BENJAMÍN VALDIVIA: PENSAMIENTO Y TECNOLOGÍA
ENTREVISTA A BENJAMÍN
VALDIVIA
La presente entrevista tiene por objetivo conocer la perspectiva de pensamiento acerca de la escritura, la tecnología, el uso de Internet, la educación, la filosofía, la literatura y lo sagrado por parte del filósofo, escritor y tecnólogo Benjamín Valdivia.
El presente documento es de suma importancia
para la investigación que se está realizando, “Cuadernos de trabajo: Notas
teóricas sobre tecnología, cognición y otros tópicos que parecen tomados de la
ciencia ficción”.
Víctor Marcos Hernández Pérez (VMHP). Sabiendo que hay una relación de lo sagrado con respecto a la escritura (pensando en los libros sagrados como la Biblia, también llamada las Sagradas Escrituras), ¿podríamos decir que la escritura por medio de dispositivos tecnológicos también se vuelve sagrada?
Benjamín Valdivia (BV). Los textos sagrados lo son debido a que la gente cree que hay una verdad depositada en ellos; en ese sentido es que lo escrito en la virtualidad puede ser sacralizado, creyendo que se está ante la revelación de una verdad. Pero sería más relevante la consideración de que la Internet se convierte en un espacio consagrado precisamente porque allí se resguarda la palabra. Todo tipo de intenciones encuentra su espacio en las redes. No basta el amor, sino que debe declararse en las aplicaciones digitales de comunicación. Lo mismo sucede con la política, que encuentra allí su arena de combate. Y así con las demás manifestaciones de lo social, no solo verbales sino, con peso principal, las audiovisuales. Pasamos de la cultura de la palabra sagrada a la de la sacralización de la imagen, en especial si es imagen en movimiento.
VMHP. ¿Qué observación haría sobre el acontecimiento, a nivel cognitivo y sociocultural, de encontrar, de momento, la Biblia digital, el Quijote digital y las grandes obras filosóficas y literarias digitalizadas?
BV. Considero que las obras clásicas puestas en el orbe digital tienen gran utilidad para ser consultadas. No tanto para ser leídas, pero sí sometidas a potentes motores de búsqueda. La lectura de la Biblia o del Quijote siguen siendo actos de papel; al menos en mi experiencia, pues, aunque conozco demasiadas personas, no he sabido de alguna que haya leído esas obras en pantalla. En cambio, sí sé de muchos casos en que se utiliza la tecnología informática para localizar pasajes o vocablos; e incluso abordar las obras con fines estadísticos.
En el trabajo académico, las fuentes
digitalizadas son de gran ayuda para la productividad. Desde el punto de vista
de la sensación, en cambio, aplanan todo el relieve de la diversidad. Tal como
lo abordo en mi libro Sentidos digitales (Azafrán y Cinabrio, 2009), hay
un proceso de des-sublimación al igualar todo lo grande y todo lo pequeño al
tamaño de la pantalla.
Nuevas generaciones, sin embargo, tendrán ya el
hábito de mediar todas sus experiencias con la virtualidad apantallada. Es un
universo de conocimiento que se adquiere de formas cuyo impacto todavía estamos
por entender.
VMHP. Un lugar común es comparar la Biblioteca de Babel, de Borges, con Internet, y entonces surge una ficción: la biblioteca de Babel se ha desbordado hacia nuestra realidad. ¿Qué tanto influye la noción de lo (casi) infinito de internet en nuestra forma de pensar la escritura literaria y filosófica?
BV. En un mero ejercicio, realicemos en Internet la búsqueda de la palabra ‘Babel’. Más de sesenta millones de ocurrencias. Y multitud de esas páginas tienen, a su vez, remisiones a otras, que remiten a otras más. El efecto es de algo que, sin ser infinito, no tiene final. Es análogo a lo que plantea Einstein, en la tercera parte de su Relatividad: un universo finito, pero ilimitado. A partir de que todo se encuentra en Internet, pareciera que nada existe que esté sin algún nexo en esa red mundial. Desde luego que esa explosión de información contiene un alto porcentaje de cosas repetidas o similares. En otro ejercicio de búsqueda de contenidos, una gran cantidad de los materiales que tengo en mi biblioteca no están disponibles en Internet, pues muchos son de antes de 1995. Sin embargo, aquellos textos de años más recientes solo se encuentran en formatos virtuales. Así que, si uno quiere lanzarse a pensar en el diálogo de la cultura, requiere infaltablemente de la consulta de los contenidos digitales (o digitalizados).
Esto también implica que, ante los millones de
textos e imágenes que convergen sobre un tema del pensamiento, la labor
literaria o filosófica se encuentra saturada y con pocas posibilidades de un
desarrollo que vaya más allá del promedio.
VMHP. Como filósofo y pedagogo, ¿qué observación haría sobre la relación de las tecnologías de la información, la comunicación y la socialización con los procesos metacognitivos de aprendizaje?
BV. Las TIC tienen capacidades para manejar información en grandes volúmenes. Al darnos cuenta de ese poder de datos, buscamos apropiarnos de las modalidades de aprendizaje que se basan en ellas. Eso permite que sean factibles muchos aprendizajes autoadministrados. Sin embargo, hay dos limitaciones, con ejes diversos. Una es la disponibilidad de la tecnología misma: las personas tienen que contar con los aparatos, sistemas, aplicaciones, procesos y tiempos de usuario con los que son propicias las TIC para la formación. Otra es de orden cultural: que entendamos que esa maquinaria informática tiene importancia como recurso de aprendizaje.
Una vez que la persona sabe que con esas
herramientas puede optimizar sus recursos para aprender, buscará los mejores
medios disponibles. Pero con una limitante: que las TIC viajan a la velocidad
de la obsolescencia tecnológica, de modo tal que aquello que fue útil cuando
aprendimos, requiere renovación constante. Así, el aprendizaje ligado a la
tecnología tiene la parte de contenidos, que es más estable; y la parte de
tecnología, que es más volátil.
En una estimación no probada, creo que cuando
mucho 2 de cada diez personas en nuestra sociedad mantienen a las TIC como
expectativa constante y sistemática de su formación.
VMHP. Con respecto a la relación entre filosofía, literatura y tecnología, ¿cuáles son los conceptos más importantes para usted que podrían convertirse en herramientas de análisis?
Conceptualmente, habría que abordar los puntos
comunes: aparato, dispositivo, mecanismo; integración humana; discurso,
fundamento, creación.
VMHP. ¿Cómo describiría la relación de la escritura a mano y la escritura a partir de dispositivos electrónicos con posibilidades de conexión a Internet de los últimos 20 años (2000-2020)?
BV. Por circunstancias personales, me tocó vivir la evolución de la Internet desde los años noventa, en tiempos que dediqué al ensamblado de equipos de cómputo y a impartir algún curso de lógica de circuitos y cosas de ese tenor. En el lado opuesto, mi quehacer como escritor comenzó, como es de esperar, con la escritura a mano, antes de la PC. A mi ver, la revolución digital instauró nuevas formas de plasmar el texto literario; y más allá todavía: trazó nuevas rutas a las posibilidades productivas de la escritura humanística. Pongamos el ejemplo de un libro de 200 hojas. Escribirlo y reescribirlo a mano (como Balzac revisando galeras) era una tarea que desgastaba al autor y le impedía el desarrollo de esa idea lateral que ya lo acosaba. Con la informática, la reposición textual se facilita. Pero existen algunas desventajas, como la fragilidad electrónica o magnética de los medios de almacenamiento, el cambio de los códigos y patentes de los fabricantes de aplicaciones, la actualización y su gemela la obsolescencia, entre otros aspectos difíciles.
Escribir a mano resulta una fórmula exquisita,
pero impráctica. Sobre todo con vistas a la publicación, pues el ámbito
editorial está por completo conducido por los dispositivos digitales. la
velocidad digital de la publicación ha dado lugar a una frase con cierta
injusticia, que he utilizado en otro momento: muchos escritores están
aprendiendo a publicar antes de aprender a escribir.
VMHP. Como filósofo, ¿cómo definiría la relación entre pensamiento complejo, filosofía, literatura y tecnología?
BV. Tuve la fortuna, hacia 1985, de llevar mi tesis de Maestría en Filosofía hacia la conclusión de que los estudios estéticos requerían una aplicación metódica basada en la complejidad y la interdisciplina. Desde entonces, ambas cosas han sido exigidas por el despliegue de la tecnología: la convergencia de múltiples puntos de vista y muchos saberes para la elaboración y comprensión de los procesos y objetos tecnológicos; y la creciente complejidad que eso implica, tanto para la circulación social de tales objetos y procesos como para su comprensión por parte de quienes reflexionan al respecto.
El cambio absoluto de modos de la experiencia
social sucede con el desarrollo de la tecnología, mediadora entre el cuerpo
humano y el cuerpo del mundo. El pensamiento y la creación verbal se han
sometido al orbe informático y de la red mundial, de modo que los filósofos son
citados en los muros de los usuarios como marcas registradas que opinan sobre
cualquier cosa de actualidad. Si algo le ha dado peso al pensamiento complejo
es la velocidad con la que se vinculan los acontecimientos y su actualización
“filosófica” o “literaria” en las redes sociales.
VMHP. Por último, sus palabras son de suma importancia para la investigación que ya se ha señalado al inicio del presente documento, por tanto, aquí está un espacio para que genere una idea libre, y que será de gran valor, a partir de todo lo que se ha mencionado en las preguntas y respuestas:
BV. Seré injusto y sesgado en esta idea: En la época del cambio climático que arrasará con muchos asentamientos costeros, y de la pandemia que dañará por años la economía mundial, los filósofos parecen haber olvidado la relación con sus comunidades; o han elaborado productos reflexivos a medida de la moda de los acontecimientos para estar al día en Internet. Los literatos reiteran en sus obras las nuevas tradiciones de la virtualidad, sesgada por la rapidez del producto y muchas vinculaciones con el consumo y tráfico de estupefacientes. Con ese pensamiento y esa creación verbal mediatizados, se desliza la textualidad como una de las extremidades del monstruo internético. Es como el opio de una nueva religión, en la que cada cual es devoto de sí mismo en la consagración y la comunión otorgadas por los “like” y los algoritmos de búsqueda. La sacralización de las redes y sus efectos en las comunidades —ahora virtuales— conllevan nuevas formas de pensar y decir que todavía estamos, como sociedad, construyendo. Cosas todas estas que al final parecen reducirse a una reiteración dentro del océano invisible de la información en el que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
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