ENSAYO: LIPOVETSKY, EL ARTE TRANSFORMÓ LA MIRADA DEL HOMBRE

Gilles Lipovetsky. El arte transformó la mirada del hombre

Fuente: Milenio Diario / Suplemento Laberinto / 
MÉXICO
Sábado, 18 de agosto de 2007

http://www.fce.com.mx/prensaDetalle.asp?art=9209

Por Alicia Quiñones
autor de La era del vacío reflexiona en la siguiente entrevista —de la que se han suprimido las preguntas— acerca la función del arte, la cultura, los libros y el cine en la sociedad hipermoderna. Asimismo, habla de sus influencias y de cómo se define como personaje mediático e intelectual.Soy filósofo, pero busco respuestas que no se inscriben en la tradición filosófica, sino en la observación del mundo. Así que soy una mezcla de sociólogo y filósofo. Soy un filósofo por las preguntas que me hago, pero soy un sociólogo en cuanto a la materia que estudio. Me gusta el mundo en el que vivo. Me apasiona la interpretación del cambio y creo que en las pequeñas cosas uno puede ver cuestiones muy interesantes que se relacionan con el futuro de nuestra sociedad. Para mí, el pensamiento y mi trabajo como intelectual es algo que vivo día a día, en la cotidianeidad, porque reflexiono, me hago preguntas sobre el teléfono, sobre las mujeres, la moda… y convivo con eso todos los días. Voy a restaurantes, hablo con gente y siempre estoy trabajando. No hago una separación. Casi no tomo vacaciones, no me gustan. Me gusta que mi vida diaria esté siempre vinculada con la reflexión.Algunos amigos me hicieron una observación: que era un hombre paradójico porque casi todos mis libros tratan de temas que a mí ni siquiera me conciernen personalmente. El consumo, por ejemplo; yo casi no consumo. La moda, francamente, no me interesa. Y, sin embargo, son temas que me apasionan, porque estoy convencido de que esas cosas son esenciales en la vida social.El libro que escribí sobre las mujeres (La tercera mujer) sí es muy cercano a mí. Lo escribí para contestar preguntas que me hacía personalmente, los demás libros no. Pero me encantó escribirlos.***De joven yo era muy despreocupado. Me encantaba salir. Bailar en los antros. Me encantaba irme de vacaciones. ¡Me interesaba la moda! Tal vez porque pensaba que así podía seducir a las mujeres, a las jovencitas.En los años sesenta, como muchos jóvenes de mi generación, participé en movimientos revolucionarios, pero siempre fui un intelectual; para mí la revolución era una idea. En 1968, en Francia, no cometí ningún acto de violencia, más bien estaba ahí de observador. Lo que más me interesa es la existencia, la vida, el placer, la felicidad, los demás. Eso siempre me ha interesado.Algo que tiene mucha influencia en mí es mi pasado marxista, las clases sociales, la vida en el mundo, el aspecto material de todo esto, y tres autores: Nietzsche, Tocqueville y Freud.He tenido muchísimas influencias. Me encanta leer. Y con relación a las lecturas, un libro malo nos trae muchas cosas, nos aporta mucho. Uno puede darse cuenta de que un libro no es bueno, pero puede haber en él algo, una palabra, una idea, que resulta muy importante.Leí mucho a los sociólogos estadunidenses que me gustan y me caen bien por su sentido de lo concreto. También leo toda la prensa. Extensivamente leo el diario todos los días. Si no leo un diario me siento mal. Me encanta leer el diario porque siempre encuentro algo que llama mi atención. Pero también me gusta la teoría.No tengo ningún método para trabajar. Cada quien lo hace como le da la gana, y yo hago lo que necesito.Imagine: usted empieza a trabajar, tiene una hipótesis, luego esta hipótesis se contradice por hechos, entonces uno empieza a buscar otros hechos y otros libros. Es como un viaje. No es un camino que ya está dibujado, no es un plano de una casa. Yo no tengo un plano cuando escribo un libro. Cuando escribo un libro cambio todo el tiempo de ideas. El libro es algo vivo que está cambiando todo el tiempo.***La sociología es diversa. Hay muchos tipos de sociología. Sociología muchas veces puede ser sólo un informe: los modos de vida, cómo funcionan las cosas, etcétera. No comparto la idea de que la sociología podría aportar una alternativa para la sociedad. Pienso que la sociología tiene un papel significativo para los medios de comunicación. La sociología permite, por ejemplo, orientar a los periodistas, porque ellos hacen un trabajo similar al del filósofo: observan la realidad, los hechos, pero su ritmo de trabajo no les da tiempo de reflexionar y para los periodistas es muy útil tener estudios que toman distancia, así que la sociología tiene un papel pedagógico y debe, además, aportar una mirada crítica como cualquier otra ciencia. Debe tener una mirada crítica para mostrar que algunas cosas son sólo ilusiones, desmontar esas ilusiones, y tiene ese papel para los ciudadanos porque el problema hoy en día es la excesiva masa de información que tenemos. Internet es una locura. Ahí cualquiera publica información, pero la obra sociológica toma distancia, se toma el tiempo de construir modelos interpretativos que son necesarios ante esa inflación del conocimiento o de la información. La sociología, como muchas otras ciencias sociales, tiene esa utilidad, pero también debe ser una respuesta al amor que uno tiene por la verdad. Debe buscar respuestas, porque la verdad es una felicidad estética. No todo tiene que tener únicamente una función social —obviamente existe ese aspecto de función social— pero hay, además, esa felicidad de la investigación por el puro gusto de investigar, mostrar cosas que no se habían visto, mostrar vínculos o relaciones que no son obvios a primera vista. Cuando usted lee La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Max Weber, ¿cuál es la utilidad de ese libro? No tiene alguna utilidad, pero cuando lo lee de repente usted entiende, y la sociología tiene la meta de hacer a la gente más inteligente. Es una magnífica meta y yo con eso estoy feliz, leyendo una obra tan fuerte como la de Weber o la de Durkheim o Tocqueville, porque de pronto uno tiene la sensación de entenderlo todo, de ser más inteligente.***Vivimos en una sociedad que es cruel. Aunque es menos cruel que otras formas de sociedad; es cruel para la gente más débil —sobre todo a nivel económico y social—. Pero tampoco es una sociedad tan cruel como los totalitarismos, como las dictaduras que conocieron en Latinoamérica, no en México. Muchas veces tendemos a idealizar el pasado, nos imaginamos que en las sociedades antiguas la gente se amaba más, que había más calor humano, que había una comunidad en los pueblos, que la gente hablaba con todo el mundo, que no peleaban entre sí, mientras que ahora es todo a la inversa. Pero eso no es cierto. Los antropólogos han demostrado que en los pueblos [antiguos] había costumbres de una crueldad terrible, que se odiaban entre sí, se hacían mal de ojo, hacían brujería para que los animales del vecino se murieran. “El hombre tenía un corazón puro, ahora tiene un corazón egoísta”, todo eso no es cierto. Los mecanismos sociales sí han cambiado, pero en todas las sociedades se sabe que la gente es celosa, que el ser humano tiene un corazón celoso, envidioso, le encanta cuando los demás sufren, y eso, probablemente, seguirá existiendo siempre.La risa cruel existe desde hace muchísimo tiempo. Antes los ricos se burlaban de los pobres, de los ciegos, de cualquier discapacidad, de los cornudos; la gente se burlaba de las mujeres viejas o feas de una manera súper cruel. En la época del Renacimiento había poemas magníficos acerca de las mujeres bellas, pero cuando se trataba de las mujeres feas la crueldad era insoportable. Eso ya no existe. Ya no es posible hacer chistes como esos. La crueldad es un tema interesante.***El arte es un objeto de consumismo y de consumismo de masa. ¡Mire los museos, siempre están llenos! Cada año hay millones de turistas que visitan los museos y las ciudades. El arte ahora es un objeto de consumo turístico. En la sociedad de hiperconsumo hay una exigencia estética cada vez mayor para todo lo que tiene que ver con comunicación, con los medios de comunicación; hay cada vez más diseñadores. Es lo mismo en las tiendas, los bares, los restaurantes: todo tiene que ser más decorado. En todos lados participan arquitectos de interiores que practican cierta forma de arte, porque existe una exigencia de diferenciarse del otro. Y esa exigencia obliga a un mayor trabajo a nivel estético. Además, los consumidores también han cambiado: no sólo quieren comer y ya, sino quieren hacerlo en un lugar bonito.En fin, hay mucho que decir sobre el papel que juega el arte en la sociedad hiperconsumista, lo que, tal vez, sea tema de mi próximo libro.***Escribí un libro que se va a publicar en octubre y que trata del cine. El cine, ése es el título, y habla del mundo de las pantallas y del cine. En ese libro analizo el fenómeno mostrando que de cierta manera el universo cinematográfico cambió la mirada de los hombres. Nosotros vemos las cosas y queremos que todo se parezca al cine, queremos que todo sea un espectáculo. Antes íbamos al restaurante a comer, ahora queremos que haya un espectáculo también. El arte transformó la mirada del hombre.Creo que cada vez más la producción industrial, sobre todo en el lujo, va a pedir a los artistas que participen. Pongamos el ejemplo de la moda: ¿qué sería la moda sin la fotografía de moda? No sería, para nada, lo mismo. Hoy en día la moda existe gracias a la fotografía de moda, que es un universo magnífico. De hecho la fotografía de moda me parece un universo más rico que la moda en sí. Hay fotógrafos y creadores increíbles en la fotografía de moda.Por los hiperactivos medios de comunicación, de publicidad, etcétera, se exige una vida artística mucho mayor, y un número mayor de artistas: ya no estamos en esa relación con el arte que antes era casi religiosa. Uno antes iba al museo con todo respeto, hoy en día vamos hacia un mundo donde el arte, la comunicación, los medios de comunicación y la conservación del patrimonio tienen una nueva configuración. Y esa nueva configuración es la que va a servir de base para esa sociedad de hiperconsumo y de hipermodernidad.***La literatura y el arte no son únicamente reflejos [sociales]. Han sido cosas que han cambiado al mundo. La literatura cambió, modificó la sensibilidad de la gente, modificó las modas, la mirada que uno tiene. Desde Rousseau vemos las montañas de otra manera, después de La nueva Eloísa. La literatura no sólo es reflejo [social], conlleva muchos temas. El mundo del libro es un mercado y hay una enorme parte de este mercado que se encarga de libros que fueron escritos por encargo. Las editoriales hacen un pedido y esos autores escriben un producto. A mí eso no me molesta.Veamos qué pasaba antes, cuando el libro no era un producto, pongamos que de 1900 a 1950 el libro no era un producto definido. Aun así había mucha producción, y dentro de esa producción hubo gente no muy buena. Hubo grandes autores: Céline, Proust, Joyce… pero el resto cayó en el olvido. El cierto que la proporción ha cambiado; hay demasiados libros porque son para ganar dinero. Entonces, en proporción, los grandes autores serán menos, pero estoy convencido de que el número de obras de calidad va a seguir siendo el mismo.Este año en Francia, el premio Goncourt se le otorgó a la obra Les bienveillantes, que es la historia de la vida interior de un nazi en la época de Hitler, contada en primera persona, de Jonathan Little. Éste es un libro totalmente anticomercial, son 900 páginas en caracteres pequeñitos. El libro fue un éxito de librería, 400 mil o 500 mil ejemplares. Un libro que la gente no puede leer hasta el final. Es muy largo, muy duro. Si los libros sólo fueran productos, no se habrían podido escribir libros como éste. Así que siempre habrá gente que hace las cosas porque le gusta hacerlas, no solamente por ganar dinero. El dinero es una motivación, muy bien, pero no es la única. Hay gente a la cual le interesa el dinero, pero también es gente que hace otras cosas por gusto. Estoy segurísimo de que esa dimensión será cada vez más importante. La gente podrá ganarse la vida y va a querer dedicarse a lo que ama, a aquello en lo que cree, y estoy casi seguro que se van a encontrar estas dos tendencias. La tendencia de la hipercomercialización: muchos libros, muchas publicaciones, y, por otro lado, publicaciones modestas, menos ejemplares, pero que serán suficientes. No necesitamos a cincuenta Shakespeares, sólo hay uno y está bien así. No hay cincuenta Dostoievskys. Si en el siglo XXI hay uno o dos o tres, pues muy bien, porque después de todo tenemos veinte siglos de literatura y no podemos leerlos en una vida humana. Creo que seguirá habiendo cosas de calidad, al igual que en el cine.Acerca del cine siempre están diciendo: ¡Ay, está desapareciendo el cine! ¡Sólo hay Blockbuster! ¡Gringos, con efectos especiales! ¡Es pura ciencia ficción! ¡El cine ha muerto por que Orson Wells murió; porque ya no están Antonionni y Bergman! Pero todo eso no es cierto, todavía hay películas hermosísimas con mucha sensibilidad, con ideas y cosas hermosas, eso es normal. Es normal que la gran calidad no exista en grandes números, porque nunca fue así, en ninguna época, lo que sí ha cambiado es la proporción. Es decir, Hollywood produce entre 700 y 800 películas al año, ¿cuántas son buenas? Obviamente no habrá 800 obras maestras, sería imposible, pero de esas 800 películas estoy convencido que debe haber entre diez y cincuenta y tal vez más películas que son muy buenas y que, dentro de unos años, volveremos a ver con mucho placer.***El cine es algo distinto a mis demás libros, no es tan sociológico y lo escribí junto con un amigo, Jean Serroy. Él es un cinéfilo de verdad, mientras que yo tengo un enfoque más antropológico sobre el cine. Lo que nos interesó es pasar del cine a otros temas que no tienen que ver con el cine. El cine nos llevó a plantearnos cuestiones que tienen que ver con la televisión, los juegos de video, Second Life, internet, el arte contemporáneo, etcétera. Los libros sobre el cine muchas veces son libros de especialistas, de cinéfilos, y son muy útiles, son necesarios. Puede haber libros sobre Bergman, sobre la economía del cine estadunidense, mientras que nuestro libro da una interpretación —o quiere, pretende— global del fenómeno cine, del cine hiperglobal, del cine como expresión del mundo hipermoderno, pero al mismo tiempo de un mundo en el que el cine queda atrás con relación a todas las demás pantallas que se multiplican. Hasta 1950 el cine triunfaba, era la única pantalla, era toda la diversión del pueblo. La gente iba al cine a soñar, la familia iba junta, las estrellas de cine estadunidenses eran polos de fascinación extrema. Pero ¿qué sucede cuando llega la televisión?, y después de la televisión, internet, y, entonces, ¿qué pasa con el cine? Usted me hizo la pregunta sobre la función de la sociología, pero es mucho más interesante saber cuál es la función del cine y cuál será la función del cine en el futuro cuando internet realmente esté por todos lados. Esos son los planteamientos de este libro.***No soy cinéfilo. ¡Hice un libro sobre cine pero no soy cinéfilo! Voy al cine como alguien normal, voy para ver una película; tengo una cultura cinematográfica muy pobre, pero me interesa el cine. De las últimas películas que he visto me gustaron Little Miss Sunshine, La vida de los otros… películas magníficas que se hicieron con poco dinero. Me gustó Diva, Bagdad café, películas de los ochenta, comerciales, no pretensiosas. Bagdad café es magnífica, tiene mucha poesía. Antes había esa separación de cine de arte y cine comercial, pero eso está desapareciendo. Hoy en día uno puede ir a ver una película comercial, películas de ciencia ficción, El hombre araña, etcétera, pero pueden existir —y de hecho existen— películas comerciales a las que les va muy bien y son muy buenas, que son muy inteligentes, que tienen mucha sensibilidad, y yo creo que eso es el futuro. [Carl Theodor] Dryer, por ejemplo, no hacía películas para todo el público, Fellini lo hacía un poco y Wells ya estaba entre ambas cosas.Es necesario evitar el maniqueísmo. No es porque se produzcan cientos y miles de películas que el cine se va a enriquecer, y estoy convencido de que se crean películas interesantes en el ámbito comercial. Así que el cine no está muerto ni se está muriendo. El profeta de la hipermodernidad es como se le ha nombrado a Gilles Lipovetsky (Francia, 1944), quien es catedrático de la Universidad de Grenoble, miembro del Consejo de Análisis de la Sociedad —regido bajo la autoridad del Primer Ministro— y del Consejo Nacional de los Programas del Ministerio de la Educación en Francia. En 1983 publicó La era del vacío, cuyos ensayos sobre el individualismo contemporáneo desataron grandes polémicas. Otros títulos publicados de este autor —todos ellos en Anagrama— son: El imperio de la efímero, El crepúsculo del deber, La sociedad de la decepción, Metamorfosis de la cultura liberal, El lujo eterno, Los tiempos hipermodernos y La felicidad paradójica, que llegará a México hacia finales de este año. El lunes 20 de agosto y martes 21, el filósofo francés concluirá su visita a México con dos conferencias, ambas a las 12:00 horas. La primera en el auditorio “lus Semper Loquitur” de la Facultad de Derecho de la UNAM y la segunda en el Colegio de México.



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