Maravillosa mariposa amarilla...

En un lugar detrás del espejo

¿Has mirado dentro de la superficie que lo construye? ¿Has visto tus ojos dentro de él? No sé ubicarlo, pero sé que se encuentra del otro lado, y a veces eso me dá miedo.
La noche viene y vienen todos los fantasmas que me acompañan desde mi primera niñéz. Incluso recuerdo que le pedí a Dios ver la mano del diablo asomarse por la ventana, levantar sus dedos, llamarme, y quería ir, pero nunca apareció. Después le pedía otros milagros, pero era rara la vez que encontraba aquello que le había estado, ¿exigiendo? Todo mi malestar mental tiene que ver con Dios, porque fue en quien primero creí.
Primero vino Dios, luego mis padres, luego yo mismo. Pero es que no creo en mí -y sigo observando los ojos dentro de él, y ya comienza a correr por mi cuerpo ese terror inevitable que me dá a las 4 de la mañana cada vez que escribo algo parecido- y si no creo en mí, entonces, ¿qué hago viviendo conmigo? Según Sartre el infierno son los otros, pero yo sé que mi infierno soy yo creyendo en Dios que nunca aparece, que nunca me habla. ¿Para qué leer una historia, varias historias, que narran la voz audible de Dios en los oídos de los llamados profetas? Nunca me ha hablado, no sé por qué sigo creyendo, ¡y lo peor!, esperando en Dios. Y clamo y clamo y clamo... y todo es silencio.
A veces, cuando observo los ojos que me observan, pienso mil cosas, y siento como que muchos demonios y ángeles pelean dentro de mi mente, como para ganarse mi alma, mi vida, mi existencia, y sonrío, porque soy tan importante para ellos, que se pelean por mí. Veo mi mente como fragmentada, como si fuera otra, dividida en miles de pedazos, y me dá miedo, porque no sé cómo unirla. Incluso las ratas que corren dentro de mi cabeza se comen los pedazos que se forman y quiero quitarles esa comida para ponerla de nuevo dentro del cráneo que todo mundo dice que es mío, pero yo no siento que sea mío. Deben estar locos, porque sus palabras no coinciden con mis pensamientos. Desde hace tiempo me asomo a la ventana y sé que puedo volar, quiero volar, y un día volaré.
Ya, mejor guardaré silencio, y veré los pensamientos que salen de la pantalla que forma mi mente.
Sí, son puros pensamientos, son imágenes que pasan volando como aves negras y amarillas. Y ahí está de nuevo, la mariposa amarilla. Esa maravillosa mariposa amarilla que se detiene en la superficie del espejo mueve sus alas, vuela por todo el cuarto, quiero tenerla en las manos, comérme su cuerpo, comerla a ella. Quiero ser la mariposa que salió de mi cabeza. Sí, las migrañas han vuelto hoy y no se detienen. Un día ubicaré de dónde proviene este dolor infinito que me perturba.
¿Estoy loco porque todo esto lo estoy pensando en una noche, en un momento, en un sólo instante? ¿Soy el tipo que vive del otro lado del espejo, ese que me mira cada día? Pero es que del espejo salió la mariposa amarilla, con sus alas amarillas maravillosas, con su vuelo libre, perfecto, pero aterriza en la superficie del espejo, pero mis manos no la pueden agarrar, no la toca, y mi boca no puede besarla. Esa maravillosa mariposa amarilla vive dentro del espejo. Detrás del hombre del espejo está el sótano, cerrado, como siempre, como si fuera la mente de alguien. Todo esto me da miedo.
Pero ese hombre está acostado, toma sus tobillos, tiene saliva en la boca, saliendo de sus labios; sus ojos me miran, pero no logra controlar sus movimientos. Me dá tanta tristeza el hombre del espejo. Si pudiera, estiraría mi mano hasta dentro del espejo y tocaría por un momento sus dedos, que posiblemente vuelvan a moverse con el toque mágico de mi mano.
Sí, la maravillosa mariposa amarilla del espejo me ha revelado que tengo poderes mágicos para curar la locura del hombre del otro lado del espejo. ¿Me mirará y en su corazón desea que lo toque y poder curarse y sus lágrimas dejarán de correr por sus mejillas y sus ojos ya no tendrán esa mirada triste de alguien que espera un milagro?

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