La vinculación

Recuerdo que primero fueron las cuentas de correo electrónico y los blogs, y que luego continuaron con las redes sociales, y posterior a eso nos dieron un número y podíamos acceder a nuestras cuentas bancarias y luego se dio con los celulares, entonces vendieron chips, usb’s y luego podíamos portar una identificación magnética que permitía al lector identificarnos.

Eso fue lo primero que ellos dijeron que harían, entonces le llamaron “vinculación”, pero yo pensé en una “vinculación omnipresente”, y fue que hicieron las computadoras basadas en juegos de video y lectores laser que llamaron “kinécticos”, porque podía leer todo nuestro ser, y así, las computadoras comenzaron a mandar información sobre cada uno de nosotros. Surgió, así, en las noticias, el primer hombre que era operado para colocar información en su cerebro, por medio de biochips, y cuando despertó lo mandaron a su casa, con su familia, luego, en unos meses, el hombre murió accidentalmente, pero también su esposa y sus hijos, porque el carro, decían, se había salido de la carretera.

Las noticias comunicaron que se estaban implantando partes tecnológicas al cuerpo de aquellos que quisieran mejorar su forma de vida, y que si deseaban, podrían implantarse biochips, y fue que se habló de una “nueva forma de vinculación orgánica”, donde, si uno lo deseaba, podía vincularse a ese biochip toda la información que tuviera, tanto de tarjetas de crédito, como de celular y de información en el ciberespacio e incluso la computadora misma. Fue que vimos, por primera vez, el futuro prometido, aquel con el que crecimos, como meras utopías que leíamos en los libros de Wibson, pero ahora era verdad: la vinculación era efectiva, y nosotros la recibimos casi con esperanza mesiánica. Pero había un error.

Con el tiempo podían comprarse planes a la medida de las posibilidades y los primeros que los adquirieron fueron los gobernantes, los políticos, los empresarios y los investigadores sociales y científicos. Entonces se podían vincular entre ellos, podían acceder a información entre ellos por medio de un link que solicitaban fuera implantado y de ese modo, por pensamientos, entraban a los grandes archivos del mundo. Pero esto era demasiado costoso, y nosotros, los hombres y mujeres que vivíamos de forma normal en el mundo nos limitábamos a continuar navegando en el ciberespacio, con la esperanza de que lo kinético por fin se abriera a todos los hombres de buena voluntad. Así, mientras nosotros navegábamos en una realidad simulada, los hombres más poderosos del mundo navegaban en la verdadera realidad de la información, y eran sus cerebros las formas de conexión más adelantadas que existieran.

Entonces por el lado de los políticos, de los filósofos, de los escritores y de los maestros de universidad surgió una pregunta: ¿Qué clase de Estado surge cuando la información verdaderamente se ha vuelto un asunto orgánico entre las personas? ¿Qué sucede ahora que han nacido los biochips que controlan toda la información? ¿El hombre ha llegado a nuevos niveles dentro de su existencia para dar paso, ahora realmente, al nuevo superhombre, transhombre de una época efectivamente posmoderna? Así surgieron cuestionamientos importantes en ciertos círculos sociales. Pero nuevamente había un error.

Nadie pensó en las consecuencias y de pronto estábamos sorprendidos frente al televisor. Habían experimentado con la genética, y al fin nacía el primer bebé de laboratorio totalmente vinculado a todo. El primer ser humano de vinculación artificial hiperbiomnipotente. ¿Podía, alguien, decirnos cómo se podía definir la existencia de ese nuevo ser? ¿Es que acaso era un ser humano real, normal, un bebé como todos? ¿Viviría con familia, con amigos, con hermanos, con padres e iría a la escuela, jugaría y crecería? Nadie lo sabía, pero la ciencia no se fija en esos detalles porque realmente son detalles sin importancia. Nunca más supimos del bebé pero seguía existiendo un error en todo eso.

Al mercado salió un nuevo celular, y desaparecieron los anteriores, podías llevarlo y te daban el nuevo sin costo alguno. Las computadoras fueron nuevas y el gobierno cambiaba las anteriores. Los niños adquirieron las computadoras que ahora se usaban de forma normal. Las tarjetas de crédito dejaron de ser las mismas. Siempre eran los medio de información los que primero cambiaba de forma, luego nosotros. Entonces sucedió y nadie estaba preparado (como siempre ha sido cuando la cuestión es política).

Retiraron libros, cerraron bibliotecas y librerías, vendieron programas con todos los libros que quisiéramos. Entonces desaparecieron los bancos como eran conocidos y ahora todo era con tarjeta, así desapareció el dinero. Las tarjetas controlaban todo, incluso el agua, la luz y el teléfono. Internet anunció una forma de acceder totalmente nueva. Las escuelas comenzaron a cerrar y desapareció la educación pública. Todo era por computadora. Fue que hicieron un programa computacional universal que manejaba toda la información en el mundo y fue kinético. Todo lector en el mundo te detectaba y una computadora central leía tus ondas cerebrales para descifrar tu pensamiento. Descubrieron muchos criminales en potencia, detuvieron la maldad en el mundo antes de que se llevara a cabo (fue lo que nos dijeron los gobiernos mundiales). Ahora todos podíamos estar tranquilos, ya que los criminales más peligros del mundo, aunque fueran en potencia, era detenidos, y el mundo vivió en paz por muchos años. Pero extrañábamos la forma anterior de vivir.

Llegamos a tener todo, llegamos a ser como dioses con prótesis en la mente, como alguna vez escribió Freud en un libro de esos que estaban hechos de lo que llamamos papel, pero que ahora ya nadie recuerda. No se preocupe el lector si no sabe quién es Freud, hoy solamente algunos lo recordamos. Alguna vez pudimos ver películas, de forma normal, en la televisión. Pero todo eso es historia.

Hubo un hombre que un día salió a la ventana de su edificio y contempló el mundo. Ese hombre recordaba aun los libros de papel y las computadoras como fueron anteriormente y el mundo como era conocido por todos. Ese hombre sintió que algo estaba mal, que en todo el mundo había un error, que la realidad estaba en otro lado. Pero nunca quiso averiguarlo, porque tenía familia e hijos, tenía alguien que lo amaba y a quien ese hombre amaba. Pero ese hombre me localizó y me pidió que escribiera todo esto, para poder recordar cómo era antes el mundo, antes de la hipervinculación. En ese entonces, el mundo era cuestionado a partir del hombre, hoy el hombre es cuestionado a partir de la estructura del mundo.

Dije que desaparecieron todos los libros y las librerías y el papel en sí, pero ese hombre me dejó unos libros que cambiaron mi pensamiento. Esos libros son la Biblia, Así habló Zaratustra, El anticristo y Más allá del bien y del mal, de Nietzsche y Vigilar y Castigar y Las palabras y las cosas, de Foucault. Esos libros hicieron que mi mundo interno cambiara, que volviera a pensar por mí mismo aunque sea un momento. Sé que si escribí esto y lo subo a internet, alguien más lo borrará, pero mientras no lo hagan, es el testimonio de que el mundo era de otra forma, de que la tecnología no era parte del ser del hombre, sino que el hombre usaba la tecnología como un medio, como una herramienta. Quizá yo mismo sea apagado, porque yo mismo estoy hipervinculado. Me vincularon a todo hace 5 años, y nadie nos dijo que nuestra vinculación se haría, también, al Estado hiperpoliciaco que había mostrado su verdadero rostro allá por el año 2009, si no es que antes. Nos advirtió, según leo, Foucault, cuando habló de la biopolítica. Pero no importa, porque si lees esto y piensas en lo escrito, quizá puedas escapar a la hipervinculación por un instante. Quizá, pero no prometo nada.

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