Postulado # 17

¿Por qué podemos decir que la Biblia es un texto que puede ser denominado absoluto al mismo tiempo que completo e incompleto? Porque su tema, que es Dios, es decir, Yaveh, “yo soy el que soy”, que es un ser imposible de abarcar, infinito, eterno, y que encierra una perfecta completitud e incompletitud, no tiene centro ni periferia. Siendo en sí mismo y por sí mismo, nunca empieza ni termina, y al ser él el autor de la Biblia, eso convierte al texto en un documento inacabado, siempre abierto a la interpretación, a la reescritura, a la deconstrucción y a la exégesis y a la hermenéutica. Dios se encuentra dándose a conocer siempre de un modo indirecto, siempre oculto detrás del texto bíblico y de nuestra cosmovisión, que también conforma la interpretación y reinterpretación del texto.

Nos dice Derrida, “Un texto solamente puede ser vigente si sobrevive, y solamente puede sobrevivir si es a la vez traducible e intraducible […] Totalmente traducible, desaparece como contexto, como escritura, como un cuerpo lingüístico. Totalmente intraducible, incluso dentro de lo que es considerado nada más un lenguaje, muere de inmediato” (Sobrevivir: líneas al borde, Jacques Derrida, en Deconstrucción y crítica, pag. 103).

En el caso del último fragmento de esta cita, “Totalmente intraducible, incluso dentro de lo que es considerado nada más un lenguaje, muere de inmediato”, pensamos que el texto bíblico es a la vez que intraducible, traducible hasta el infinito. Dado que es un texto abierto, y que Dios es su autor, y que la mente de Dios nadie la conoce y sus caminos son inescrutables, desde la perspectiva bíblica, dado que Jesucristo es la Palabra misma que es Dios y se encuentra en Dios, podemos decir que esta Palabra eterna e infinita nos permite un sinfín de traducciones, pensamientos, lenguajes, conocimientos acerca de la Biblia, sus estructuras, sus metáforas, sus fábulas, sus narraciones, sus historias, sus cuentos, sus parábolas, todos aquellos ejercicios del lenguaje, y todos aquellos mundos lingüísticos que se pueden construir a partir del texto que es profundo y extenso.

En cuanto a todo este pensamiento, entonces, nosotros tomamos aquellas palabras que señalan a nuestra época como un momento con un nuevo paradigma. “Ha aparecido en las últimas décadas algo verdaderamente nuevo, para algunos un auténtico cambio de paradigma: en la actualidad predominan corrientes de pensamiento que no se limitan a discutir la validez de las distintas soluciones propuestas sino que, de forma más radical, discuten la legitimidad misma del proyecto de búsqueda de un fundamento último” (Javier Bengoa Ruiz de Azúa, De Heidegger a Habermas, pag. 9). Con este razonamiento, nosotros creemos que la Biblia se construye a partir de romper con el paradigma del fundamento último, y se mantiene en ese nuevo paradigma, de poner en duda aquello que está dado ya con rigidez, sin posibilidades de cambio, puesto que el Dios bíblico, el Dios del que habla la Biblia y que es el autor de la misma, es un Dios de vida, que se mueve, que piensa, que siente, que no es estático, y que por tal motivo construye un discurso movible en sus partes, rompiendo siempre con el fundamento último, con la esencia, con las cosas tal como son, siendo el ejemplo mayor, dentro de la cosmovisión bíblica, Jesucristo mismo, que es la prueba de que Dios puede llegar a pensar de otra forma y lo que estaba dado como tal, en este caso, la ontología pecaminosa del hombre, es hecha a un lado para darle paso a un elemento totalmente nuevo, que es la redención en Cristo Jesús.

Nota: Babel es un ejemplo de la movilidad del pensamiento divino, puesto que, al deconstruir todo el ser del hombre por medio de la confusión, Dios permite la construcción de nuevos mundos lingüísticos en el hombre, siendo así que, en el horizonte de dichos mundos lingüísticos, las nuevas concepciones le permiten, al hombre en general, nuevos paradigmas dentro de su pensamiento, la reestructuración de su cosmovisión, la construcción de nuevas estructuras mentales, nuevas formas de pensamiento. Y sobre todo, a partir de Babel, en el horizonte del mundo lingüístico aparece la figura del otro, es decir, la deconstrucción orgánica de Dios permite la construcción dentro del mundo lingüístico del hombre de la otredad, del otro, del prójimo.

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