Postulado # 31

El hereje Dídimo es un personaje inventado para estructurar este texto que está replanteando el Génesis, que nosotros llamaríamos, “un Génesis totalmente otro en una totalmente misma esencia”, porque lo que se plantea es la creación del cosmos y del hombre, pero se está construyendo a partir de otras palabras, otro lenguaje, que no deja de encerrar el mismo sentido. El hereje Dídimo, se vuelve eso, un Dídimo, un dídimo, un gemelo, el desfase de lo mismo en lo otro; es un gemelo que escribe el doble del Génesis, y que tiene un conocimiento casi infinito. Es tan memorioso como el Funes de Borges, así que es un personaje ficticio, encerrado entre las líneas del texto, con una voz perdida, porque no se ubica en ningún momento a él como El Viviente, sino como el redactor de la herejía. Es un personaje, como ya dijimos, perdido entre las letras, el texto completo, que está desubicando todo el lenguaje de la Creación, y lo está trayendo con otro lenguaje, pero diciendo exactamente lo mismo. Únicamente que su intención es construir otro Génesis, como haría Pierre Menard, el autor del totalmente otro Quijote de la Mancha, también de Borges, y que sabe que su empresa es simplemente imposible, y en algún momento, Juan García Ponce retoma en su ensayo La errancia sin fin: Musil, Borges, Klossowski. García Ponce escribe, “Recordemos a Pierre Menard: cuando explica su intención de escribir exactamente El Quijote sin consultar jamás el original, afirma: “Mi propósito es meramente asombroso””. No intentamos en esta narración del Génesis estructurar una verdadera narración en sentido riguroso, sino que es un simple trazo, casi al margen, del libro que estamos redactando, y no es más que un texto; ya todo el libro –demasiado pretencioso es decir libro cuando no es más que una mera operación de ejercicio mental, un simple ensayo-, en su conjunto, es una forma en la que el autor está intentando comprender su propio conocimiento, la forma en que se ese conocimiento se ha estructurado en su mente. Así que, esta narración del herético Dídimo, es eso, una herejía, una opción diferente, que solamente trata de desubicar, marginar el lenguaje del Génesis original, para redactar una falsificación. Porque después de todo, falso no es aquello que no es verdadero, desde la perspectiva del hereje Dídimo, sino todo aquello que, en la desaparición del mundo verdadero, como diría Nietzsche, ha quedado como la imagen de lo verdadero, algo como lo que ya Baudrillard señala en su libro Simulacro y cultura, se ha esfumado, se ha difuminado lo verdadero, han quedado las simulaciones; un mapa creado para señalar la región original, cuando la región original fue destruida, quedó como la imagen de lo verdadero. El mapa, la representación, la imagen ficticia, irreal, virtual, ha pasado a ser lo real, lo verdadero, lo esencial, y se refleja en la palabra, hablada o escrita. Las Meninas de Velázquez, son la representación exacta de nuestro lenguaje, de nuestro pensamiento, de la construcción de nuestro conocimiento. Si llegara a existir un doble, un gemelo, una copia exacta, del cuadro de Velázquez, y el original se quemara, se perdiera, dejara de existir, ¿le daríamos paso a la ficción de Las Meninas, o se declararía la pérdida total de aquella pintura que reflejaba nuestra forma de pensar, hablar y escribir, es decir, de nuestro lenguaje? Tal vez la copia de Las Meninas sería la representación de nuestro lenguaje, que ha muerto con Las Meninas originales, y ha resucitado con Las Meninas ficticias. Ficción de todas las ficciones, la ficción se vuelve infinita…






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