Postulado # 77 “Los ángeles no son sino imágenes efímeras” Harold Bloom

“¿Podríamos pensar de otro modo la lucha entre Jacob y el ángel? ¿Tal vez no un ángel, sino una voz que se pierde en el desierto, que no deja ser tomada, ni por sorpresa, sino que es huidiza, que es inestable, que se mueve por todos lados? ¿Jacob luchó con el ángel por una bendición, o, será que Jacob lucha con el mensaje, porque recordemos que ángel significa mensajero, y luchaba para entender el mensaje, el sentido más profundo de la palabra divina? ¿Es que era Dios aquel ángel-palabra que luchaba con Jacob y es por eso que esa voz que se pierde en el desierto, y que va y que viene, le puede cambiar su nombre-rostro, su esencia, y llamarse Israel? Si los ángeles son imágenes efímeras, podríamos ver un rostro dibujado en el viento, o la figura de dos ojos que nos observan desde las nubes. ¿Es que Abraham sintió un viento tranquilo, apacible, como un silbo, e interpretó que el ángel desde el cielo le gritaba que no sacrificara a su hijo? ¿Es que Abraham creyó “escuchar” la “voz” del ángel, es decir, la voz misma que estaba junto a él? De una o de otra manera, Abraham es llamado a interpretar el mensaje, porque es un ángel, un mensaje, el que se le está dando, e interpretarlo, en este caso, con fe en Dios. Moisés subía al monte a escuchar la voz de Dios, y el Señor le hablaba, pero no le mostraba su rostro, pero, ¿su rostro no representa ya la voz de Dios? Cuando Dios le dice que no podrá ver su rostro, pero que contemplara su espalda, pensemos, ¿es que Moisés nunca entendió del todo el mensaje, comprobándose al interpretar la espalda de Dios como la imposibilidad de ver, cara a cara, el verdadero rostro divino, es decir, imposibilidad de escuchar directamente la voz-mensaje de Dios? Si el ángel es una imagen fugaz, efímera, como lo es la palabra fugitiva, entonces el ángel es un mensaje, una palabra, que se encuentra borrándose ya desde el primer momento en que es pronunciada. Es por eso que Moisés nunca escuchó el verdadero mensaje de Dios, pero no porque Dios no quisiera, sino porque ya el hombre en sí vive en el estado posbabélico de la humanidad, el posmodernismo que no permite ya que exista un verdadero y único significado en lo escrito o en lo hablado, o en la imagen fugaz, efímera, que es el ángel. Una pintura muestra a Jesús reposando en los brazos de un ángel. Esta imagen, que por demás es simbólica, representa el momento en que Jesús reposa en las palabras de Dios mismo. Es un abrazo efímero, porque desaparece junto con el ángel. La palabra, entonces, en su fugacidad, aparece y desaparece, dejando la estela en nuestro ser, una sensación de que ha pasado, diría Derrida, un meteorito, el instante del arco iris, un suceso momentáneo, instantáneo. La fragilidad del ángel se muestra en que su rostro se desvanece en el viento. El silbo apacible de Elías es el silencioso ángel que habla desde el viento apacible, desde el corazón de Elías que le cree a Dios, que cree que Dios habla en ese momento. Pero son momentos hermeneutas, de interpretación, son momentos que la fe quiere atrapar, retener, y es como el creyente, que aun sin haber visto nunca en su vida a Dios, lo recuerda en cada momento de su vida, en cada paso y cada pensamiento; ahí está Dios, en esa imagen efímera, encerrada en la mente, en la memoria, pero que se desvanece a cada instante. Porque el ángel, el mensajero, el que trae la palabra de Dios, solamente aparece una vez, para luego desaparecer, y Dios mismo, en su ser, nunca se para frente a nosotros, sino que es la presencia más ausente de todas. ¿Es que todos los escritores bíblicos, y los personajes principales de la Biblia, hacer una labor de hermeneuta al escribir que han “escuchado” la voz de Dios? ¿Job hace labor de hermeneuta al decir que la voz de Dios viene desde el torbellino? Job, ese hombre existencial, tan parecido Macario que niega darle de comer a Dios y al diablo, y que a la única que alimenta es a la muerte, Job se vuelve un personaje existencial que se encuentra entre dos fuegos, el divino y el humano, el divino y el maligno, y permanece como hombre que existe en el mundo. Y Job mismo se vuelve mensaje, texto, ángel que ha de ser interpretado, leído, pensado, porque él mismo es un trazo. Él mismo es una letra fugaz, un relato, una ficción del pensamiento que lo escribe, y lleva un sentido que debe ser reconstruido para entenderlo. Job existe como poema, pero más allá de eso, sin piel, sin huesos, sin cerebro, sin existencial real y concreta, permanece como un ángel fugaz, imagen efímera, que debe ser reinterpretada hasta el infinito. Toda la Biblia, entonces, tiene ese rasgo etéreo, ese rasgo de ser dictada por un ángel, y por eso es que la Biblia, en su sentido, permanece como una construcción, un tejido, de muchas imágenes efímeras, que deben ser interpretadas, deconstruídas, a fin de retenerlas por un momento, tal como Jacob pudo retener por un momento esa voz en el desierto que no se sometió nunca, y que al contrario, transformó su rostro y su nombre”

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