He pensando que tal vez quisiera hablar de algún animal, quizá un perro o un gato, aun cuando Murakami habla constantemente de gatos mágicos, o al menos de personas mágicas que pueden hablar con los gatos. Muchos cuentos contienen animales, y vuelvo a Borges para hablar, ya no de animales normales, sino de animales fantásticos, bestias, bestiarios, o de animales y hombres unidos, como el fantástico Minotauro. Entonces descubro que tal vez no es un animal el que necesito, y comienzo a pensar que tal vez lo que se necesita es pensar en un bestiario pero de palabras, de letras, un bestiario formado por un lenguaje quizá infinito. Podría pensar en esa bestia fabulosa como es el infinito, o el monstruoso laberinto o el terrible libro que repite a la perfección el otro monstruoso ser fantástico que es el mundo. Pero todos estos son conceptos, son palabras que nos sirven de herramientas para pensar la realidad, otro animal fantástico que difícilmente puede ser pensado. Es decir, este bestiario de herramientas conceptuales podría dar una percepción de cuento filosófico al texto que intento escribir.
Este cuento que intento escribir contiene influencias de diversos tipos y además procura ser la parte literaria de aquello que he escrito desde hace más de tres años, y que es la vieja investigación sobre Babel. Para Babel he pensado en los conceptos como cosas que cobran vida casi de forma mágica en la mente de aquel que los contiene. Son herramientas para pensar, para ver más allá de la realidad que tenemos delante de nosotros, son como el telescopio o el microscopio, como el reloj o los lentes, son herramientas para transformar nuestra visión y ampliar el horizonte de nuestros pensamientos.
Cuando escribes un cuento inicias pensando la historia, conformas todo lo que acontecerá, pero procuras no desviarte ya que un cuento es certero, sigue una línea casi recta, desarrolla todo el mundo que estás construyendo, no así las novelas. Pero esto no quiere decir que el cuento sea un trazo cerrado, ya que dentro de él pueden existir momentos mágicos que rompan con la trama, además de que, como lo he experimentado al leer a varios autores, el cuento posmoderno ha dejado la linealidad que era esencial a los cuentos anteriores. Hoy los cuentos rompen muchos esquemas y a veces se vuelven metodologías para sostener ideas. Algunos cuentos son profundos ensayos, o son rompimientos de la barrera de lo real para unir realidad con virtualidad. Un cuento posmoderno es como una realidad virtual, fuera de la realidad virtual que vivimos dentro del ciberespacio. Así, este cuento ha tratado de ser la búsqueda del rompimiento con esa realidad fusionando la ficción con lo real y crear un mundo mágico. He escrito otros cuentos, pero son diferentes a este; aquellos son reflexiones antes de ser verdaderos pensamientos, pero no dejan de ser una colección de pequeños cuentos, de cuentos cortos que se podrían desarrollar en narraciones más profundas.
Entonces me pregunto, de qué trataría este cuento, cuál sería la historia que me llevaría a desarrollarlo, cuáles serían los conceptos que utilizaría, qué personajes estarían escritos y descritos, quién sería el personaje principal, quién escribiría el cuento, en dónde estaría sentado escribiendo el autor. Un cuento no necesariamente tiene que ser escrito por el autor, ya que su vida, plasmada sobre el texto, sería demasiado aburrida. Contar todos los momentos de la niñez, sin el sentido mágico, fantástico o increíble, no harían un buen cuento posmoderno que se cuestionara la realidad que percibe, pero si creamos un autor diferente, sin embargo en plena relación casi simbiótica con quien escribe, y transformamos el mundo que está creando en un mundo fuera del mundo real, con sus propias leyes, con sus propios pensamientos, con su propio bestiario de herramientas conceptuales, con todos los muebles de la casa, es decir, con todos los elementos del mundo, pero dentro de un cuento, entonces formaríamos un pequeño mundo, un pequeño planeta, que giraría en torno a un sol artificial, pero no por eso menos real, y podría llegar a transformarse en un espejo de nuestro mundo.
Hay momentos en los que el escritor plasma su propia profesión (que es la que más conoce) al crear a un personaje, aunque a veces el escritor primero tuvo la formación de ingeniero o de arquitecto o de abogado, entonces puede fácilmente retratar a un arquitecto, a un ingeniero o a un abogado dentro de su cuento. Entonces sabrá plasmar qué palabras va a utilizar, qué lenguaje será el suyo, cuál será su forma de concebir el mundo. Podríamos pensar en un escritor que primero trabajo, por años, en las computadoras, dentro del ciberespacio, dedicándose a la búsqueda de la información, con tendencias a pensar filosóficamente el mundo. Entonces de momento tendremos a un personaje que se sumerge en el mundo de la computación con preguntas profundas sobre el mundo, la realidad, el hombre, la condición humana. Posterior a eso comenzaremos a pensar en qué trabaja y surgirá la idea de que su labor es en las noches, y esto empieza a tener toques de Neo, el personaje de la película The Matrix, pero no es héroe de esta última, sino solamente tiene influencias en el desarrollo de su trabajo.
Luego pensamos en el mundo en que vive, pero partimos de su cuarto, de su computadora, de su música, de sus películas, de sus horarios de salida y entrada a su casa, de sus comidas, de su ropa, de sus gustos, y anotemos un plus al decir que es amante del cine y del arte, además de que posee un gusto por los cómics que cualquiera diría que es una persona obsesiva, porque diríamos que tiene serios problemas con la realidad, ya que cree encontrar un significado social en los cómics, algo así como pensar que existe una relación entre Batman y Superman, o Iron Man y el Capitán América, con el mundo real, donde surgen las polaridades, donde surgen los contrarios, donde existe un mundo dual. Incluso, diríamos, es fanático de la lucha libre y disfruta del espectáculo pensando en los rudos y en los técnicos y en su cuarto tiene posters del Santo y de Blue Demon, como los perfectos absolutos del mundo malo y del mundo bueno. Cualquiera diría, entonces, que este personaje no tiene cosas más importantes que hacer que pensar en su propio mundo subjetivo, pero nadie piensa que estas formas de creer, de pensar, son tan complejas, que afectan directamente su cosmovisión.
Esto da como resultado la lógica de pensar en que sus gustos en cine son las películas de ciencia ficción, dramas psicológicos, cine de lucha libre, películas de superhéroes, incluso las películas policiacas que lo llevan a pensar quién hizo qué y en qué condiciones, para disfrutar la sorpresa de que el bueno era malo, el malo era bueno y entre los dos existía el antihéroe, ni bueno, ni malo, simplemente un personaje interesante que hacía sus propias leyes. Además, su ropa no es elegante, y no usa ropa cara, no tiene un estilo definido, ni sigue las modas; tal vez uno tenis converse, pantalones de mezclilla, playeras con imágenes, gorra, un poco de barba, camisa de manga corta. Fanático de las búsquedas por internet, gusta de descargar libros y cómics. Y en todo esto, existe su pasión por la escritura y sus temas favoritos: filosofía, teología, literatura, cómics, cuentos, ensayos, poemas, y subir la información a sus diferentes blogs, además de que tiene una pasión por coleccionar imágenes de todo tipo. Trabaja por las noches y escucha música electrónica, quizá Paul van Dyk, Paul Oakenfold, Tiësto, Armin van Buuren, pero constantemente regresa a su pasión por el jazz, quizá Bird Parker o Miles Davis.
Ya tenemos a nuestro personaje, que ahora mismo no importa su nombre, y que no queremos revelar su país, y como no manejamos más idiomas que el español, entonces ya saben todos de qué país proviene: México, pero también podría ser un personaje argentino, o colombiano. Pero borraremos su nacionalidad y su nombre para hacerlo más complejo, y así, lo que formaremos será una historia totalmente subjetiva, y podríamos pensar que todo el tiempo en que él hable, su voz podría escucharse como voz en off, al estilo de las películas actuales. Pero su historia no sería detectivesca ni sería de cine noir, simplemente una historia llena de existencia, de percepciones, de preguntas, de cuestionamientos, porque lo que tratamos de escribir es un cuento sobre la búsqueda por el lenguaje.
Al leer todos estos elementos cualquier sabría que tenemos ante nosotros a un personaje de pleno siglo XXI, que ya no tiene mucha relación con los cuentos borgesianos, o con el autor de Rayuela, que incluso no contiene puntos parecidos a los personajes de Benedetti o que se relacionara con algún hombre de Ciencia años de soledad, pero sabemos bien que todo cuento moderno parte de los libros antiguos, sobre todo la influencia que se ha vivido en todo el mundo en cuanto a las lecturas bíblicas, a las lecturas del Quijote, al Bloomsday, a la Iliada y a la Odisea, y contemporáneos, los Cortázar, los Borges, los Umbertos Eco, toda la pléyade de escritores que nos han llenado la mente de imágenes y que a su vez ellos fueron llenados por las imágenes de los libros primeros. Nadie se escapa de la influencia de los autores, porque, como señalaría en algún texto periodístico Saramago, escribir inicia con leer, un buen escritor inicia siendo un buen lector, y Borges se agradaba más de sus muchas lecturas que de sus muchos cuentos.
Imaginemos por un momento que nuestro joven amigo vive, ya no en nuestro año, es decir, en el 2010, como si fuera tiempo real, sino en un año anterior, quizá 2000, como año simbólico de principios de siglo o en años después, como el mítico 2019, año de Blade Runner y de Akira. Podríamos incluso pensarlo en un 1985 alterno, donde el futurismo es al estilo Steampunk y lo que rige la tecnología es la nave de vapor. No deja de ser una historia de ciencia ficción y no deja de existir una profunda relación con la tecnología, aun cuando esta tenga apariencia de tecnología antigua y al mismo tiempo futurista. Entonces nuestro personaje se volvería más complejo, porque, como señalamos, se relaciona con el ciberespacio, y tiene en su cabeza muchas preguntas, muchas dudas, diríamos, existenciales, se cuestiona todo. Pero su relación con la informática, que sería al estilo William Gibson, sería por medio de un ciberespacio metafísico, ontológico, fenomenológico, y la conexión al mismo sería mediante biomicrochips instalados en el cerebro antes de nacer, siendo el ciberespacio, para ese momento, esencial en la vida social, y habitar dentro de él es lo más cercano a afirmar que realmente existe un alma dentro del hombre, aun cuando ésta habite fuera de su cuerpo. Además, abundan la tecnología corporal, la tecnología cyborg, y la carne, para ese momento, es un lujo que solamente algunos poseen, ya que la gran mayoría, por el ambiente en que se vive, han perdido ojos, brazos, piernas, órganos esenciales y son operados a fin de sobrevivir, colocando en sus cuerpos partes robóticas, pero la forma de hacer funcionar todo en ese momento es por medio de esos chips biológicos unidos al cerebro humano. Esto volvería la trama mucho más interesante, ya que las preguntas se llevarían a niveles elevadísimos y se recurriría a la abstracción casi absoluta para responderse la pregunta clásica, quién soy. Todo esto estaría dominado por corporaciones casi infinitas, empresas que regirían el mundo entero, y así entramos de lleno en el ciberpunk. Nuestro héroe, entonces, sería el rebelde, el antihéroe, el personaje que lucharía contra la marginación de los otros, pero construiría completamente sus pensamientos tanto fuera de esos elementos sociales, como dentro de ellos.
Podemos ver la mano cibernética del personaje principal, que ahora comenzaríamos a llamar antihéroe, abrazando un cuerpo femenino bien detallado, con la figura perfecta y un bello rostro, con un cabello oscuro, quebrado, hasta los hombros, tal vez más abajo, con labios perfectamente delineados, una mujer hermosa. Nuestra reflexión giraría en torno a la unión de los contrarios, a la unión de la carne humana con la tecnología, formando el cyborg, pero esto no sería más que la metáfora del mundo del lenguaje, de la unión de aquello que, como diría Foucault, habitaría en el no lugar del lenguaje. Construiríamos, entonces, imágenes metafóricas, poéticas, que serían parte de nuestras herramientas conceptuales. Todo esto es porque cada libro, cada cuento, cada poema, cada ensayo, es una epistemología, una búsqueda de lo que es el mundo, la conformación de un conocimiento acerca de todo lo que nos rodea. Incluso pensar en Superman, en Spiderman, en Hulk, es pensar en el mundo, en el hombre, es pensar en las imposibilidades humanas.
Pero en cuanto a nuestro antihéroe, de dónde proviene, tiene padres, tiene hermanos, tiene amigos, cómo se relaciona con el mundo, qué comida gusta, todo esto es demasiado complicado de resolver, porque vive en un mundo artificial donde, por lógica, las relaciones familiares serían diferentes, donde los valores morales cambiarían, donde vivir es más importante, y preguntarse sobre qué es el hombre cuando se ha unido de forma ontológica a la tecnología es la forma esencial en la que se vive hoy en día. Un mundo fragmentado, un mundo que ha dejado de existir y ya otro mundo se desvanece, un mundo así, definitivamente fragmenta el pensamiento del hombre, cuestiona muchos elementos que se viven en nuestro mundo real, las políticas son diferentes, aun cuando el poder rige más que nunca. Un antihéroe en este mundo es un marginado al volverse antihéroe y es un hombre perseguido, u hombre máquina, que busca sacar de su cerebro el microbiochip para poder construir sus propios pensamientos y ya no tener más los pensamientos que produce la tecnología de las grandes corporaciones que son dueñas de ese mundo. Un hombre así es en extremo complejo, interesante y no pide nada a otros personajes de la historia de la literatura. Un plus: es un hombre culto.
Pero este es un simple ejemplo de cómo construiríamos nuestro cuento, ya sea corto o largo; es un ejemplo de los elementos que utilizaríamos para desarrollar toda la historia. El elemento fantástico sería en sí el mundo mismo en que el personaje estaría viviendo. Pero imaginemos que nuestro personaje no es un antihéroe, sino un hombre normal, o un joven que busca, como ya dijimos, la magia del lenguaje, y entonces visita la biblioteca de su abuelo, como fue el caso del primer cuento que escribí. En esa biblioteca, haciendo eco de la biblioteca fantástica de Borges, La biblioteca de Babel, donde están todos los lenguajes, reales e irreales, el joven encontraría un libro mágico que contiene el mundo real dentro de sus páginas, y que de pronto se cuestiona si ese libro no será el pensamiento mismo de Dios en sus manos, y que ese libro sigue siendo escrito por Dios, y que si se llegara a destruir o que fuera quemado, el mundo desaparecería. Hasta ahora ese mundo fantástico que se está plasmando en el cuento es un mundo real, normal, porque el personaje no está viendo ningún elemento mágico. La sorpresa iniciaría al descubrir que ese libro describe cosas que él conoce, y mayor aun, existe dentro de sus páginas un personaje exactamente como él es. Entonces lo que lee puede ser, y aquí aprovecharíamos para utilizar un primer título, El libro del destino, que es el libro-mente de Dios. Un libro así en el mundo, además de existir en los cuentos de Borges, sería imposible. Entonces el hombre joven comenzaría a ver la mente de Dios en ese libro y se preguntaría qué relación tiene la biblioteca infinita que visita todas las tardes con este libro maravilloso.
Entonces lo que te estoy describiendo es una forma de ars poetica, una construcción de una forma de literatura. Así he iniciado a escribir este cuento, a pensar en esta narración, y te describo el proceso de lo que he pensado. He visitado muchos de los libros de otras bibliotecas, pero antes he leído los libros de mi biblioteca. He buscado los juegos del lenguaje en la poesía de Kerouac, de Blake, de Ginsberg, de Rimbaud, de Vallery; también poesía de Octavio Paz o la que ha traducido José Emilio Pacheco. Pero además, creo que hay juegos del lenguaje en la filosofía, en la teología, en la literatura, y así he visitado los libros de Foucault, de Derrida, de Heidegger, de Nietzsche, de Blanchot, de Lévinas, de Karl Barth y Paul Tillich, de Bultmann, de Juan García Ponce, de Borges, de Cortázar, de García Márquez. Pero hay dos libros que me han influenciado durante toda mi vida y es la Biblia y Don Quijote. Incluso, cuando leí una narración de Sergio Pitol, descubrí con agrado que Monsiváis hablaba sobre la influencia que ha tenido la Biblia en la literatura universal. Pero no sólo esto he revisado, también he contemplado un cuadro de Velázquez, y es Las Meninas, imagen que contiene la forma en que hablamos y pensamos, el ir y venir de la mente y del lenguaje, del pensamiento en relación con el mundo, y me parece que ese cuadro es la primer representación de la realidad virtual. Si hay algo en lo que se han basado los filósofos y teólogos para su escritura es en el arte. El arte, como la biblia o el quijote, ha permitido que se creen muchos de los mejores libros.
Te cuento todo esto para que veas cómo construyo mis pensamientos. Te confesaré que llevo años dedicándome a la filosofía y a la teología, y he tratado de formar una cosmovisión matizada con todos los principios de estas dos áreas del conocimiento, y aun cuando muchos opinan que no tienen relación entre ellas, he descubierto, en más de una ocasión, que su relación es tan profunda, que he llamado a este principio de pensamiento relación orgánica, que es una relación tan compleja, tan interna, que hace las veces de los órganos humanos; esta relación orgánica habita dentro de un cuerpo conformado por diferentes partes. Además, esta relación orgánica, en mi mente, conforma la cosmovisión de la que te hablo, y mi cosmovisión, diría, es de un filósofo y teólogo posmodernista, influenciado por Nietzsche y Juan Calvino. Nietzscheano y foucaultiano por formación intelectual, cristiano evangélico presbiteriano calvinista supralapsariano por formación religiosa. Creyente en Jesucristo por convicción de fe. Quizá aquí, incluso, podría declarar, a modo de confesión de fe, que creo que en toda mi reflexión filosófica y teológica tiene cabida la gracia de Dios, la revelación de Dios en Jesucristo. Y creo todo esto aun cuando no creo en el diablo, en los demonios, en ángeles, en el cielo ni en el infierno, pero creo en Dios, en el hombre, en el mundo y en el lenguaje.
Este cuento que intento escribir, entonces, quizá sería un repaso de mi propia vida, de mi propio ser, de lo que yo soy en cuanto a pensamiento, a reflexión, a cosmovisión, a concepción del mundo. Creo que el mundo lo he concebido de cierta forma que se ha estructurado por todas mis creencias y pensamientos durante años; pienso que las estructuras mentales son formas de construcciones epistemológicas conformadas por los paradigmas que contenemos y que se han formado por las herramientas conceptuales que tenemos en nuestro mundo lingüístico y que nos hace pensar el mundo como lo pensamos. En cuanto al lenguaje, creo que es el único medio que poseemos para poder comunicarnos con el otro, que es el único artefacto que tenemos para poder transportar nuestras ideas al otro y que le necesitamos para poder pensar, es decir, el lenguaje es una caja de herramientas magnífica. Para mí, el mundo es el escenario donde se lleva a cabo la relación con el otro por medio del lenguaje gracias a la construcción del mundo lingüístico que Dios ha creado como horizonte de las concepciones del hombre.
De esta forma, todos mis cuentos, todos mis ensayos, todos mis poemas, todos mis textos, mis escritos en general, giran en torno al otro como elemento de crisis, de conocimiento, de epistemología. Y este cuento no cambia en perspectiva: Dios como punto original de inicio o de partida (Dios como circunferencia infinita y con punto en todo lugar), el otro como crisis epistemológica, el mundo como escenario y el lenguaje como medio para llegar a los tres anteriores. Tal vez ahora mismo no escribo un cuento fantástico, ni mágico, tal vez, simplemente, escribo sobre mi vida, y mis preguntas siguen siendo,
¿Qué son las armas del paraíso, cómo las concibo, cómo las pienso, qué contienen?
Quizá esta pregunta sea como la que me ha intrigado durante años,
¿Qué es Babel?
Y como las tres preguntas epistemológicas que me rigen,
¿En qué se parecen un cuervo y un escritorio? ¿Qué hay en la caja? ¿Dónde está la cometa?
Es momento para detener la escritura de este cuento, pero haré una última confesión: primero pensé que no escribía un cuento fantástico, ahora sé que lo es. Es fantástico porque su contenido lo he pensado por largos años y me ha llevado a preguntarme qué significan aquellas dos palabras que utilizamos, y que una se escribe y pronuncia como realidad y la otra como lenguaje, además, he podido describir dentro de este cuento la construcción de todo mi mundo lingüístico. Todo esto me ha permitido pensar y escribir aquello que es imposible de pensarse: Dios, el hombre, el mundo y la relación orgánica que se da entre ellos a partir del lenguaje. Entonces me detengo por un momento, veo la hoja y la pluma junto a ella, veo la pantalla de la computadora, y en mi mente se forma una imagen donde sigo escribiendo este cuento fantástico mientras continúo cuestionándome qué hay en la caja, dónde está la cometa y en qué se parece un cuervo a un escritorio, entonces observo aquel viejo espejo que tengo frente a mí y descubro que en la superficie tiene escrita la palabra espejo, veo todo a mi alrededor, tomo la pluma entre mis dedos y escribo otra línea, en ese momento me doy cuenta que sigo soñando, sigo teniendo el mismo sueño, una y otra vez, sobre un cuento que he soñado y el lenguaje en él utilizado solo puede existir en un mundo lingüístico que alguien pudiera llegar a imaginar.
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