas avispas. Así es mi mente, los sueños, las alucinaciones, me están matando. Tal vez no me he dado cuenta, pero ya soy ese insecto en que se transformó Gregorio Samsa

"Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto" 

La cucaracha me incita a escribir. Esta mañana me he despertado y se había comido a la araña. La telaraña está vacía. He derramado lágrimas por la araña. Busqué sus restos pero no los encontré. Es una cucaracha diabólica; solamente quiere hacer la maldad. Hoy ya no sé quién me cuidará la espalda, estoy a merced de esta cucaracha del demonio. Ella me dice lo que tengo que escribir. Entre texto y texto he recibido la visita de Tarkovsky, me comenta que ha filmado una décima película, pero que, como en todas, ha puesto la realidad y la fantasía, representada por los sueños, divididas por un hilo muy delgado. Hace unos días leía un libro de él, Esculpir el tiempo. Él explica, al principio de la cuarta parte, 

"Cada arte tiene su propio sentido poético y el cine no es una excepción. Tiene su propio papel que cumplir, su propio destino: surgió para expresar un área específica de la vida, cuyo sentido, hasta entonces, no había encontrado expresión en ninguna de las formas artísticas existentes. Todo nuevo arte surge en respuesta a una necesidad espiritual, y su función es plantearse aquellas preguntas que son de absoluta relevancia para la época" 

Tal vez la cucaracha tenga razón. Tal vez no está del todo mal, ni es tan diabólica como pensé. Porque recuerdo que Foucault decía en uno de sus textos, "Escribir para no morir, como decía Blanchot, o tal vez incluso hablar para no morir, es una tarea tan vieja sin duda como el habla" , y Tarkovsky dice que todo nuevo arte surge en respuesta a una necesidad espiritual. Es que acaso, ¿mi locura me lleva a escribir, a necesitar escribir, para no morir, para no acabar conmigo? He pensado tanto en contra mía que soy culpable de quererme asesinar. Como el arte, mi vida tiene un destino: inventarse. Me invento en medio de esta locura. Me invento en plena libertad. Escribo, pinto, leo. De por sí no hay otra cosa que hacer en este cuarto donde me encuentro confinado. Y mientras estoy encerrado, me sumo a la lista de Cioran, de los maestros en el arte de pensar contra sí mismos. Él dice que son Nietzsche, Baudelaire y Dostoievski . 
Me invento como Gregorio Samsa fue inventado por Kafka, porque para eso he existido, para inventarme en medio de mi locura. Mi terror nocturno se apropia de mi mente y mi sueño se destruye convirtiéndome en un insecto horripilante. Y en ese insecto horrible que soy yo mismo, hay arte, hay necesidad de existir, pero al mismo tiempo, de destruirme. Y me destruyo. Maldito yo, maldito yo, maldito yo. Por eso yo me sumo a la lista de maestros en el arte de pensar contra sí mismos. Me invento para destruirme, y no lloro mi desgracia, porque estoy destinado al infierno de la destrucción y la soledad. ¡Por favor, Dios, que yo no sea el anticristo! 
Esta noche ha venido a visitarme Dios. Me ha dicho que sea fuerte, que no desmaye, que su poder se perfecciona en mi debilidad. Que si no he visto, él está haciendo que nazcan ríos de agua viva desde mi corazón, que yo no soy el anticristo. Me ha abierto la Biblia y me ha leído algunos pasajes. Promete liberarme de este sueño en el que estoy cautivo. Que un día moriré, pero que me estará esperando para que more en su hogar, para siempre. 
La cucaracha pone atención a cada palabra que dice Dios. Después, Dios sale de mi cuarto y se queda la cucaracha conmigo. Una a una, las palabras divinas son destruidas por esta cucaracha. Me comienza a explicar algo terrible. Me abre la mente y me hace recordar las palabras de Cioran

"Cuando el Cristo descendió a los infiernos, los justos de la antigua ley, Abel, Enoch, Noé, desconfiaron de su enseñanza y no respondieron a su llamada. Creyeron que era un emisario del Tentador, cuyas trampas temían. Sólo Caín y los de su especie se adhirieron a su doctrina o fingieron hacerlo, sólo ellos le siguieron y abandonaron con él los infiernos..." 

Recuerdo que en algún lugar de la Biblia dice que no debemos escuchar a los ángeles o demonios, ni a los hombres ni profetas, si vienen con otro evangelio . Pero ¿cómo voy a distinguir las palabras verdaderas, las palabras de verdad, si mi mente no distingue la mano izquierda de la derecha y si pienso que un suspiro es el canto del gorrión? Se supone que Dios mismo vino a visitarme y me prometió muchas cosas. Pero las palabras que lee la cucaracha diabólica son tan terribles. ¿Cómo puedo saber que Cristo no sacó del infierno a Caín, y nosotros, los hombres, somos sus descendientes en esta tierra maldita? Porque cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, salieron sin nada, ni siquiera una hoja que dijera rechazados. Ellos habían probado el fruto prohibido, aquel que en el huerto es proscrito, pero que en el mundo es el pan de cada día . 
Caín, padre nuestro, no nos dejen caer en la tentación de asesinar a nuestro hermano, porque tú sabes que asesinarlo es vivir la soledad en medio de los otros hombres; el prójimo es aquel que está junto a nosotros, próximo a nosotros. Porque tú le revelaste a Foucault lo que tenía que decir, destruyendo al hombre, como Nietzsche, antes, ya había cerrado los labios de los profetas cuando les anunció que Dios había muerto. ¿Para qué han de hablar los profetas, padre Caín, si no hay esperanza, si no hay amor, si no hay nada futuro que sea prometedor? Los hombres, con sus fuerzas, flaquezas, debilidades y miserias, tienen que salir adelante, sin un Dios al que se amparen, sin la sombra eterna de una gloria venidera. No hay sombra, padre Caín, no hay sombra que cubra nuestras cabezas del sol ardiente y morimos llenos de dolores y migrañas. En el desierto de esta vida parecemos insectos que se levantan para comer, pero que miles de hormigas ya nos están devorando. ¡Oh, padre Caín! Tú que nos vigilas desde las sombras del suelo, escapándote de la luz del cielo, guía nuestros pasos para que podamos entender a todos nuestros profetas. ¡Dios ha muerto! ¡Dios ha muerto! ¡El gran Dios ha muerto! 
¡Maldita cucaracha del mal, diabólica, asesina de mi alma! ¡Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! 
¿He de conocer por la literatura, por las letras, por la filosofía, los pensamientos, por la teología, la fe, por la pintura, las representaciones, por la música, por la medida en el sonido? Si he de conocer de esta forma, todo ha de pasar por el filtro de mi locura. Así como el divino Quijote, que conoció los libros de caballería y poco a poco se le fue secando el cerebro, así yo he de conocer por los libros de las disciplinas que ya he citado. Porque en algo he de entender mi locura. 

"Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso..., se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda. [...]
"Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. [...]
"En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros...[...] 
"En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban..." 

De este modo, el Quijote jamás habría existido, porque si bien es cierto que Alonso Quijano el Bueno se transformó en Don Quijote de la Mancha, también es cierto que la locura lo llevó a esa transformación, y que sin ella jamás podría haber existido caballero como él. Porque esa era la forma en que podía conocer el mundo, así, de ese modo, fue escrita toda una forma de conocimiento. Llena su fantasía por todas las letras, intenta llenar él mismo la historia de los caballeros andantes. 
Foucault escribe que el Quijote se asemeja a las letras y signos de los que ha salido. "...él mismo es a semejanza de los signos. Largo grafismo flaco como una letra, acaba de escapar directamente del bostezo de los libros. Todo su ser no es otra cosa que lenguaje, texto, hojas impresas, historia ya transcrita" . Sus tejidos son los signos, su ser es la ficción, porque ese es el tema del Quijote, "la ficción, su razón de ser, y la manera como ella, al infiltrarse en la vida, la va modelando, transformando" . Aquí, la ficción es el ser del Quijote; todo su ser, tejido de letras, una a una sumada hasta que da la historia completa, va engendrando un ser como este caballero de triste figura. Y en medio de su locura, como muestra el grabado Don Quijote en su biblioteca, de Gustavo Doré, aparecen todos los engendros de los libros de caballería. Caballeros en los sillones, águilas, dragones, tentáculos, la bella Dulcinea, cabezas gigantes, y don Quijote sentado en su sofá, leyendo en voz alta, recitando, tal vez, poemas de caballeros valientes muertos en la batalla; blande su espada hacia la ventana. Hundido en la sombra de su habitación, hundido en su mundo de locura, tal vez jamás ha salido, ni un momento, ni un centímetro, de ese cuarto donde está confinado. 
Libros tirados por todas partes, su biblioteca se encuentra encendida por la viva representación traída por la locura. Y así estoy yo, sumido en la oscuridad de mi habitación, donde he sido puesto como un objeto más; los demonios y los ángeles danzan a mi lado; la cucaracha maligna me sigue susurrando, sigo escribiendo, envuelto en una fiebre de deseo por ser escuchado; cada pensamiento, cada autor, cada personaje, va cobrando vida en medio del escenario en que se ha transformado, vez tras vez, mi habitación. La habitación de un demente. 
Entrar a La biblioteca de Babel, entrar a ese recinto de todo lo existente, y más; recinto de lo visible e invisible, sean tronos, dominios, principados; todo está creado ahí, y esa Biblioteca es antes de todas las cosas, y todas las cosas en ella subsisten. En cada tomo está escrito el hombre que fue, es y será; todos los que han sido, son y serán. Cada lenguaje que nació y murió, en el pasado, presente y futuro. 

"En La biblioteca de Babel todo lo que puede ser dicho ha sido ya dicho: uno puede encontrar en ella todos los lenguajes concebidos, imaginados, incluso los lenguajes concebibles, imaginables; todo ha sido pronunciado, incluso lo que no tiene sentido, hasta el punto de que el hallazgo de la más mínima coherencia formal es un azar altamente improbable, cuyo favor muchas existencias, aunque encarnizadas en ello, no han recibido nunca. Y, sin embargo, por encima de todas estas palabras, hay un lenguaje riguroso, soberano, que las recubre, un lenguaje que las relata y, a decir verdad, las alumbra: lenguaje apoyado él mismo en la muerte, puesto que en el momento de caer en el pozo del Hexágono infinito es cuando el más lúcido (el último por consiguiente) de los bibliotecarios revela que incluso el infinito del lenguaje se multiplica hasta el infinito, repitiéndose sin término en las figuras desdobladas de lo Mismo" 

Esta biblioteca, que es infinita en su ser, por lo tanto, ficticia, puede ser la biblioteca del Quijote, o mi mente, con todos los sueños y visiones, o incluso la mente de Dios. Mi mente encierra pinturas, pinturas como las del Bosco, como Las tentaciones de San Antonio, donde el santo alucina en medio de un mundo onírico lleno de alucinaciones. Peces, zorros, ranas, conviven con el santo, lleno de valor y miedo al ver esas terribles figuras; o El jardín de las delicias, dividido entre el paraíso, la tierra y el infierno, pero mis alucinaciones son más parecidas a las de la tierra. 
En mi mente están todos los lenguajes, las imágenes, las figuras, las letras, los rostros, el infinito. Como Borges vio el universo por medio del Aleph, así yo he visto el universo, todas las cosas que existen, que existieron, que existirán. En mi mente todo se multiplica hasta el infinito. Mis hexágonos mentales, divididos en cuatro, en cinco, en quince, encierra, cada uno, información; hojas, texto, tejido numérico, tejido de letras. Todo aquí está tejido, como en esa biblioteca que imaginó el ciego Borges. Hay un hexágono en mi cabeza que tiene todos los cuadros de Cristo crucificado. Desde el de Velázquez hasta el de Goya. Es a ese hexágono al que recurro constantemente. 
¡Dios, que yo no sea el anticristo! La cucaracha maligna me revela, en visiones terribles, donde hay fuego y ranas demoniacas me intentan comer, que yo nací en medio de un tiempo maldito, cuando la oscuridad reinaba en la tierra y la sangre cubría el mar. ¡Yo! Yo, que soy el más vil de los hombres, escupido por el infierno, intentado salvar por el cielo, pero perdido en la noche de la perdición; yo, que soy hijo de Caín, y seguidor de Judas, necesito de tu luz para que brille en mi camino y pueda salir de este tormento. Mis migrañas vuelven y me matan. ¿Migraña suena a piraña? Pues así siento la cabeza, carcomida por una piraña, me carcome desde dentro. ¡Yo no soy el anticristo! 
Todo lo que me ha dictado la cucaracha maligna lo escribí. En mi cabeza sonaban marchas fúnebres; las melodías de Beethoven, Mozart, Bach, sonaban incesantemente. ¿Cómo parar esta horrible melodía casi infinita? Las miles de voces se apoderan de toda mi cabeza. No hay nada que las haga guardar silencio. Horribles melodías que se repiten, una a una, hasta que mi cerebro quiere morir. Toda mi escritura, con la música que suena, es una fábula inasible, palabras, ficciones; la verdad, mi verdad no es otra cosa que la invención de mi cabeza. ¡Que horrible destino el que tengo delante!
Minotauro, Minotauro. Te han matado muchas veces, has renacido en un juego malicioso de tu destino. Te ha devorado el dragón rojo. Te ha escupido, transformándote en ese ser maldito que eres, condenado al laberinto. El laberinto de tu propia existencia. Y en un espejo que tengo en el cuarto, descubro que mi rostro es el rostro del Minotauro. 
Escribo en la pared el siguiente poema: 

mi futuro reflejado
en tu espejo
memoria vacía
viaja en tren

el futuro se refleja
en un tren de memoria nostálgica

la memoria
reflejada en laberintos
alucina con un pasado
y un futuro

laberintos
en el sótano

soñar la memoria
digital es el sótano
alucinar pasados
alucinar futuros

sótanos digitales
sueños vacíos

reimaginar
gritos y voces
gritos y susurros
realidades y ficciones

caos: odisea diaria
caos: un ser múltiple

diseccionaron
el alma del Quijote
la fragilidad humana
violencia quijotesca

el espejo que refleja
Quijote: caos: alucinación: futuro humano frágil

cigarros
prohibición
militancias
erotismo

poder y religión
conceptos nuevos: sueño digital: caos laberíntico: quijotismo frágil
deconstrucción
del alma
del Quijote
del futuro caminante

débil fe del humano trágico
residuo natural: fascinación y asombro

fusión pasional
tensión temporal
emoción natural
frágil condición

futuro sin tinieblas
más allá del libro que evoca un tiempo vencido

inimaginable e impensable
fantasía ausente
de palabras llenas
transformación metafórica

la luz ilumina
mímica, movimiento y realidades separadas

imaginación imposible
luces de transformación
metáfora de la fantástica
mímica del movimiento desfasado de la realidad

umbrales de miseria: caos diario
ubicuidad: vértigo de la abstracción

posible imaginario
fantástico de palabras
ausentes de transformación
metafórica de movimientos

entre lo inimaginable y lo imposible
fantasía y ausencia de palabras

poesía total geométrica
infinito comprometido
deconstruido en un instante
contra sujeto espacio-tiempo

mapas de lágrimas
perder el tiempo bajo la levedad insoportable

mundo discográfico
salvaje abismo de risa
sangrante claro de luna
absurda vida caminada

tiempo y laberinto:
improvisación armónica de un absurdo infinito

nostalgia crónica
instantes decadentes
lenguaje infinito
de un futuro recordado

profundidad de un tren vacío
alucinación de una memoria reflejada


Mallarmé, que me influenciaste hasta que mi mente se fragmento, como la vez aquí reflejada. No entiendo todas las ideas que he escrito, pero entiendo que tienen algo de locura, de esta demencia en la que permanezco. ¿Qué sistema se encuentra en todas esas palabras? ¿Encuentras alguna filosofía que no sea la de mi incoherencia? Algo deben significar. Algo deben estar mostrando; tal vez pinturas hay encerradas en cada línea. Veo al Quijote, veo a Cristo, ve mi propio rostro. Porque Borges dice que al final es nuestro rostro el que se ha dibujado. 
Sí, he escrito desde la locura, siendo tan antiacadémico, que sería una vergüenza para todos mis maestros, que me enseñaron a pensar con decencia, con algo de cordura, de forma sistemática. Pero es que en medio de mi locura no he encontrado ninguna decencia, y los otros me han considerado poco menos que animal. He intentado ser riguroso, pero no me ha salido. ¿Existe la rigurosidad que muestre la belleza del pensamiento? No es otra la belleza de mi pensamiento que el laberinto que me he formado. ¿Soy culpable de querer imitar a mis antepasados? ¡Baudelaire, Rimbaud! ¡Espíritus oscuros, salven a este pobre demente que se ha perdido en la noche! Mi espíritu de poeta maldito, por su maldito yo, se perdió. No soy el anticristo, pero sé que soy un espíritu condenado. 
Ante la Biblia, yo confieso que he escuchado del cielo, una voz divina que me ha dicho, "Tú eres mi hijo, en ti está toda mi complacencia", pero también confieso que ha vuelto el dragón rojo, aliado con la cucaracha del mal, y me han devorado. 
Mi locura termina aquí. Mi escritura, es decir, toda mi ficción, se entreteje en este final. No me siento satisfecho con lo que he redactado, pero no encuentro otra forma de conocimiento en medio de esta oscuridad de muerte que esta basura literaria. Por tanto, termino como sigue: 

En medio de la oscuridad de mi cuarto, teniendo a mi izquierda a la cucaracha diabólica, a mi derecha a la araña que me cuida la espalda, y en el interior al dragón rojo; delante de mí la imagen del Cristo de Velázquez; fuera de mí el cerebro que me confunde, y mi razón volando como una mosca desvanecida. Mis libros, regados en el piso, y sólo algunos en el librero; las fotografías de cuando era pequeño, junto a mis padres y mis hermanos; todos los cuadros que he coleccionado, y la música electrónica que se escucha como parte de todo el ambiente en que se desarrolla mi locura; mi máquina de escribir, a su lado la computadora, miles de hojas que debieron ser textos pero que jamás vieron la luz. 
Ahí, en medio de todo eso, de ese caos, estoy yo. ¡Ecce homo! Pero yo no soy tan inteligente, ni escribo libros tan buenos, ni soy un destino, como escribió Nietzsche. Yo no he declarado la muerte de Dios, ni la desaparición del hombre, como lo hicieran, Nietzsche y Foucault, cada uno en su época. No inventé cuentos, ni narré historias, ni violé la fantasía para meterle la realidad; y estoy más ciego que Borges. Mi ceguera es mental. 
Tal vez muera como un perro, como murió K..., al final de la novela El proceso, de Franz Kafka. Pero tengo angustia de mi propia muerte, me acerco a ella y esta angustia no se desvanece. "Si el hombre fuese un animal o un ángel, no sería nunca presa de la angustia. Pero es una síntesis y, por tanto, puede angustiarse, y cuanto más hondamente se angustia tanto más grande es el hombre" . 

¡Soy un hombre! ¡Soy un hombre, porque me he angustiado de mi muerte, y aun en medio de esta oscuridad de mi demencia, sigo siendo un hombre! ¡Yo sé que mi Redentor vive y me levantará del polvo! Soy una síntesis entre ángel y animal, y a pesar de mi locura, soy grandioso, porque me angustio. Tal vez muera como perro, pero posiblemente muera como hombre. 
Yo soy el hombre que se ha sentado a "orillas del camino y lloró. Bajo el cielo rutilante de estrellas se cimbró la espada del guardián nocturno. Ningún soplo de consolación le fue enviado. Ahí estaba, atónito, solo bajo la inmensidad y con la inmensidad a sus pies... Supo que se hallaba en ninguna parte y que había perdido el sitio donde antes se encontrara. Y cuando se levantó la niebla del primer amanecer, se perfiló en el horizonte el caracol de la errancia. Oculto en el ojo de la noche, la luz lo descubría poniendo en marcha al tiempo, a los rayos de la aurora, al canto del mirlo, al rebullir de los insectos y al rumoreo de las corolas. Extendió las manos y con el rocío enjugó el insomnio de sus párpados. El mundo se abría en haces de espera, y como esa apertura el hombre nacía llevando en sí un espacio silencioso, solitario, solidario, y una carencia" . Esta es la existencia de alguien como yo, encerrado en su demencia, como si fuera una vida de cristal, sin saber cuándo acabara la existencia o cuando uno acabará con su propia existencia. Mi carencia es mi propia existencia. Carezco de ella, y sin embargo la tengo, aun cuando vivo en desesperación. Pero vivo alegre, porque descubro que soy un hombre que ha de morir como todos, algún día, pero lo he de hacer. 
Pero mientras llega mi muerte, no me queda otra cosa que esperar. Sumergido en mis ensoñaciones, en mis ideas, en mis alucinaciones, largo tiempo he esperado, lo debo confesar, y ardientemente deseado, una palabra de adiós dictada por tu corazón; pero guardas silencio . Vida, que te escapas y me angustio, pero bien puedo sufrir esta angustia que seguir siendo el esclavo de toda mi locura. Pero en tu silencio me matas. 
Pero ahora, mi despedida. Mi despedida también está tejida por retazos de mis recuerdos, de todos aquellos libros que llegué ha leer. Sé que Dios me redimirá, y que mis ojos verán su rostro reflejado en Jesucristo. Que mi esperanza está en medio de su ser. Y que este dragón maligno que desea devorarme será por fin destruido. La cucaracha sigue conmigo, pero ella no hace ningún mal, sólo dicta palabras que escribo y escribo, palabras infinitas. 
"Pronto moriré..., y no volveré a sentir lo que ahora siento. Pronto esta apasionada angustia terminará. Subiré victoriosamente a mi pira funeraria y me deleitaré en la agonía de las abrasantes llamas. La luz de esa hoguera se apagará y mis cenizas serán arrastradas por el viento hasta el mar. Mi alma descansará en paz. Adiós" . Pero antes de morir, sé que me uniré a esta vida, y ya quisiera estar unido a este mundo que me vio nacer. "Yo vagaré, si es preciso, millares de años de un astro a otro, tomaré todas las formas, todos los lenguajes de la vida, sólo por volverte a ver de nuevo. Pero se me ocurre que todo lo que se asemeja acaba siempre por reunirse" . Yo me asemejaré a esta tierra, cuando sea sepultado, seré tierra como la tierra en que esté enterrado, y al morir, seré hermano de los muertos. El sol no me alumbrará más ni la luna bañará mi rostro. La vida no soplará en mi interior, ni Dios me llamará por mi nombre. Pero sé que hay esperanza. Tendré confianza, porque hay esperanza .
Y aquí, con las palabras de Flaubert, expreso el deseo por convertirme en todo aquello que me ha rodeado. Ya no queda más temor por aquel dragón rojo, pues yo mismo soy el dragón rojo; aquella cucaracha, soy yo mismo; las nubes, el cielo, las criaturas. Porque en mi locura he podido convertirme en todas las cosas, y me he transformado en todas las cosas, para que todas las cosas estén llenas de mí, de mi ser, de lo que yo soy, y yo ser ellas, a fin de saber que es ser el Todo y ser la Nada. 


"¡Oh, felicidad!, ¡felicidad!, he visto nacer la vida, he visto comenzar el movimiento. La sangre de mis venas late tan fuerte que va a romperlas. Tengo ganas de volar, de nadar, de ladrar, de mugir, de aullar. Quisiera tener alas, un caparazón, una corteza, exhalar vapores, tener una trompa, retorcer mi cuerpo, dividirme en muchas partes, estar en todo, diluirme con los olores, desarrollarme como las plantas, correr como el agua, vibrar como el sonido, brillar como la luz, adoptar todas las formas, penetrar en cada átomo, descender hasta el fondo de la materia –¡ser la materia!" 

En mi locura he visto aquellas cosas que nadie ha podido ver; las personas ni se imaginan todo lo que guarda mi mente, mi memoria. Lo indecible, lo impensable, lo que nunca nadie podrá conocer. He visto las cosas pequeñas y las enormes, "he visto todo aquello que nadie me creería que pude haber visto; las personas ignoran lo que vieron mis ojos (aunque comenzar a mirar es comenzar a morir). Las nubes guardaban barcos, naves que morían en la inmensidad del océano celestial, más allá de constelaciones jamás encontradas. Y hoy, que muero, que es mi tiempo para morir (todo tiene su tiempo, la vida y la muerte vienen a su tiempo), me doy cuenta que en los planetas que estuve (planetas imaginados por mi mente) brillaban rayos de mar, rayos de países lejanos, donde la vida era distinta, brillaban en la oscuridad cerca de la Puerta de la Esperanza, donde yo sé que hoy entraré" . Alma mía, alma mía, "tierna y flotante", ¿caminarás conmigo hasta el borde del abismo? ¿Descenderás al lugar donde el hombre ya no puede volver? ¿Caminarás a mi lado, tú, mi huésped y compañera de mi ser? "Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver... Trataremos de entrar en la muerte con los ojos abiertos..." 
En la noche de mi alma, escucho a Dios hablar, "No te desalientes si no me encontraras, si me perdieras en un lugar, búscame en otro" . "Padre, Padre, ¿por qué me has desamparado?" No te he desamparado, "Ciertamente vengo en breve". 

Nota: Muere y va muriendo, va dejando la vida, su espíritu va saliendo de él; las puertas que lo recibirán se abren, Dios es un Dios que lo protegerá más allá de la muerte. "Ya no llegó a ver, colocado en el suelo, el cuenco negro sobre el que su sangre goteaba" , "ya no siente la lluvia resbalando por su cabeza ni la pátina que el tiempo produce" . 
En su muerte, se perfeccionó su vida.

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