Silencio y enunciación: estructura textual a partir de la deconstrucción hermenéutica...

El lenguaje del silencio
es el murmullo de las palabras…

El silencio

Más profundo que la palabra
es el silencio…

La enunciación

El lenguaje es la casa del ser.
En su morada habita el hombre…

El lenguaje



***

El siguiente texto no intenta ser una investigación rigurosa, ni un pensamiento totalmente académico, es, más bien, un intento por pensar, leyendo y escribiendo, acerca de dos conceptos que, en su forma, parecen contradictorios, pero que al ser estructurados dentro del mismo texto, ya pueden ser observados como complementarios, como unidos de cierta forma; dos conceptos que son rostros reflejados en el mismo espejo. Los conceptos son el silencio y la enunciación.

¿Cómo pensar estos dos conceptos dentro de la misma estructura textual? ¿Cómo leer y escribir ambos conceptos, que al parecer se contradicen, dentro de la misma escritura? ¿Cómo encontramos ambos conceptos dentro de las mismas estructuras textuales?

Estas preguntas las respondemos diciendo que intentamos “construir” una metodología de lectura y escritura (una herramienta conceptual) que nombramos deconstrucción hermenéutica, y al mismo tiempo, nos acercamos a los textos (cualquier texto) teniendo en mente el concepto de estructura textual. En efecto, tanto la deconstrucción hermenéutica, como la estructura textual, son dos herramientas conceptuales que nos permiten acercarnos a cualquier texto y pensar sus contradicciones, sus imposibilidades, sus formas diversas, sus matices, sus claroscuros, sus entradas y salidas, incluso sus rompimientos y reconstrucciones textuales. Tal como lo describiría Foucault,

“allí, por un instante, quizá para siempre, el paraguas se encuentra con la máquina de coser–… permite al pensamiento llevar a cabo un ordenamiento de los seres, una repartición en clases, un agrupamiento nominal por el cual se designan sus semejanzas y sus diferencias, – allí donde, desde el fondo de los tiempos, el lenguaje se entrecruza con el espacio”

¿Qué es lo que nosotros tomaríamos del fragmento de Foucault? Aquel punto del encuentro entre el paraguas y la máquina de coser, unidas para siempre. El interés que tenemos por estas “contradicciones” dentro de las estructuras textuales es a causa de las posibilidades que tenemos de leerlas, y entenderlas, de escribir sobre ellas, por el hecho de que pensamos a partir de nuestra metodología, de la deconstrucción hermenéutica. Pero, ¿en qué nos ayuda a nuestra lectura y a nuestra escritura esta metodología de la que hablamos? La posibilidad que tenemos de pensar las contradicciones se da por el hecho de que nuestra herramienta conceptual, ya reflejado en su nombre, es contradictoria, y así, nos permite pensar aquello que es contrario. Para precisar, los elementos contrarios dentro de nuestro concepto son los nombres de las formas filosóficas de pensamiento hacia los textos. En pocas palabras, diríamos que tanto la deconstrucción como la hermenéutica son formas de pensar los textos que se dirigen a ellos con perspectivas analíticas diferentes: por un lado, la hermenéutica considera al texto como una unidad ontológica que significa en sí misma, y que es apropiada en su significado por el lector, construyendo el ser de este último, permitiéndole un autoconocimiento, una comprensión de sí mismo, que lo lleva a trascender el sentido de aquello que lee. Por otro lado, la deconstrucción es una estrategia de lectura y escritura que no cree en la ontología del texto, sino que considera que aquello que lee puede ser movido de su lugar, puede ser pensado de otra forma, puede ser desensamblado, desestructurado, desmontado, como si fuera una estructura textual, y al desmontar dicha estructura, puede habitarla con otras palabras, con otros sentidos, porque después de todo, no hay un significado fijo, trascendente, metafísico, único, sino una multiplicidad de significados, de sentidos que se le pueden dar al texto.

Entonces, ¿cómo podemos hablar de una deconstrucción hermenéutica, si ambas parecen formas filosóficas contradictorias? Nuestra intención podría parecer casi imposible, pero no lo es. De hecho, en muchos aspectos, ambas filosofías se acercan, ya que se complementan, se completa, se autoconstruye y construyen a la otra, porque, mientras que la deconstrucción es una estrategia de lectura y escritura que desarma el texto para montarlo de otra forma, la hermenéutica es una forma de lectura y escritura ontológica que intenta comprender el texto, intenta apropiarse del texto en su significado esencial. Esto nos lleva al punto de unión: tanto una como la otra son métodos, estrategias de lectura y escritura, y su fin es comprender aquello que se lee, y al mismo tiempo, para que ambas filosofías puedan entender o desarmar aquello que leen, dependen de la escritura: ambas filosofías, entonces, son lecturas y escrituras. Lo problemático se manifiesta en el hecho de que la hermenéutica cree en la ontología del texto, y la deconstrucción descree, sospecha, pone en duda dicha ontología, porque cree que todo texto no está fijo, sino que se encuentra en un movimiento constante, y no cree que el texto pueda ser un organismo vivo que signifique por sí mismo, sino que es la intención de alguien que escribe escribir de cierta forma, a partir de ciertas estructuras, tratando de construir un significado, dando un sentido a aquello que escribe. ¿Cómo podemos, entonces, pensar ambas filosofías? A partir de sus intenciones: ambas filosofías intentan construir una metodología, una estrategia de lectura y escritura; ambas filosofías tratan al texto como algo que se encuentra ante sus ojos y necesitan entenderlo, la hermenéutica a través de su lectura y apropiación del significado último, y la deconstrucción a partir de su lectura y desarmando su estructura, tratando de encontrar en todo eso que desensambla una posibilidad de nuevos significados. Diríamos que para la hermenéutica, el texto es algo que se inserta en el terreno de la verdad, y para la deconstrucción, el texto es algo que se inserta en el terreno de la ficción, de lo artificial, de lo infinitamente posible de ser desarmado de muchas formas.

Surge, entonces, una pregunta acerca de nuestra metodología: ¿Cómo trabajaremos ambas filosofías, tanto la hermenéutica como la deconstrucción, como una sola herramienta conceptual que nos permita acercarnos a toda estructura textual a partir de una estrategia de lectura y escritura y apropiación y desapropiación del sentido y del significado de lo que se lee y que se transforma al momento de escribir? La respuesta es la siguiente: sencillamente intentaremos construir dicha herramienta conceptual, sin nunca dejar de sospechar de nuestro intento, sin nunca dejar de poner en duda aquello que leemos y escribimos y pensamos que es una deconstrucción hermenéutica, intentando leer y escribir a partir de la dificultad que existe en unir ambas filosofías, pero sobre todo, “despojar” de sus diferentes sentidos a ambas filosofías, y en este caso, “quitando” de la hermenéutica esa perspectiva de análisis ontológico de los textos, despojando su sentido de creer que aquello es esencial, que es inamovible; y en cuanto a la deconstrucción, despojarla de su “falta de acercamiento” a la hermenéutica, a su duda constante de que es imposible acercarse a un texto que busca significar por sí mismo. De este modo, lo que nos queda es la deconstrucción hermenéutica, una metodología que permite desarmar los textos, pero continúa buscando su significado, que reestructura todo lo que se lee, pero que no deja de creer en que hay un cierto orden en el texto mismo, y que hablar de estructura textual, aunque ya es hablar de algo artificial, algo construido, no deja de buscar un orden, una lógica de pensamiento que necesita darle sentido para su lectura. Es decir, leer y escribir, apropiarse y desapropiarse, desensamblar y ensamblar nuevamente, desestructurar y reestructurar, no es romper con el significado, no es creer que no hay significado, sino construir una estructura textual que nos permita encontrar, entender, apropiarnos y desapropiarnos de lo leído, y reflejar en lo escrito una multisignificación.

¿Qué nos quedamos, entonces, en la deconstrucción hermenéutica? El (des)armar, el (des)ensamblar, el re(des)estructurar las estructuras textuales, sin creer en una ontología del texto, pero sin dejar de creer que hay un significado en todo esto, un multisignificado, artificial, pero que debemos escribirlo…

***

Ya hemos pensado, y escrito, acerca de la deconstrucción hermenéutica, la herramienta conceptual que nos permite pensar las contradicciones. Ahora vamos a tratar de pensar, y escribir, acerca de los conceptos por los cuáles hemos iniciado nuestro trabajo: silencio y enunciación, y al interior de estos, pensaremos sobre el lenguaje. Preguntaríamos: ¿Cómo se relaciona el lenguaje con el silencio, y dónde se encuentra el silencio dentro de la teoría de la acción enunciativa? A partir de la deconstrucción hermenéutica, pensamos en el lenguaje habitando el silencio, y al mismo tiempo, el silencio habitando el lenguaje, esto al interior de algunas estructuras textuales.

Silencio, enunciación y lenguaje: una serie de ideas

1.- Pensar en el lenguaje, habitando el silencio y la enunciación, nos lleva a diferentes cuestionamientos, a formularnos algunas preguntas, como: ¿Es que podemos pensar desde el silencio, o pensamos sobre el silencio? Pensar sobre el silencio podría significar pensar por encima de él, y pensar desde el silencio podría hacernos pensar que pensamos desde dentro de él. ¿Pensamos cerca del silencio, pensamos en el silencio? Pensar cerca del silencio es pensar acercándonos al silencio, y pensar en el silencio puede ser un juego doble: por un lado, pensamos en el silencio, habitando el silencio, en, siendo la postura de estar detenido sobre, en, dentro del silencio, y por otro lado, es pensar en el silencio, como si el silencio estuviera delante de nosotros, siendo contemplado por nosotros, observándolo en sus movimientos, en sus matices, o escuchándolo. Luego, ¿qué es el silencio?, ¿es posible definir el silencio, incluso podríamos hablar de pensar el silencio? (Esta serie de preguntas las hacemos para poder pensar la estructura de nuestro texto. Entonces, al pensar en contradicciones que pueden permanecer juntas, en la misma línea, la misma idea o el mismo texto, podemos pensar, recordemos, el doble camino de la estructura textual a partir de la deconstrucción hermenéutica. Y este texto no trata únicamente sobre el silencio o sobre la enunciación, sino que trata sobre la escritura, sobre la estructura textual, sobre el lenguaje y sobre nuestro concepto. De esta forma, pensamos el silencio y la enunciación al interior de toda estructura textual, al interior de la lectura y la escritura). Aquí, entonces, encontramos algo interesante, y es que, al pensar el silencio, lo que pensamos no es el silencio en sí, sino que pensamos un concepto, una palabra que nos significa “algo” llamado silencio, y esa palabra, como señalaría Borges, no es la cosa en sí, es decir, la palabra silencio no es el silencio en sí, sino que nos representa una idea que tenemos acerca de algo que conocemos, comprendemos, pensamos, hemos sentido, e incluso practicado, pero que no podemos más que percibir, “se supone que el lenguaje corresponde a la realidad, a esa cosa tan misteriosa que llamamos realidad. La verdad es que el lenguaje es otra cosa.” Las preguntas, pues, son herramientas para romper el sentido de lo que decimos o pensamos, y en este caso, tratamos de romper el sentido de la palabra silencio para encontrar lo que realmente tenemos en mente cuando pensamos en el silencio. Pero la enunciación también nos lleva a una serie de preguntas, mismas que nos formulamos a partir de las diferentes teorías de la enunciación, y que también podríamos llamar teorías de la acción enunciativa.

2.- ¿Es posible llegar a pensar el silencio y la enunciación? ¿De qué hablamos al pensar en estos dos conceptos y cómo es que hemos llegado a pensar que es posible llegar a pensarlos unidos, bajo la misma idea, dentro del mismo texto? ¿Es posible creer que los dos conceptos son como dos rostros que se miran a través del mismo espejo, por medio del mismo cristal, y que son conceptos que se bifurcan en sentidos? Pero si hablamos de silencio y enunciación, como conceptos que se hermanan al momento, ya no de hablar acerca de ellos, sino al momento de escribir en torno a ellos, podríamos pensar con alguna imagen en mente que nos permitiera visualizarlos dentro de la misma estructura textual. ¿Qué imagen podríamos utilizar a fin de unir ambos conceptos? Esta imagen, a su vez, requeriría una herramienta conceptual que le permitiera una escritura con posibilidades de pensar los dos conceptos de los que venimos escribiendo. Una imagen y una herramienta conceptual para poder hablar de tres conceptos. Pero ahora que lo pensamos mejor, tal vez no sea una imagen, sino un conjunto de imágenes que nos lleven a la unión de estos conceptos.

3.- A partir de las teorías de la acción enunciativa: ¿Quién es el otro, aquel otro que pronuncia su palabra y que yo escucho? ¿Quién habla cuando el otro habla, cuando el otro me habla y me cuestiona y me expresa su ser en sus palabras? ¿Quién habla, quién pronuncia la palabra, quién tiene la palabra? ¿Alguien es dueño de la palabra que es pronunciada y que se escucha, ya sea en forma de pregunta, de exclamación, de afirmación? ¿No son las estructuras mismas las que construyen el lenguaje que es el hablar de algo? ¿De qué hablamos cuando hablamos de lo que hablamos? ¿De qué hablamos al hablar de lenguaje y de escritura y de silencio y enunciación? ¿A quién es dirigida mi palabra cuando la pronuncio? (pero en esta pregunta que acabamos de hacer-escribir, preguntaríamos, ¿soy yo el que pronuncia esa palabra?, ¿no son las estructuras lingüísticas las que me hacen hablar, como ya vimos en otra pregunta?) ¿Qué significa aquello que pronuncio? Esta serie de preguntas las formulamos menos a buscar una respuesta que a pensar en la construcción de mi lenguaje, es decir, mi palabra en acción directa hacia alguien o hacia mí mismo o hacia la simple pronunciación de mi palabra.

4.- ¿Dónde encontramos el silencio y la enunciación dentro de las estructuras textuales? Para llegar a ver esto, es necesario que describamos las formas de los textos, de los libros, de las bibliotecas (como ya vimos en Foucault, partiendo de la biblioteca borgesiana). El silencio se encuentra ahí, entre las páginas de los libros, entre las letras, en los personajes; los libros son esos lenguajes mudos, cerrados, que hablarán, únicamente, hasta que alguien pronuncie lo que en ellos está escrito. Incluso las imágenes de un libro son lenguajes mudos, silenciosos, que murmullan, y que debemos leerlos para comprenderlos, entenderlos, tal como Jacob hizo con el ángel, acercándose a él para escucharlo, para luchar con él para por fin arrancarle el significado de sus palabras. De esta forma, diríamos: las estructuras textuales son lenguajes silenciosos que nunca están callados. Un libro, por más que esté cerrado, por más que nadie lo lea, tiene dibujado entre sus páginas el lenguaje, y por más que nadie lo lea, este lenguaje dibujado se encuentra hablando, siempre diciendo. Tal como nos señala un autor, “El lenguaje literario es esa zona de sombra en la que desaparece la autocomprensión conceptual y reflexiva del lenguaje, el espacio donde la palabra nunca alcanza la delimitación de lo dicho (nombrado, definido, concebido) y se retira al otro lado de una opacidad que la extrañeza no hace más que señalar” , lo vemos claramente: el lenguaje permanece en silencio dentro del texto, mudo como es, sombrío como es, en una oscuridad como de espejo, como de cristal empañado. Este fragmento es otro momento de unión entre el silencio y la enunciación. La deconstrucción hermenéutica es el momento en que se une lo contradictorio, por un instante, por un solo momento, un único momento, cuando la máquina de coser y el paraguas se encuentran.

5.- Continuamos dentro de la teoría de la acción enunciativa, y ahora trabajaremos una imagen para explicarnos la acción enunciativa: La lucha de Jacob con el ángel . Esta narración bíblica nos dice que Jacob, un hombre mítico, se ha mantenido solo, en un terreno donde ningún otro ser humano habita. En este caso vamos a ver la situación de Jacob como habitando el silencio, ya que no hay comunicación con nadie más. Y es en este silencio donde la transformación de Jacob será profunda, y será a partir de la transformación de tres elementos frágiles en él: su palabra, su nombre, su rostro. Luego vemos que Jacob comienza a “moverse”, es decir, hay una acción de su palabra, el movimiento de su nombre, y sale al encuentro del ángel. ¿Cómo interpretaremos a Jacob y al ángel? ¿Cómo hablaremos de estos dos personajes y su lucha o encuentro? Para nosotros, Jacob será la metáfora del hombre que busca responderse preguntas acerca del mundo que lo rodea, que busca la transformación de su propia palabra, que busca definir el mundo, su mundo, la subjetividad de su mundo, y que al final, todo su mundo lingüístico es radicalmente cambiado. Jacob es el hombre en el mundo, representando el Dasein heideggeriano, el ser en el mundo de cierta forma. Es, al mismo tiempo, la metáfora del lenguaje en plena comunicación, entrando en relación con el otro, que se expresa, que manifiesta su ser al salir al encuentro del ángel. Este último es el otro que sale al encuentro de Jacob, es la palabra pronunciada hacia el otro. Entre Jacob y el ángel representan la construcción de la comunicación, que es el lenguaje dirigido hacia el otro buscando obtener una respuesta. Diríamos lo siguiente: “La clasificación de los ejes semánticos es de la siguiente forma: “del deseo (relación de querer, dada entre sujeto y objeto, que mediante el desarrollo de la acción se convierte en hacer); de la comunicación (entre destinador y destinatario, que se traduce en saber), y de lucha o participación (relación de poder, entre adyuvante y oponente).” En este caso concreto, en cuanto a estos “ejes semánticos”, explicaríamos la lucha de Jacob con el ángel de la siguiente forma: Jacob sale hacia el ángel, que es el deseo, es decir, el deseo de Jacob por el objeto “ángel”, por saber el contenido de su mensaje (recordando que la palabra ángel significa mensajero, es decir, el que trae el mensaje; en este caso, pensar en la palabra mensajero es pensar en la transformación de aquel que porta el mensaje, ya que este último transforma, esencialmente, al que lo porta, al que lo lleva. Pero no hablamos de una esencialidad trascendente, sino en una esencialidad lingüística, en el uso de un lenguaje que transforma la idea que tenemos de aquel que porta el mensaje), y el encuentro con el ángel, el momento en que se enfrentan, entablan una relación comunicativa, donde por fin el ángel manifiesta su palabra para que Jacob pueda entender, comprender, apropiarse de su mensaje. Así, resumiendo, vemos que en Jacob: se manifiesta el deseo por apropiarse del mensaje que trae el ángel; se manifiesta la comunicación con el ángel, y se produce el saber, el conocimiento de lo que significa aquella palabra que será pronunciada, y que Jacob llama “bendición”; por último entenderíamos que la lucha de Jacob con el ángel va a representar todo el proceso de apropiación del mensaje. Pero observar a Jacob de esta forma es pensar en el lenguaje y en la teoría enunciativa. Recordemos que Jacob, en su relación con el ángel, también puede ser contemplado como un elemento del silencio. Y no sólo del silencio, sino de un conjunto de elementos: así vemos en el mito de Jacob una historia que encierra tanto la teoría de la acción enunciativa, como una teoría sobre el lenguaje, una metáfora del silencio y la construcción de una conceptualización de la deconstrucción hermenéutica. Es, pues, una historia multisignificativa.

6.- El silencio y la enunciación se despliegan entre las páginas de todos los libros, de todos los textos que leemos y de aquello que escribimos. Toda estructura textual está plagada de silencios y enunciaciones que se manifiestan entre las palabras, entre la escritura, entre las lecturas que hacemos. Todo aquello que se escribe ya lleva en su estructura el silencio, porque leemos y hacemos pausas, o pensamos lo que leemos, o anotamos algunas ideas, e incluso buscamos citas para sustentar lo que decimos. Lectura y escritura, silencio y enunciación, lectura y silencio y enunciación, escritura y silencio y enunciación: la estructura textual se construye a partir de estos cuatro elementos que analizamos a partir de la deconstrucción hermenéutica.

7.- ¿Dónde encontramos el silencio? ¿Realmente el silencio existe en el mundo, realmente es un objeto que podemos aprehender y entender? Aunque ya nos hemos preguntado acerca de esto, lo retomamos para pensar en lo que estamos escribiendo. Tenemos, entonces, dos fragmentos, entre poéticos y filosóficos, que nos expresan lo que hemos venido pensando: “El lenguaje del silencio es el murmullo de las palabras”, y también, “Más profundo que la palabra es el silencio”. Ya estas dos frases nos llevan a pensar que el silencio no es la voz guardada, apagada, sino otra voz, una voz diferente, una voz que se manifiesta de otra forma, y que su lenguaje es manifestado mediante otros elementos. Vemos, entonces, que estas dos frases hacen referencia a otra idea más: el silencio, pensado poéticamente, no es la falta de palabra, sino la ocultación del lenguaje, la palabra que se ha ocultado para significar algo más. Y así, el silencio es la huella de la palabra que se ha ocultado, y su lenguaje es manifestado en la huella. Esto nos lleva directamente a recordar el momento en que Moisés habla con Yahvé, en el monte, y Yahvé ha mencionado que se manifestará (sabemos que la manifestación de Dios siempre va a ser la manifestación de su palabra, del lenguaje que Dios manifiesta en el mundo) por medio de su huella, ya que Moisés no podrá ver su rostro descubierto, sino su espalda, y aun así, Moisés es “guardado” dentro de una peña. Diríamos que Yahvé, que es lenguaje, que es palabra, también es silencio y es enunciación dirigida hacia el mundo del hombre. Es este concepto teológico demasiado complejo, y eso construye su profundidad, ya que “Yahvé” es una palabra que encierra dentro de sí (recordemos que las palabras pueden ser pensadas como cajas mágicas, o cajas de herramientas) un sentido casi absoluto de la deconstrucción hermenéutica, ya que esta herramienta conceptual, que es nuestro concepto más importante para pensar en las estructuras textuales, es un intento por pensar en sentido doble todo aquello que se lee, y de esa forma, se llega incluso a ver, desde esta perspectiva analítica, que el silencio, la enunciación o teoría de la acción enunciativa, y el lenguaje, complementan una misma idea. Es al interior de cualquier texto donde encontraremos la unión del lenguaje del silencio y de la teoría de la acción enunciativa, unidas, en movimiento, rompiéndose una y otra, separándose y volviéndose a reunir, y es en el concepto de Yahvé donde más profundamente puede ser desarrollada esta idea .

8.- Cuando Borges nos menciona, en su texto El aleph, que encontró “ese pequeño objeto conjetural”, existe la unión del silencio y la enunciación por un momento. ¿Dónde lo encontramos? Al momento de comenzar a escribir todo aquello que vio, por un instante, sin empalmarse nada de lo que vio con otras cosas vistas. Encontramos el silencio en ese momento en que observa el pequeño aleph, que es cuando, por un instante, guarda silencio, “se le escapa el aliento”, porque ha descubierto el infinitamente ficticio universo. Luego toda la enunciación se hace al describir todo lo que vio. La unión de ambos se describe como “sentí infinita veneración, infinita lástima”: por un instante, que encierra todos los instantes que es posible de encerrar, sintió, y en ese sentir va el sentimiento doble, de lo infinitamente silencioso, del infinito lenguaje del silencio que es el infinito murmullo de las palabras (ni siquiera el silencio guarda silencio), y de lo infinitamente enunciado, que es la descripción, escrita, de todo aquello que vio (la infinita enunciación es el nombrar el mundo entero en una serie de nombres imposibles de abarcar, imposibles de detener, imposibles de nombrar, porque son infinitos nombres que nunca dejarían de nombrarse). En la biblioteca de Babel, ese otro relato de Borges, nos dice Foucault que “todo lo que puede ser dicho ha sido ya dicho: uno puede encontrar en ella todos los lenguajes concebidos, imaginados, incluso los lenguajes concebibles, imaginables; todo ha sido pronunciado, incluso lo que no tiene sentido, hasta el punto de que el hallazgo de la más mínima coherencia formal es un azar altamente improbable, cuyo favor muchas existencias, aunque encarnizadas en ello, no han recibido nunca. Y, sin embargo, por encima de todas estas palabras, hay un lenguaje riguroso, soberano, que las recubre, un lenguaje que las relata y, a decir verdad, las alumbra: lenguaje apoyado él mismo en la muerte, puesto que en el momento de caer en el pozo del Hexágono infinito es cuando el más lúcido (el último por consiguiente) de los bibliotecarios revela que incluso el infinito lenguaje se multiplica hasta el infinito, repitiéndose sin término en las figuras desdobladas de lo Mismo” . Y en otro lugar, Foucault nos hace otra mención sobre el lenguaje (y podemos ver dentro de sus palabras el silencio), “Este nuevo lugar de los fantasmas no es ya la noche, el sueño de la razón, el incierto vacío abierto ante el deseo: es por el contrario la vigilia, la aplicación infatigable, el celo erudito, la atención acechante. Lo fantástico puede nacer de la superficie negra y blanca de los signos impresos, del volumen cerrado y polvoriento que se abre con un revuelo de palabras olvidadas; se despliega cuidadosamente en la biblioteca enmudecida, con sus columnas de libros, sus títulos alineados y sus estantes que la limitan por todas partes pero que se abren, por el otro lado, sobre mundos imposibles. Lo imaginario se aloja entre el libro y la lámpara” . Aquí vemos dos párrafos de Foucault que encierran, tanto la cuestión del lenguaje como la del silencio, ambos dentro de los límites de la biblioteca, ambos dentro de bibliotecas fantásticas, la de Babel y la fantástica en sí misma. En ambas bibliotecas se aloja el lenguaje y el silencio, entre sus páginas, sus letras, sus pastas cerradas, los personajes ahí descritos, imaginados, pensados, y como señala: el lenguaje suena dentro de las páginas del libro, y cuando es cerrado, cuando las palabras son guardadas, surge el silencio, pero es un silencio que vuelve a manifestar esas palabras; las páginas se cierran y el silencio llena todo en el libro, en la biblioteca, mientras que el lenguaje vuelve, silencioso, murmullante, en la memoria de aquel que lee, en el surgimiento de los quiméricos, como podemos ver en Don Quijote, que Foucault analiza, mencionando que Don Quijote se ha escapado directamente de las páginas del libro que lo retenía, y es él mismo a semejanza de las letras que representa, de los signos, es grafismo frágil, delgado, “Ahora bien, él mismo es a semejanza de los signos. Largo grafismo flaco como una letra, acaba de escapar directamente del bostezo de los libros. Todo su ser no es otra cosa que lenguaje, texto, hojas impresas, historia ya transcrita. Está hecho de palabras entrecruzadas; pertenece a la escritura errante por el mundo entre la semejanza de las cosas” . Todo en estos tres párrafos es la conjugación del silencio y el lenguaje, de la enunciación hablando al otro, siendo el otro, construyendo un ser de palabra, como Don Quijote, un ser de silencio que es lenguaje que murmulla. La idea que construye Foucault sobre los libros, sobre la estructura textual encontrada en las bibliotecas, es la unión de estos conceptos que venimos estudiando, analizando, pensando y escribiendo.

Lo anterior es nuestra reflexión en torno al silencio, a la enunciación y al lenguaje, vistos dentro de una estructura textual a partir de la deconstrucción hermenéutica. Pero es momento de que detengamos nuestra lectura y nuestra escritura, es momento de poner punto final. Pero en un trabajo sobre silencio y enunciación, deconstrucción hermenéutica y estructura textual, ¿es posible hablar de punto final, es posible concluir, cerrar la estructura, decir la última palabra? El deseo, la necesidad, la misma estructura textual lo pediría, pero no así nuestras herramientas conceptuales, ya que ellas dejan abiertas las posibilidades (infinitas posibilidades de apertura) para que el texto nunca termine, ya que, como hemos visto, la construcción de la estructura textual se vuelve infinita (como la biblioteca de Babel de Borges, y la biblioteca fantástica de Foucault). Guardemos silencio, apaguemos nuestra voz, terminemos nuestra escritura, porque después de todo, cuando la voz se calla, cuando la escritura se termina, cuando la lectura concluye, ya por otro lado resurge, inicia, continúa. Ocultemos nuestra palabra, que ella seguirá significando. El silencio es silencioso, pero no deja de ser un lenguaje, un lenguaje que nos habla, como una luz maliciosa y fugitiva, pero que sigue iluminando…

Víctor Marcos Hernández Pérez
18 de octubre de 2010

Comentarios

Entradas populares de este blog

ENSAYO: ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA, DEL HOMBRE SUPERIOR, NIETZSCHE