Postulado # 24

¿Por qué escribo sobre Babel?




Retener un recuerdo es un acto heroico, porque al primero momento puede escaparse, disfrazarse de otro recuerdo, esconderse detrás de algún lugar de la memoria, o simplemente, como por acto de magia, desaparecer en el horizonte de nuestra mente. Cualquiera que desee llegar a este acto de retención tiene que atravesar por la densidad del bosque memorioso, y sé muy bien que en este momento yo mismo soy viajero en ese bosque, lo sé cuando intento escribir, cuando intento recordar, cuando intento pensar. La escritura, el pensamiento, la memoria, todos son elementos importantes para mí, elementos de mi trabajo diario. Me preguntarán, ¿por qué escribes, qué encuentras al hacerlo, es que deseas llegar a algún lugar? Bien puedo decir que no, nada de eso, pero al mismo tiempo, sé que busco, que soy un viajero del tiempo, un marinero de aguas profundas, un cibernauta en busca de aquello que también buscó Neo; buscar, para mí, ya sea en lo que llaman la realidad, o en la memoria, o en el mundo entero, es una labor de sumar sorpresas y alegrías, tristezas y decepciones, pensamientos nuevos y abandonar los viejos, o sumar ambos, mi búsqueda es como la de aquel que en la orilla de la playa, cerca del mar, encuentra un montón de objetos; la búsqueda que llevo no es para llegar a un sitio en particular, sino para conocer todo lo que puedo encontrar en el camino.

Cuando pienso en Babel, detengo mi pensamiento, detengo por un momento mi reflexión, quizá dejo prendida mi mente, por cualquier cosa, pero son mis sentidos los que se agudizan para buscar la respuesta. Todo esto lo hago porque desde que comencé a pensar en un ensayo acerca de Babel todas las ideas se agolparon en mi cabeza, como si fueran esos pájaros terribles de Alfred Hitchcock. La escritura se ha convertido en una necesidad orgánica, en una forma de vida, en un modo de comprender el mundo. Si no escribiera, me parece que me sería imposible comprender mi existencia, así como los actores señalan que si no lo fueran les sería imposible entender su mundo. Escribir, entonces, se ha vuelto una necesidad, que en una palabra puedo describir como brutal.

Babel me ha hecho construir un mundo aparte de este, un mundo donde puedo analizar, casi con ojos científicos, unas leyes totalmente distintas a las que observo en el mundo real, sea lo que sea el sentido de lo real. Puedo decir que escribir, como necesidad orgánica, me ha llevado en muchas ocasiones a un grado tal que podría decirse, estoy dentro de la locura, pero como Paul Auster, “cuando estoy escribiendo no me siento neurótico”, cuando escribo parece que recupero un poco de la cordura que he perdido durante todos estos años. Babel me hace descubrir todo esto, y aun darme cuenta de que vivo obsesionado por entender del todo esa palabra. ¿Qué es Babel, qué es Babel, qué es Babel? La pregunta siempre me come el seso, y muchas veces, con tal de entenderla, he sentido que me suceden cosas similares a las que Don Quijote vivió, que de tanto leer se me secó el seso. En algunas ocasiones, cuando menos lo espero, cuando voy por la calle, o cuando duermo, o cuando estoy comiendo, la idea me asalta de nueva cuenta. Entonces me despierto, me inclino sobre el papel, me siento en la mesa, tomo una pluma y una hoja, prendo la computadora, o hago cualquier otra cosa que registre la idea de ese momento. Babel es esto y aquello, o esto o aquello, o no es ni esto ni aquello, se parece a aquello otro, no se parece en nada, quizá Babel sea como algo así, quizá me equivoque, quizá sea lo correcto. Babel, Babel, Babel, pensar tanto me está causando problemas mentales. Cuando voy por la calle, de momento viene a mi cabeza una línea, un párrafo completo, la historia de algún suceso que nunca he vivido, pero lo peor de ese momento es que no llevo con qué anotar. Creo que los mejores textos sobre Babel que mi cabeza ha producido fueron en los momentos menos oportunos, porque entonces al llegar a casa intente plasmar sobre una hoja la idea que pensé momentos antes, y descubro que el pensamiento ya me ha abandonado, se ha borrado con el viento del tiempo. Entonces me lamento porque la idea se ha ido para siempre, jamás podré entenderla, ni sabré a qué se refería. Pienso que la única amenaza para la memoria es el olvido.

Pero olvidar también se ha vuelto un juego, un recurso literario, un elemento epistemológico, porque si recordáramos, tal como hiciera Funes el memorioso, aquel superhombre borgesiano, toda nuestra vida sería una cadena de horrores. Así que al olvidar, al jugar al olvido y al recuerdo, a la memoria y al no recuerdo, me permite inventar mundos, textos, otros recuerdos, cosas, elementos que son de utilidad para seguir comprendiendo. Entonces pienso en aquellos textos olvidados, en los ensayos que no he escrito porque los he olvidad, y me pregunta, ¿de qué trataba aquel poema que venía pensando en el camino? ¿Cómo empecé ese ensayo sobre todas las cosas en sentido infinito? ¿Es que ese cuento que pensaba era de terror, de magia, fantástico o ciencia ficción? Entonces pregunto sobre Babel, escribo y medito sobre el tema, me doy cuenta que Babel es un ensayo que tengo en la mente, y que de cierta forma vive en una realidad virtual que habita mi pensamiento. La realidad virtual de mi pensamiento, aquella que me ha pensar en Babel, me lleva a la invención o reinvención de todos los trabajos, de todas las escrituras que he iniciado.

Trabajar en este ensayo ha tenido como herramientas tanto la filosofía, como la teología y la literatura; también se ha utilizado la deconstrucción, la exégesis y la hermenéutica, y su base han sido los sueños, los pensamientos, las ideas, los personajes inventados por la literatura, y muchos cuestionamientos hacia todo eso. Si hablamos de los sueños, hay sueños, nos dice Sergio Pitol, que son agradables, pero la gran mayoría son terribles pesadillas. Cada uno ha tenido sueños terribles, y en mi caso, la mayoría de sueños son horripilantes. Es por esto que me detengo y doy gracias al cielo porque los sueños permanecen como tales.

“¿Por qué no traemos nuestros sueños a la realidad cuando despertamos?”, me preguntó en alguna ocasión mi hermano cuando era pequeño. ¿Puede alguien entender el sentido tan profundo de la pregunta? ¿Pueden ver la explosión de pensamientos que esa idea tenía dentro de ella misma? Era una pregunta que podría encontrar respuesta en Monterroso y su dinosaurio. “Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí”. Encontramos una multitud de sentidos, múltiples significados con ese micro cuento. ¿Cómo se escribe algo acerca de ese dinosaurio que sigue ahí después de que han despertado? Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí, quizá porque antes de dormir, el niño pensó que tal vez el dinosaurio cobraría vida y se escaparía, o es posible que su petición al ángel fuese que se llevara al dinosaurio y que al despertar ya no estuviera en su sitio. Es posible que, como la pregunta de mi hermano, el sueño implicaba que un dinosaurio perseguía al niño por todos los lugares que corría, y el horror de ver al dinosaurio ya cuando se supone que debe estar despierto y sin peligro, le causó una impresión terrible. El dinosaurio seguía ahí, no era un sueño, aunque venía de él, al despertar había cobrado existencia y el dinosaurio por fin estaba dentro de la realidad.

El mundo lingüístico que se construye a partir del micro cuento de Monterroso implica toda la construcción de un pensamiento acerca de la realidad y la ficción. Ese mundo lingüístico, que tiene al dinosaurio como herramienta de comprensión, fusiona la fantasía con la realidad, construye una serie de ideas acerca de lo sucedido y se transforma en una cosmovisión.

Otro elementos que también nos puede mostrar un sentido sobre la memoria, sobre el olvido, sobre los sueños, es aquella frase de Monsiváis, “El mundo que conocí ya no existe y el que hoy padezco se está desvaneciendo”. En este caso, nosotros tomaríamos el sentido, no del mundo como tal, sino del mundo lingüístico. Todo un mundo existe dentro y fuera de nosotros, y se desvanece. La realidad se desvanece, es maleable, se estira, como nos dice Cortázar en su cuento El perseguidor. Comprender el mundo que nos rodea, que sale a nuestro encuentro, en el cual existimos, implica utilizar el lenguaje, en todo su sentido, el pensamiento, el conocimiento, las estructuras de nuestra mente, todo lo que conforma, o hace que se conforme, la realidad.

El mundo, tal como lo conocemos, no deja de existir, permanece, eso es el punto de lo concreto, pero el que ya no existe, es aquel que está conformado por nuestra subjetividad, por nuestra comprensión, ese deja de existir, ese ya no se conforma, pasa, se desvanece, así como el que ahora se padece, se vive, se experimenta, se siente. Todo nuestro mundo lingüístico toma otros matices conforme avanza el tiempo, y de hecho, nuestro mundo lingüístico está conformado dentro del tiempo y el espacio. Nuestro lenguaje está contenido en el espacio y el tiempo.

Aquel primer pensamiento del Quijote, “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”, implica otro elemento del mundo lingüístico. La memoria es parte esencial de ese mundo lingüístico, de comprender lo real, y tal parece que al autor del libro se le ha olvidado el nombre de aquel lugar de la Mancha. Pero, ¿es que realmente se le olvidó? ¿Es que en verdad no quiere acordarse? Puede ser que en verdad lo haya olvidado, o que no quiera recordarlo, pero de cualquier forma, los dos elementos permiten la construcción de todo un lenguaje de ficción, ya que, si el acontecimiento del Quijote está fuera de la memoria, del registro de los hechos reales, y se adentra al mundo de la ficción, del recuerdo imposible, entonces toda la obra del Quijote llega al punto central de ser ficción. Todo el cuerpo del libro es de ficción, mitología, el Quijote se vuelve real a partir de que su ser es ficción. Antes de eso no puede existir, después de eso no puede existir, es intersticio por siempre. Que Juan Rulfo haga decir a su personaje, “Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, implica algo similar a lo que nos dice Cervantes del Quijote. Tanto Pedro Páramo, como Don Quijote, viven en lugares imposibles, en un mundo tejido a partir de la imaginación y la letra, de la palabra que sueña.

Los personajes de las novelas, los cuentos, los libros en general, de aquella literatura colocada entre los estantes, son los fantasmas de aquellos que los han descrito, de aquellos pequeños dioses que los han creado para dotarlos de cierta vida, similar a la nuestra, pero su mundo, que habita dentro de nuestro mundo, un mundo dentro de otro mundo, existe de forma paralela al nuestro. Dichos personajes son tan ficticios como los sueños que surgen del pensamiento al despertar. De los libros que se vuelven infinitos, muchas troyas, muchos aquiles, muchos quijotes, muchos jesucristos, surgen de entre las páginas, traídos directamente de la letra dibujada sobre el papel. Por eso es que cada libro es infinito, porque sus personajes existen en un lugar fuera de todo tiempo, fuera de todo lugar, en el no-lugar de Comala, en la no-memoria de la Mancha. Recuerdo que Borges relata que algunos, para hablar de todas las cosas señalaban el ave, el tigre, todo aquello que implicaba llegar al objeto nombrado. Los muchos libros que nos dijo Juan que podrían escribirse para hablar de Jesús, podrían llegar a llenar todo el mundo, de esa forma, el mundo se volvería una biblioteca infinita, tanto como la biblioteca de Babel, donde todo ha sido nombre, incluso lo que no existe. Todos los lenguajes existen ahí, los reales y los que existen en la imaginación. La palabra se reviente a causa de la multitud de sentidos, su profundidad poética, en el sentido de la construcción, de la invención, de su creación, se multiplica de tal manera que la metáfora que podríamos utilizar es la arena del mar. Los hijos de Abraham, entonces, pueden ser vistos como palabras infinitas.

Cualquier personaje, que sea leído por más de una persona, encontrará una existencia múltiple. Cada lector creará el rostro, la voz, la figura del personaje, lo multiplicará hasta el infinito, de ser posible. Su eternidad consta de que durante todas las épocas será leído y reinventado. Una serie de preguntas, al interior del libro que se sueña, serían como siguen: ¿Cómo escribes un libro donde la mayoría de cosas son ficticias, los recuerdos son de otras personas, lo que has visto no es realmente lo que vieron tus ojos, un mundo dentro de otro mundo, donde todos los libros están dentro de un libro, de uno solamente? ¿Cómo haces que viva un personaje dentro de él, que respire, sienta, vea, piense, dude, ame, hable, mienta, conozca, y haga todo lo que hace los hombres reales? ¿Cómo empiezas un libro imaginado o soñado, con un personaje que también ha sido soñado o imaginado?

Todo lo que tenemos en una biblioteca puede ser multiplicado al infinito; cada personaje puede ser escrito de muchas formas, pensado de diferentes maneras. Es la esencia de los textos que describe Foucault en su ensayo El lenguaje al infinito, como en la biblioteca de Babel, así cada lenguaje es otro lenguaje, como en un juego de espejos que reiteran la imagen de aquello que se refleja. Llega un momento en que ya no es Borges escribiendo, o Cortázar, o Foucault, o Cervantes, sino la invención, el lector, el pensamiento, las voces, los espejos que desdoblan las voces, los pensamientos, los lectores, las invenciones. La biblioteca se vuelve como trazos de un cuadro, de una pintura, quizá Las Meninas, donde la realidad se representa dentro del espacio real, existente, de la pintura.

Todo este cosmos del lenguaje multiplicado ha tenido su origen, si hemos de creer a los mitos, en la torre de Babel, aquel relato mítico que se encuentra dentro de la Biblia. Hubo un momento en que todos los lenguajes no existían, un momento, fuera de todo tiempo, como es en los relatos ficticios, en que existía un solo lenguaje, unas mismas palabras, unas mismas letras, un momento pensamiento, una misma comprensión; ontológicamente, los hombres estaban conectados, existía una conexión absoluta entre el ser de todos ellos.

Cuando se comienza a hacer el análisis al relato de Babel, se descubre que cada versículo contiene elementos clave para comprender de lo que se está hablando. Se toma el lenguaje escrito, el de los signos, para hacer referencia a todo el mundo lingüístico que existía dentro de él; un mundo lingüístico que permitía una comprensión absoluta del otro, y de hecho, el otro no existía como tal. Luego se nos habla del salir hacia, de aquella salida que Lévinas trató sobre Abraham y Ulises, donde el primero sale para no volver a su lugar de origen, y el segundo vuelve a su lugar, con su parentela. En el caso de los habitantes de Babel, habían salido para no volver a su origen, tanto como la salida de Adán y Eva, relatos míticos también para explicar elementos más profundos, donde el salir de su lugar de origen hace referencia al salir de su propio ser para transformarse, pasar sobre la forma que se tiene originalmente. El movimiento de un lugar a otro, siendo lugares como metáforas del propio ser, nos habla de ese movimiento que los hombres comenzaron a hacer. Luego tenemos el inicio de la construcción de la torre, la existencia de su conciencia sobre tener un mismo lenguaje, una misma palabra, un mismo nombre –los hombres habitan la palabra, y la palabra habita a los hombres–, es de ahí donde surge la idea de la torre. Imaginan, los hombres, una torre que llegue hasta el cielo, que eleve su palabra, que sea fortalecida; una torre que construya una verdadera metrópolis, un lugar totalmente cosmopolita. Quizá con mercados, con tiendas, con escuelas, con gobiernos, con leyes, todo lo que conforma una sociedad. Hablar de los materiales de construcción, hablar acerca de construir con ladrillo en lugar de piedra y betún en lugar de cemento, nos hace referencia a la fragilidad de la torre, a su construcción fragilizada ya desde el inicio. El ser del hombre, como se hace referencia en el ethos, se construye como una casa, como una guarida, como una habitación, y en este caso concreto de la torre de Babel, lo que es la edificación hace referencia a un ethos, pero como su significado es confusión, en este caso, del lenguaje, es sobre el ethos del lenguaje.

El relato, en la segunda parte, toma matices teológicos, dado que comienza a relatarse la historia en relación a Dios. Dios desciende, que en sentido teológico habla de esa “revelación” de Dios a los hombres. Dios desciende, es decir, que permanecía en su estado majestuoso, glorificado, como Dios que es. En su descenso se hace referencia, tanto a la gracia como a la revelación, o como revelación a causa de la gracia. Desciende tal como desciende Jesucristo. Lo que se construye es un discurso teológico sobre el ser del hombre en relación a Dios. La construcción de la torre estuvo fuera del ser de Dios como esencia del hombre. No tomar en cuanto a Dios, es decir, a la esencia de los hombres, era la forma más fácil de construir ya una torre frágil en sí misma; la piedra y el cemento representan a Dios, el ladrillo y el betún representan al hombre. En la torre se entrelaza la idea, el hombre es la misma torre, el hombre es Babel mismo. El hecho de que Dios llame a los hombres “hijos de Adán” nos muestra la referencia aquella raza caída, aquellos seres que ya de por sí están separados de la presencia de Dios, pero en este caso, nos habla más profundamente de la separación del propio ser. El hombre es una torre que desde su construcción de sí mismo ya es frágil en su propio ser.

“Nada detendrá a los hombres de sus intenciones”, porque el hombre ha sido creado para crear, para producir, lo vemos en el Génesis, cuando Dios lo llama a la productividad, a la creatividad, al cuidado del huerto, es decir, del mundo entero. El huerto que había de cuidar, formar y nombrar era el mundo entero, y en este caso de Babel, lo que es conformado hace referencia al mundo lingüístico de todos los hombres. El mundo, entonces, como huerto, no solamente habla del mundo que habitamos todos, sino el mundo interior, aquel conformado en el pensamiento, aquella idea que tenemos de la realidad, que se muestra en la cosmovisión que cada uno ha construido. La única forma de detener a los hombres de su intento por construir una torre fragilizada desde el inicio es la confusión de su lenguaje, desde la perspectiva de Dios, y es así como, con una nueva palabra creadora, Dios llama al hombre a la confusión para recrearlo nuevamente. Siguiendo a Steiner, Babel no es una maldición, como se llega a escribir, sino parte de la gracia de Dios hacia los hombres, de su revelación salvífica. Babel es el momento de la creación del otro, no porque el otro no existiera, sino porque el otro tal parece que no existía como sujeto de conocimiento, como parte de la epistemología humana; entonces, el otro aparece en el horizonte del pensamiento de los hombres. ¿Quién es el otro? Es una pregunta que hace referencia a otra pregunta, ¿quién es mi prójimo? Y aunque el otro, en palabras de Guillaume, no es simplemente el prójimo, sino todo lo diferente a mí, en el caso de Babel, el prójimo o el otro es el otro hombre, sea el que sea. El otro ya es aquel que no soy yo, incluso el que duerme junto a mí, vive en mi hogar, convive conmigo en el trabajo, se sienta a un lado de mí en la escuela; Babel, entonces, es un manifiesto a favor de la ética y la moral, del ethos de la humanidad en su conjunto.

El lenguaje surge de otra manera, pero en un sentido ético, para poder nombrar al otro, para que el otro aparezca en el horizonte del mundo lingüístico del hombre. Sus ojos por fin observan al otro y toman conciencia de él, de su existencia. Babel es un llamado, de parte de Dios, al respeto por todos los hombres, de este modo, contemplamos a Dios como el creador de la alteridad.

Los hombres dejan de construir la torre, pero esta ya tiene el nombre de Babel, ya habita en ella la confusión, y puede verse, en el paisaje que ahí se describe, esa torre infinita, abandonada, desierta. Ahora es el silencio el que guarda la existencia dentro de sus paredes. No es una torre destruida sino abandonada, vacía, silenciosa, aun cuando en ella nacieron los lenguajes, la conciencia del otro; ya nadie la habita puesto que Dios dispersó a todos los hombres por la faz de la tierra. Se habla de la dispersión, de la diseminación, como el elemento de las diferentes palabras en sus significados. Una multitud de sentidos se encuentran en la Palabra, la diseminación del significante con variaciones infinitas en sus significados; a esa diseminación o dispersión del significado, habitando a los hombres, se le puede construir como esa otra metáfora de la biblioteca infinita: el laberinto. Es por eso que la biblioteca, como el laberinto, puede ser la representación, metafórica, del universo, ya no como ese elemento cosmológico, sino como el universo de significados, de palabras que significan más allá de lo que ellas dicen, y que se encuentra encerrado en los libros, sus estantes, sus páginas, todo en esas salas hexagonales de la visión cósmica de Borges.

El pasaje de Babel es un bloque de sentido. Desde el versículo primero hasta el once, todo Babel se corresponde como el inicio del lenguaje, de la toma de conciencia del otro y como la invención de todas las cosas. Pero aquí se nos muestra una ontología que suena ya no como verdadera ontología, sino como la simulación de la ontología, como la invención del ser de los hombres, que ahora pasan a ser seres artificiales, que desde nuestra perspectiva pueden ser contemplados como formas de cyborgs. Cyborgs ya no en el sentido de la ciencia ficción como humanoides, máquinas humanas, sino como elementos artificiales, y su conceptualización deja de estar como tal para significar algo nuevo. El estado posterior del hombre, a partir de Babel, es un estado cyborg, por decirlo de alguna forma. En este caso de Babel, muchos son los conceptos que utilizamos para explicarnos este pasaje bíblico, como sería el caso que explicamos líneas antes, lo cyborg, y es en este concepto que entra, de nueva cuenta, el sentido de la alteridad, pero en un sentido paradójico, dentro del mismo ser del hombre, siendo él mismo alteridad para sí mismo, frente a sus propios ojos.

La dispersión de los hombres, ya con su alteridad a cuestas, nos lleva también a la formación de nuevos pensamientos, nuevas ideas, nuevas formas de conocer. El pensamiento del hombre queda fuera de él mismo, y es otro pensamiento es el que lo habita, y aquí entra otra conceptualización que es el pensamiento del vaciamiento, que es el nuevo pensamiento del hombre, la nueva herramienta para construir conceptualizaciones, comprensiones del mundo. El pensamiento del vaciamiento nos lleva a la construcción de elementos lingüísticos muy profundos, la cosmovisión del hombre, su mundo lingüístico, tiene origen en ese pensamiento del vaciamiento, y es a través de él que pasan, que son “filtrados”, todo pensamiento, todo conocimiento, toda idea. En este caso, también la idea de la alteridad pasa a través de este pensamiento y adquiere otros sentidos.

Con todo esto, nuestro discurso gira en torno a que Babel se vuelve una infinita posibilidad dentro del hombre, ya sea en su pensamiento a través de quedarse vacío, a través de su cosmovisión que es el resultado de su mundo lingüístico, es decir, no vemos, en ningún momento, a Babel como una maldición de parte de Dios, sino como el rescate de la ontología humana, la redención de la misma, aun cuando esta se vuelve artificial. Después de Babel, todo en el hombre se vuelve artificial. Podríamos decir, entonces, que Babel se encuentra, ya no en el horizonte lingüístico, sino que Babel es el horizonte lingüístico, es el inicio de la comprensión del mundo a partir de nuevas formas, la conformación de nuevas posibilidades del hombre para construir cosmovisiones, mundos lingüísticos diferentes, pero siempre con el otro en el interior de dichos mundos, y la creación entera, porque no debemos olvidar que el sentido de Babel se encuentra en la relación de Dios con el hombre.

Con todo, Babel es un elemento de análisis bastante profundo, que podría dirigirse en diferentes caminos, llenando diferentes áreas del conocimiento. La ciencia, la tecnología, las diferentes disciplinas, la cultura con sus distintas vertientes, todos esos elementos pueden formar parte de Babel, y de hecho, son parte de Babel. El movimiento de la aldea global, incluso la utilización de la Red Mundial, es parte de Babel, en el sentido del pensamiento del vaciamiento. Las marcas de ropa, la construcción de automóviles, la construcción de los grandes edificios y ciudades, los productos de todo tipo, incluso los alimentos, la economía, la educación, todo forma parte de Babel como horizonte humano. Todo en este mundo tiene su origen en Babel, por eso es que decimos que es el horizonte del mundo lingüísticos.

Pero a pesar de la redención del hombre por parte de Dios, nosotros queremos entender al hombre después de Babel. No queremos quedarnos con la idea de la redención, sino con todo lo que significó Babel, todo lo que se creó después, las nuevas formas que se inventaron para poder construir todo un sentido para este mundo. Todo, después de Babel, fue inventado, es decir, todo, desde el hombre mismo hasta la última cosa, es artificial, incluso la idea de Dios es artificial.

Tocando el punto, nuevamente, de los libros, de lo escrito, de la historia, todo muestra esa artificialidad que está contenida dentro de ellos. De este modo cohabitan lo fantástico y lo real, la realidad y la virtualidad, lo real y lo ficticio; se conjugan de tal modo para formar el mundo tal como se conoce, y lo podemos ver en esas grandes creencias, dioses que se hicieron hombres, dioses que fueron padres de antiguos héroes, dioses que prometían volver, metáforas que encierra a los dioses y a los ángeles como elementos del lenguaje que revela a los hombres, todo eso es tan real para aquellos que creen, que en ese momento se fusiona la verdad con la mentira, y no hablamos de la mentira en sentido despectivo, ni en su sentido más negativo, sino la conformación de todo un lenguaje, de toda una cosmogonía que llega a ser no verdadera, no real, llena de ideas y mitos, realidades inventadas; la mentira como parte del lenguaje y conformando una epistemología, una cosmovisión infinita.

Cuando Babel pasa por el filtro de la literatura, sobre todo de aquella que es fantástica, podríamos decir que pasa por un juego de espejos. Ya hemos hablado de este juego de espejos que reiteran el lenguaje, y así encontramos en los papeles de Cortázar, en el libro que lleva por nombre Papeles inesperados, un pequeño fragmento llamado Secuencias que nos da la idea de este juego de espejos en el que habita el lenguaje, “Dejó de leer el relato en el punto donde un personaje dejaba de leer el relato en el lugar donde un personaje dejaba de leer y se encaminaba a la casa donde alguien que lo esperaba se había puesto a leer un relato para matar el tiempo y llegaba al lugar donde un personaje dejaba de leer y se encaminaba a la casa donde alguien que lo esperaba se había puesto a leer un relato para matar el tiempo”
[1]. Este pasaje nos recuerda a un cuento del mismo autor, Continuidad de los parques, donde, una vez más, realidad y fantasía, se confunden y conviven libremente, donde un hombre lee un libro que habla de alguien que tiene que matar a un hombre que lee un libro. En ese momento, en que las dos manos de Escher se dibujan, una a la otra, siendo las dos dibujos, descubrimos la cinta de Moebius, la cinta que tiene dos lados que es el mismo lado, el desdoblamiento de lo real hasta que llega a ser ficción y el desdoblamiento de la ficción hasta que llega a ser real, y en ambos desdoblamientos, la realidad circula por la ficción que circula por la realidad que circula por la ficción. Este juego de espejos donde se refleja el lenguaje transforma la realidad y la fantasía hasta que la hacen la misma y al mismo tiempo diferentes. De cierta forma, Dios tiene el rostro del diablo que tiene el rostro de Dios. Así podríamos jugar, todo el tiempo, con el lenguaje que repite hasta el cansancio todas aquellas imágenes que son los dobles absolutos. Como Don Quijote que lee, en la segunda parte del libro de Cervantes, las historias del caballero andante, Don Quijote. La misma ideas se tiene cuando Borges escribe sobre un personaje llamado Borges, o Julio Cortázar escribe sobre Julio Cortázar, o Paul Auster habla acerca de un tal Paul Auster.

Este juego del lenguaje lo permite Babel. Antes de dicho acontecimiento, el lenguaje era uno, sin más, sin mancha de pecado, sin posibilidades en el camino, sin bifurcaciones, con la plena esencia de un lenguaje que ha sido dado por un dios. Después de Babel, la absoluta artificialidad del lenguaje se va a ir construyendo. De hecho, este artificio del lenguaje, de poder construir artificialidades al interior de él mismo, ha permitido el nacimiento de todos los personajes, de todos aquellos seres que viven en el intersticio de la novela o cuento o de la historia misma. El desbordamiento de la ficción hacia el mundo real, o de la realidad virtual sobre el mundo de lo real, cumple con la idea que ya se dijo, “¿Por qué no traemos a los personajes que soñamos cuando nos despertamos?”, y así, verdaderamente el dinosaurio seguía ahí cuando despertó quien soñaba.

El lenguaje se desborda de un cuento al otro, y así podemos ver que el desbordamiento que surge en El aleph, de Borges, resulta imposible de ser descrito, se vuelve una narración imposible, y nos lo dirá el mismo autor, “la dificultad del escritor es hablar de aquello que vio en un mismo instante”. La escritura se va desarrollando, y no puede tener signos, caracteres encimados, porque sería imposible entender, como tampoco puede llegar a un nivel de ficción donde se lean palabras imposibles, porque no se podrá leer, el lector no logrará entender. Pero en un cuento, en una historia ficticia, el lector puede leer palabras encimadas, lecturas imposibles, cuentos al revés, historias ficticias y verdaderas que se entrelazan, observar un momento infinito, es decir, imposible; en la ficción del lenguaje que se encuentra en la literatura, es posible crear mundos imposibles que pueden llegar a ser habitados, objetos infinitamente pequeños que contienen otros mundos infinitamente pequeños, rostros que frente al espejo se transforman en otros rostros. Todo es posible en la literatura, incluso en la filosofía, porque se pueden crear pensamientos imposibles, ideas abstractas que solamente pueden ser realizadas si la realidad se ficcionaliza y la ficción se realiza. Así, es posible que un hombre encuentre, en las manchas de un tigre, o de un jaguar, el inconcebible universo, como lo puede encontrar en la biblioteca infinita.

Al escribir, cada línea, cada fragmento, cada párrafo, descubro que la ficción me alcanza, se desborda hacia mí, y sé que en este ensayo mi ser de letra y signo habita dentro de cada página. Pero, ¿cuál es la magia que se construye al escribir un texto, o un cuento, y que entre sus líneas y sus páginas, habite aquel que lo escribe? Puedo pensar que el personaje principal de mis cuentos es una multitud de alter egos que se han ido inventando en mi cabeza. Como ya dije, incluso mi ser es de letra y lenguaje y formas e imágenes; todo en mí no es otra cosa que texto. Soy una carta escrita con una tinta difícil de borrar. Pero al mismo tiempo soy un silencio que habla con un lenguaje más allá de la comprensión misma. Puedo ser llamado Don Quijote o cualquier otro personaje, porque soy letra, palabra, lenguaje, idea. Soy ficción, literatura, verdad posible que se vuelve ficción absoluta, infinita. Este es el sentido poético para explicar que todo en él pertenece a mi pensamiento. No las ideas, esas son de sus autores, sino la forma en que son tratadas, el modo, el título, la manera en que hablo de ellas. Repeticiones, ensayos, búsquedas de la belleza literaria, filosófica e incluso teológica.

Entonces aquello que nos interesa también se vuelve el signo y la palabra escritos, y a cada momento encontramos todos aquellos dones que han dirigido el pensamiento. Ahí está alguna línea que se percibe de ciencia ficción, ahí se muestra algo sobre cine, más adelante encuentro filosofía o teología o literatura, pero todo este trabajo es de filosofía, teología y literatura, entonces, ¿en qué sentido encuentro de ellas? Cuando hablo de los autores, de sus libros, alguna cita. Hay inventos, poemas, cómics, hablo acerca del ciberespacio, de los sueños, de los pensamientos, de las ideas, de otros libros, de la Biblia, de todo lo que me ha gustado por años. Dios, la religión, las ideas que he encontrado aquí y allá. Incluso hay partes de algunos libros que he tenido que encontrar en otros lugares, que emprendí viajes para poder llegar a ellos porque no los pude ubicar en las librerías de mi lugar. Kant y el ornitorrinco, de Umberto Eco, fue un libro que encontré en la biblioteca de la UNAM una tarde que decidí viajar al DF. Con Juan Villoro, creo que siempre escribimos sobre nuestros efectos personales:

Antes de pasar a los ensayos, quisiera recordar una escena sobre la perturbadora fuerza de las cosas nimias que definen a los hombres. En Si esto es un hombre, Primo Levi refiere la historia de un campo de concentración donde se comunica que, al día siguiente, los presos serán conducidos a las cámaras de gases. ¿A qué se dedican los prisioneros en su última noche? Pelean, se burlan unos de otros, conspiran, hacen el amor. Las mujeres descubren que aún les quedan tareas pendientes y pasan horas lavando camisas y calcetines. Al otro día, cuando el tren llega por los condenados, la ropa está perfectamente tendida.
Nada destruye los efectos personales.
[2]


Algunos recuerdos, por ellos mismos, se vuelven mis efectos personales. El primer recuerdo que tengo es cuando me llevaron a la playa, de muy niño, apenas tenía uno o dos años; en mi recuerdo veo toda la arena de la playa y el mar que se mece con las olas, mis padres me llevaban de la mano y mis pies se mojaban con el ir y venir del océano. Al ver la arena, su color, extraño para mí, puesto que jamás había visto cosa más graciosa, llamó mi atención, y sentí deseos de saber, conocer su sabor. Ese día comí demasiada arena. No recuerdo cuánta comí, o si comí todo el día, pero sí recuerdo que me gustaba su sabor. Luego veo mis manos, y entre sueños, recuerdo que la arena caía, y el viento se la llevaba. El viento se llevaba la arena de mis manos, siempre el viento, siempre las gaviotas que recuerdo, volando sobre mi cabeza, siempre el viento. El viento se lleva la arena de las dunas, recuerdo las dunas y recuerdo subir por ellas. Las dunas siempre cambian de lugar, porque es arena, solamente, no hay nada que las detenga, y mis recuerdos, como la arena con el viento, cambian de lugar, se alejan, se mueven, son otros, y ahora no sé si soy yo el que comió arena o fue mi hermano, que es más joven que yo.

En mis sueños, me detengo frente al mar, y siento el agua que moja mis pies. También siento el viento en el rostro, fresco, húmedo, por el mar que sube vaporoso, el sol quemando mis ojos, veo en el cielo un ave, vuela lejos de la playa, escucho las olas, veo personas caminar cerca de mí y todos los niños construyen castillos de arena. Camino entre los castillos y las manos de los niños se hunden en sus paredes, cae hechos añicos, algunos son llevados por el mar, otros se van con el viento. Escribo un nombre en la arena, pero no lo entiendo, y al siguiente momento el nombre se ha borrado. Nada dura sobre la arena. Si para Abraham nacerían hijos como la arena del mar, hijos incontables, infinitos, de todas las épocas, también son hijos que serán olvidados, porque la arena se escapa de los dedos con el viento, como los recuerdos de la memoria.

Recuerdos y sueños, momentos que se escapan con el tiempo, arena que se va con el viento, narrar una historia es no contarla jamás, porque la verdad de lo que se cuenta se ha escapado de la memoria. Siempre estamos olvidando, jamás recordamos todo, siempre componemos algo más, sustituimos momentos que no existieron, mezclamos todo. La realidad, desde nuestra memoria, se escapa, está en otro lado, nunca se queda en el centro. ¿Podremos contar la historia de aquel escritor en su encuentro con el mago? ¿Podremos hablar de la máquina que todo mundo llamó Babel porque les ayudó a comprender el mundo? Esa máquina, que es mágica, se la obsequio el mago al escritor, “Te ayudará a crear todas las cosas”, le dijo el mago, “podrás crear la realidad como te plazca”, le afirmó el mago, “pero la tienes que configurar a que contenga el lenguaje de la humanidad, porque de otra forma, nadie más la podrá usar, solamente tú”, le advirtió el mago.

Estos son algunos ejercicios de la memoria que se van convirtiendo en literatura, en texto, en reflexiones acerca de lo que es escribir y lo que es la vida. La vida pasa, vuela, se pierde en el tiempo, y solamente queda grabada en la memoria. El tiempo fluye, y en su fluir, nosotros mismos fluimos, somos como aquel rostro que se cae, como el hombre que fluye y cae, que se acaba, que se borra. Al final de todo, en la memoria el hombre también fluye y se borra.

Otro ejercicio memorioso

Viaje a través de la memoria


Había una vez un recuerdo… un recuerdo que nadie tenía en mente, que alguien había olvidado en algún rincón de su hogar, pero el recuerdo florecía y entonces dio frutos al ciento por uno, y al final, el recuerdo fue recordado. Esta podría ser una forma de empezar una historia, la historia de un recuerdo olvidado, y que hace referencia a un absurdo interesante: olvidar la memoria, olvidar recordar, recordar el olvido, todas las formas en que se puede relación el recuerdo y el olvido, y viceversa, formas todas para encontrar el sentido más contradictorio a la idea del recuerdo y del olvido. Pero la historia no comienza con la memoria o el olvido o el recuerdo, sino con el momento que se grabó en la mente del joven protagonista, un joven de 30 años que comenzó, un día, a hacer un recuento de todas las cosas que le habían ocurrido en su vida. Entre todos esos recuerdos, su niñez había marcado su vida, y siempre le había acompañado el niño que recordaba, un niño de 7 años que había sido él. El mundo a través de los ojos del niño sería un mundo diferente. Los ojos de un niño explicando, con un lenguaje de adulto, el mundo que lo ha sorprendido. Si es ficción o es realidad este relato, no importa, porque es un simple viaje, un viaje a través de la memoria del joven de 30 años y su niño interior, que cuenta con apenas 7 años de edad.

Todas las pequeñas cosas terminan grabando su figura en el pensamiento. El enemigo de la memoria es el olvido, aunque a veces olvidar nos permite inventar. Esta historia la he inventado en mis noches de insomnio y todas sus palabras han salido de mi cabeza. Cada letra, cada oración, cada palabra formando las ideas y los conceptos representan momentos importantes para mí, porque son el reflejo de mi mundo interior.

Ahora mismo recuerdo que hace años, escribiendo un artículo cultural, conté la historia de un hombre que había perdido toda capacidad de comunicarse con el mundo exterior, y que ahora su mundo era el recuerdo, vivía en su memoria e imaginación. Este hombre narraba la historia de su vida por medio de pinturas, de los artistas de diferentes épocas, y cada cuadro hacía referencia a un momento específico dentro de sus recuerdos. Incluso veía cuadros con lluvia y recordaba que bajo la lluvia sus lágrimas se habían confundido y nadie lo había visto llorar en ese momento. Entonces descubrió, mientras pensaba, que el recordar había sido su vida, que todo había sido guardado en la memoria, y que, en una especie de ars memoris, en un momento casi mnemotécnico, podía volver a escribir su vida en su mente, tanto como el hombre del cuento de Borges, El milagro secreto.

A veces creo que toda mi escritura inicia a partir de un recuerdo en particular, el recuerdo de un sueño – otra forma magnífica de atrapar el lenguaje, recordar sueños. El sueño es acerca de mí, yo soy el protagonista, pero no solamente yo estoy en él, sino hay otro, alguien contrario a mí y que no conozco, pero que en todo momento ha estado donde yo llego a estar, ha estado antes que yo, y lo sé, porque todos me lo dicen, y veo a su paso un mundo de destrucción. Nadie sabe exactamente quién es, pero saben que es mi némesis, que es el contrario absoluto de mi propio ser, y me sorprende. Me espanta. Me aterra. ¿Quién es, de dónde viene, cuál es su misión, por qué me sigue? Tal parece que viene a hacerme infeliz, viene a enseñarme que no todo es vivir para los demás, y lo demuestra destruyendo mi mundo. Durante varias noches este fue un sueño recurrente, y me sorprende recordar que este sueño lo tuve varias veces durante algún tiempo, porque nunca me había sucedido esto. Cuando camino por cualquier lugar, mi némesis estuvo ahí, y los otros me cuentan que efectivamente la destrucción la llevo a cabo él. Entonces comienzo a seguir su pista, y un día, sin esperármelo, aparece, pero no sé quién es. Está vestido distinto a mí, porque al final veo mi ropa, mi cabello, todo bien arreglado, incluso sé que tengo valores, y que soy un hombre “bueno”, pero él, es todo rebeldía, tiene ropa rota, y una motocicleta, cabello largo, y no tiene modales, me enfrenta, su voz es terrible, “Por fin me encontraste, ¿qué sientes?”, me dice el otro que está frente a mí. “Pero te va a sorprender más descubrir quién soy”, vuelve a decir. Es en ese momento en que voltea, y mi horror es descubrir su cara, sus ojos que me miran, es terrible la imagen que tengo. Incluso veo mis ojos en el sueño y veo mi miedo. “¿Ahora me reconoces, sabes quién soy?” Y al voltear sus ojos a verme su risa casi diabólica me hacen despertar, y al despertar estoy sudando, porque descubrí, al fin, quién era. Soy yo mismo, el otro soy yo mismo. Toda la maldad de este mundo la he conocido a través de los ojos del otro que soy yo mismo. Me espanto, porque soy yo el que ha hecho toda la destrucción. Es terrible saber de lo que soy capaz. Mi sueño se repitió varias noches, tal parece que fue de ese modo para que mi mente lograra asimilar algo que no estaba asimilado, y que yo mismo me estaba orillando a tomar en cuenta, a hacerme consciente de eso. El otro no es nadie más, soy yo, yo soy el otro, yo soy mi propio totalmente otro, y aun me sigue dando miedo.

Este sueño me explica, entonces, por qué de mi gusto por las máscaras. Máscaras de todo tipo, cualquier máscara, el otro rostro que en algún momento es el rostro real, verdadero, y no el rostro de piel, aquel rostro que fotografían para las credenciales donde soy otro distinto al que soy en mis sueños, todas las máscaras representan esa dualidad. Mi obsesión son las máscaras. Otro recuerdo que tengo es que, mi hermano mayor, cuando yo tenía 7 años, trajo a la casa un montón de máscaras de superhéroes y de otros personajes y los iba colgando en la pared. Era un verdadero museo de máscaras. Creo que eso también marcó mi existencia, porque hoy, al escribir, siento que me pongo más de un rostro distinto al mío, e incluso ahora mismo tengo un rostro diferente. No sé si soy yo el que escribe o es otro, o es otro totalmente otro. Ni siquiera sé si estos son mis recuerdos o los escuché en algún lado y los cuento como si fueran mis recuerdos. Es como el recuerdo que tengo de una mujer hablando con su pequeño hijo, “El Luis buena onda vino a ver al Luis mala onda”, ¿Batman y Bruno Díaz? ¿Spiderman y Peter Parker? ¿Rodolfo Guzmán Huerta y Santo el enmascarado de plata? ¿Clark Kent y Superman? Tal vez todos tenemos una doble personalidad que hemos disfrazado con una máscara, un rostro diferente.

Toda la vida he tenido sueños que me han impactado, algunos me han hecho despertar gritando, otras veces sueño cosas que me despiertan llorando, cosas terribles. Creo que difícilmente he llegado a tener sueños agradables, donde por fin sea feliz. Incluso a la mujer que amo y que no está conmigo, en mis sueños la he visto amándome tal como yo la amo, y aun más fuerte. Con Sergio Pitol, creo que los sueños terribles son los más frecuentes. O frustrantes, porque al decirle a la mujer que amo, en mi sueño, que la amo, y ella me besa y me abraza y se queda a mi lado para siempre, el terrible momento de dicho sueño es que sus besos me despiertan por la grata sensación de besarla. Sus besos, que son mi sueño por llegar a tenerlos, son los que me despiertan. La belleza dura unos instantes, después se desvanece en el aire, en el viento, en el despertar. Tal como los momentos que el replicante recuerda y que se borrarán en el tiempo como lágrimas bajo la lluvia. Pero es mejor despertar del sueño que seguir en él, porque soñar eternamente también debe ser terrible, como terrible es la idea de lo eterno.

A los 7 años le hice una pregunta a mi hermano, “¿Por qué al despertar no vienen con nosotros todos los personajes que soñamos?” Yo hice esa pregunta pensando que sería muy bueno llegar a traer, desde el interior del pensamiento, a un Spiderman, a un Superman, a un Batman, que salvaran la tierra del ataque enemigo, pero no pensé en que también podrían venir a la realidad todos los monstruos que he soñado durante toda mi vida. Pero mi idea era algo así como el cuento de Monterroso, sobre el dinosaurio, “Y cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí”. Que mi despertar fuera tan mágico que al abrir los ojos después de una noche, en que, por ejemplo, soñé a mi amada, ella despertara a mi lado. Pero luego la idea se desvanece, porque sería terrible. Además, creo que no todo lo que deseamos realmente lo deseamos. Son formas de hablar, de pensar, de desear sin desear realmente.

Podríamos coleccionar todos los recuerdos de una vida, y los libros que se escribirían llenarían el mundo entero. Recordar, soñar, pensar, todos ejercicios de la mente cuando se está escribiendo. Porque de momento estamos escribiendo un ensayo y hay una cita o un párrafo de algún autor, y solamente podremos dar con la página del libro si recordamos con exactitud el capítulo al que pertenece.

En otro momento también intenté construir un fragmento de ciencia ficción, tratando de describir una luz hiperciberespacial.

El color amarillo del espacio que rodeaba su mente se volvía una sinfonía casi infinita, con un olor de profundidad espiritual. Hacía algún tiempo que el ciberespacio había dejado de estar en uso, y lo que hoy gobernaba las mentes conectadas era el espacio ubicuo era un espacio que se adentraba a los pensamientos y todo el multiverso se podía adherir a cada célula del cuerpo. Los objetos, desde hacía mucho tiempo, habían desaparecido de su forma tangible, para transformarse en objetos intangibles, y que solamente las mentes podían convertirlo en objeto tangible dentro del pensamiento. El año es un año 2000 paralelo; la información que habitaba el ciberespacio se había desbordado, y la línea que alguna vez dividió la realidad de lo virtual, hoy había desaparecido; se había desvanecido en la intangibilidad de las mentes que construyeron este nuevo ciberespacio, pero que se conectaba directo a la realidad. Hace años que desapareció el hombre, el ser humano, tal como lo conocían –dijo una voz grave que le mostraba la biblioteca a una mujer joven–, hoy, lo que domina es el Neo-Replicante.

Lo que siguen son exploraciones sobre el lenguaje, en distintas formas, que he trabajado durante algunos años; algunos son fragmentos, otros poesía, otros más cuentos, y no pueden faltar los ensayos. Este trabajo, además de la filosofía y la teología, ha tenido como base, todo el tiempo la literatura, conformando distintas formas de escritura. Los cuentos van desde cosas sin sentido hasta recuerdos de viajes, los poemas intentan “copiar” la escritura de la generación beat. Muchos de escritos los fui subiendo a mis blogs, que es donde se pueden encontrar, pero algunos otros los tengo guardados directamente en la computadora. A diferencia de algunos escritores, que aun hoy escriben en máquina de escribir, yo voy directo a mi computadora, voy directo a Word, porque comienzo a escribir y desde el inicio ya voy haciendo correcciones. No puedo decir que esa sea la mejor forma para hacerlo, pero escribir es un trabajo personal, muchas veces en solitario, que dará frutos con el tiempo. Todos comienzan a escribir y en el trayecto descubren que al principio eran novatos, neófitos, que realmente ignoraban lo que estaban haciendo, yo soy igual que todos ellos, pero a diferencia de ellos, considero que soy un novato aun, después de tantos años, porque siempre que regreso a alguno de mis textos, veo que estaba falto, todo el tiempo, de la fuerza que se puede encontrar en cualquier otro, ya sea Cortázar, Borges, Foucault, Umberto Eco, u otro de todos aquellos que han influenciado mi pensamiento, mi forma de trabajar, mis ideas, y más recientemente, Sergio Pitol, que con su arte de la fuga, me ha enseñado a fugarme, yo mismo, en todos mis textos, a jamás dejar un escrito impune, siempre hay un sufrimiento, algo que duele, tal vez alguien perdió la memoria, o alguien más perdió algo en el camino, pero no puedo dejar mis textos sin castigo, que es una forma de pensar contra mí mismo, tal como diría Cioran, o como una guerra en contra mía, como señalaba Derrida en su última entrevista.

Encuentro en la escritura una forma de campo de batalla donde el enemigo soy yo mismo, y es al único enemigo que debo vencer. Todos los elementos que utilizo son las herramientas para lograrlo. Puedo borrar mi ser por medio del texto, puedo olvidarme de mi propia persona por medio del poema, del ensayo, puedo acabar conmigo por medio del cuento. Me puedo construir como un texto que su letra se mantiene difuminándose hasta caer en el olvido. Es de este modo que comienzo con un cuento donde todo se vuelve tan momentáneo, todo se mantiene acabándose, nada es lo que parece, y al final termina revelándose lo que ha sucedido realmente.

Cuando te vuelva a ver
A todos los que extraño y quiero
Te veo el año entrante, o tal vez antes. Aun no decido si regreso pronto – le dijo a su hermano, cuando estaba por subirse al autobús para regresar a su ciudad.
No tardes mucho, creo que este año la pasamos muy bien – le comentó su hermano, que lo despedía con un abrazo. Después, subió al transporte y ocupó un lugar junto a la ventana para poder decir adiós. Luego el autobús avanzó y dejó la ciudad detrás y su hermano se iba reduciendo mientras agitaba la mano en señal de despedida.
Observó al hombre que estaba sentado hasta delante, con sus lentes y el cabello canoso, que hablaba por celular; a la señora que acomodaba su maleta; la mujer sentada junto a él; los niños que jugaban entre ellos. Todos estaban haciendo algo y él observaba a cada uno.
Su mirada se dirigió a un periódico y vio la fecha, 29 de julio. Luego consultó su reloj, las 12 del día. Era buena hora y hacía un día hermoso; el sol entraba por las ventanillas y se podía escuchar una música alegre en las bocinas. Comenzó a leer el libro que llevaba y subrayaba las frases que más le interesaban. Estaba triste porque dejaba a su hermano, pero estaba alegre de regresar a su casa.Cuando se dio cuenta, abrió los ojos y observó que había dormido unos 5 minutos. El libro estaba en el suelo y el marcador había rodado varios asientos por delante del suyo. Se levantó por él y regresó. Consultó su reloj, las 12 y cuarto y volvió a sentarse. Continuó leyendo.
Fue al baño y regresó, sacó algunas cosas de su maleta, continuó leyendo, abrió los ojos nuevamente, ya era la 1 de la tarde. Había dormido casi 40 minutos. Miró por la ventanilla y lo único que veía pasar eran los pueblos y las montañas, nubes y aves, y el sol continuaba dentro del transporte. La canción sonaba más alegre que antes, fue cuando empezó a extrañar todos los días que pasara con su hermano, su madre y las personas que habían estado con él en aquella ciudad.Cuando volteó buscando al señor canoso de lentes se dio cuenta que no estaba en su lugar, tal vez en el baño, pensó; la mujer que había estado arreglando su equipaje seguía ahí. Fijó sus ojos en la fecha que anunciaba el autobús, 30 de julio y se extrañó un poco ya que su reloj marcaba el 29 de julio. Pero se quedó tranquilo. Y volvió a cerrar los ojos.
Un brazo lo movió y él se despertó sobresaltado. Cuando fijó la mirada en el rostro de la persona, se sintió más extrañado que con la fecha. Qué hacía su hermano ahí, junto a él, cuando había visto que le decía adiós. ¿Qué haces aquí? – le preguntó.
Nada, ¿qué podría hacer sino acompañarte? – le dijo su hermano un tanto sonriente.
Pero… tú no te subiste cuando yo subí; tú no me acompañabas, por eso te lo pregunto – le comentó con los ojos abiertos como si fueran un horizonte en el cielo.
Pues estoy aquí contigo, y te voy a acompañar a casa – le dijo su hermano, que le tocó el hombro, entonces cerró los ojos, recargando su cabeza en el respaldo y suspiró de forma descansada. También cerró los ojos, luego los abrió y había pasado más tiempo.
Su hermano ya no estaba junto a él y concluyó que había ido al baño. Entonces se levantó para hablar con él y observó que el rostro de la mujer de adelante le era muy familiar, caminó hacia ella y su abuela lo saludaba alegre – Hola hijo, tenía tiempo que no te veía.
Su mirada se fijo en la página del periódico que había visto anteriormente. ¿10 de junio? ¿Las 11 de la mañana? No sabía qué ocurría en el autobús. Abuela, ¿cómo es que estás en el autobús, cómo es que no te vi cuando subiste? – preguntaba confundido.
Bueno, dormías hijo, no quise despertarte – le contestó su abuela.
Oh – respondió sin poder ocultar su sorpresa y volvió a su lugar, siguió leyendo y su hermano se volvió a sentar junto a él.
Y entonces, ¿cómo lo pasaste allá conmigo? ¿Te gustó estar tantos días? – le preguntaba su hermano y él no pudo ocultar su rostro de confusión pero al mismo tiempo sonreía sinceramente, satisfecho por todo lo que habían hecho juntos. – Ya tenía un año sin verte, ¿verdad?
Sí, ya un año; realmente ya te extrañaba, pero bueno, ahora vas conmigo, ha sido una grata sorpresa, no menos sorprendente de que estuvieras aquí, pero así seguimos juntos aunque sea un tiempo más – comentó sin poder ocultar que sonreía pero al mismo tiempo una lágrima surgía de su ojo izquierdo.Continuaron hablando y pasado un rato se despertó nuevamente; fue mayor su sorpresa cuando sintió que alguien acariciaba su cabello y ver que era su madre. – Hijo, me dijeron que querías verme y vine enseguida, ¿me extrañabas?
Pero madre, ¿cómo es posible que supieras, o quien te dijo supiera que te quería ver? Te fuiste tan rápido que ni tiempo dio de despedirme de ti. Creo que estoy loco o toda la familia está en este autobús, por lo menos mi hermano anda en algún sitio y mi abuela viene sentada delante de nosotros. – Le dijo a su madre y ella no pudo ocultar sus lágrimas y le acarició nuevamente el cabello.
Ay, hijo, todo el tiempo te extraño. Ese día me tuve que ir rápido porque se nos hacía tarde, por eso ya ni me despedí, pero aproveché ahorita que me dijeron para venir un rato, estar contigo y darte por lo menos un beso de despedida. – Le dijo su madre con una voz entristecida.
¿Te vas tan pronto madre? Espera por lo menos a que lleguemos, después, si quieres, yo te puedo llevar, aunque me tarde. – Le dijo a su madre, pero ella solamente acariciaba su cabello, con lágrimas en los ojos.
Mira, una película, creo que es la que te gusta mucho. – Le dijo su hermano.
¡Sí!, esa la quería ver hace años, qué bueno que la han puesto. – Dijo y se asomó por la ventanilla, descubriendo un tramo largo de carretera. – Miren, este lugar lo vi cuando iba para allá. Creo que ésta es la segunda vez que paso por aquí.
Duerme hijo, duerme, descansa, has tenido un viaje muy cansado – le hablaba en voz baja su madre.
Pero, ¿estarás cuando despierte? – le preguntó con una voz de preocupación.
Sí, seguiré un rato – dijo su madre, que lo besaba en la frente.
"Doctor, creo que el muchacho no sobrevivirá. Fue un impacto terrible, es un milagro que ahora mismo siga vivo. Mire, tiene abierta la cabeza, otro poco y se le desprende la parte del cráneo que está rota"
Abrió los ojos y ya no vio a su madre. Sudaba por el sueño tan horrible que había tenido. Sintió el brazo de su hermano, y eso lo tranquilizó un poco; de pronto tenía esa necesidad enorme de que todos ellos siguieran junto a él. Volvió a dormir.
"Creo que es mucha sangre la que necesita, no estoy seguro que vaya a quedar totalmente restablecido de sus facultades. El impacto fue tan grande que ciertas partes de su cerebro quedaron con trozos de su cráneo, pero intento rescatarlo. ¿No tiene a nadie que lo acompañe?"
Volvió a despertar y la película ya había terminado. En ese momento sintió que alguien lo movía. Era extraño, pero el rostro de su otro hermano estaba muy cambiado – hola, ¿cómo has pasado tu rato de siesta? Vine porque mi mamá dijo que te habían organizado una fiesta sorpresa y pensé en…
¡Para qué le dices! Quedamos que era sorpresa, no que era una fiesta sorpresa en que iba a estar informado – dijo su otro hermano.
Mira, hijo, tu abuela tiene una nueva película, ¿quieres verla? Falta mucho para bajarnos y creo que la podrás ver completa. – Le dijo su madre, mientras iba a la sala del chofer para arreglar que fuera puesta la película.
La película comenzó y él quedó sorprendido, era otra de sus favoritas. Pero se levantó al baño, vio su reloj, las 7 de la mañana; miró la fecha de la pantalla, 2 de septiembre. Seguía extrañado por la broma que le jugaban, pero no comentó nada. Regresó para ver la película. Sonreía porque todos estaban con él. Fue en ese momento que escuchó un niño que jugaba cerca.
La risa del pequeño llenaba el autobús, entonces le preguntó a su hermano – ¿lo trajeron también? ¿Pero cómo pudieron hacerlo sin que yo me diera cuenta?Porque tienes un sueño muy pesado, por eso, y mira que hicimos mucho ruido – le dijo su hermano, que le pegaba en el hombro, jugando.
Ya no se hizo más preguntas, disfrutó el viaje y a veces miraba por la ventanilla. Vio lugares que le resultaban familiares – mira, esa calle se parece a la que te lleva a la casa allá en tu ciudad.
Sí, las calles son muy parecidas. Hace rato vi una que se parecía mucho a una donde jugábamos de niños. – Le comentó su hermano, que se levantó a hablar con su madre.
La película continuaba y él sonreía por acordarse de algunos momentos. De pronto sintió un sudor frío, cuando entre los invitados vio el rostro de su abuelo y el rostro de uno de sus tíos. Ellos estaban muertos. ¿Qué era todo eso? ¿Una broma de mal gusto? La mirada de su abuelo se fijó en él y movió la cabeza, como saludándolo, pero no se acercó a hablar. Lo mismo sucedió con su tío. Fue que se comenzó a hacer más preguntas. Miró el reloj y ya era noche, y la fecha continuaba cambiando. Cerró los ojos y volvió a dormir.
"Creo que esto es todo lo que podemos hacer. No creo que resista más. ¿Ni siquiera sabe a quién llamar para avisar?"
Despertó sobresaltado nuevamente, su sueño se repetía todo el tiempo. Se levantó y vio a toda su familia que dormía. Al hombre canoso de lentes no lo volvió a ver. Entonces observó a cada uno mientras la película continuaba; los escuchó dormir y continúo viendo los paisajes que pasaban por la ventanilla. Vio la calle que lo llevaba a la casa de la infancia; vio la calle por la que andaba para ir a la escuela; vio la calle por donde caminaba cuando regresaba a casa de su hermano; vio muchas calles, incluso algunas que jamás había visto y que significaban mucho para él. Y comenzó a pensar que todo era extraño pero que ya no le importaba, se fue a su lugar y cerró los ojos nuevamente, y entonces sintió.Sintió que su madre le acariciaba el cabello y le daba un beso; que su hermano le golpeaba el hombro y le sonreía; que su otro hermano lo abrazaba y escuchaba la sonrisa de su pequeña hija; que su abuelo y su tío le sonreían alegres; que su abuela le daba un beso; y cada uno de todos los que estuvieron con él en el autobús ahora se desvanecían en la noche. Y sintió el abrazo de su padre y escuchó la sonrisa de su hermano que jugaba con él. Y desfilaron todos y él seguía con los ojos cerrados, mientras su llanto se hacía cada vez más fuerte. Abrió los ojos y entre sus lágrimas los rostros de todos sus seres queridos se fueron borrando. Y él mismo sintió que su rostro se desvanecía, mientras la película continuaba pasando y las calles en que había estado se fijaban al cristal de la ventanilla del autobús en que viajara ese día.

Abrió los ojos por un momento; sintió que alguien estaba junto a él. Luego su mirada se fue apagando en la oscuridad de la noche. Solamente algunos rostros sonrientes quedaban; rostros que al final se fueron desvaneciendo en el silencio. Ya no pudo sentir la sangre que nacía de su cabeza y que, al correr por su rostro, resbalaba como si fueran lágrimas rojas que se perdían entre las gotas de la lluvia que ese día había hecho que el chofer perdiera la visión y se estrellara con el otro autobús.
San Miguel de Allende, Guanajuato31 de diciembre de 2007
Los parolismos

¿Han escuchado hablar del glíglico de Julio Cortázar? En Rayuela, la Maga y el protagonista, Horacio Oliveira, alter ego de Cortázar, hablan constantemente en glíglico. Digamos que el parolismo es una especie de glíglico, aunque un poco más complicado. El secreto está en iniciar cada palabra que se ha de inventar con "par", "paro", y terminar con "role", que viene de "parole", que significa equipo -porque ya no precisamente significa palabra, como es el caso que se estuviera utilizando en francés; el parolismo no es un idioma frances, ni siquiera un dialécto, sino una forma de decir "amigo", "equipo", "compañero", es decir, es el uso de la fraternalidad fraternosa o fratérnica, en aquellos que lo manejan. Pero también, es un simbolismo cuernavaqueño, porque es en Cuernavaca, por el año de 2000 y algo, que el "parolismo" nace como idioma comunicativo de la comunicación entre dos personas reteharto conocidas -por ellos mismos, cuando se ven al espejo, y entre ellos mismos, cuando se hablan, y cuando escriben por chat, pero además, reteharto conocidos por sus familiares y amigos y hasta por los enemigos. El "parolismo", entonces, es una expresión que va más allá de lo establecido por la literatura, la filosofía, la teología, la geografía, los cómics, las películas de ciencia ficción y sus respectivos libros, el cine en general, y la lucha libre, ya sea en la vertiente de la Arena Isabel, los muñequitos de plástico del Santo, lás máscaras de otros luchadores y el cine, ya sea el de Bleu Demon o el Santo, y cualquier otro. El "parolismo" es entendido con la práctica, porque no se puede tener un pleno conocimiento al iniciar una plática, y puede llegar a ser un idioma extraño para todos aquellos que no lo conocen. Señala Foucault, al hablar de La Biblioteca de Babel, narración escrita por Borges, que en la biblioteca de Babel, ya todos los idiomas que se hablaron, que se hablan y que se hablarán, están contenidos entre las páginas de los libros. En todo caso, entre las hojas de esos libros infinitos, de esas letras dibujadas casi fuera del texto, en los recuerdos y pensamientos y sentimientos y sensaciones de todos aquellos que visitan la biblioteca de Babel, esa biblioteca infinita, el "parolismo" ya estaba contenido, solamente había que pensarlo y repensarlo hasta establecer su origen, pero tarde o temprano debía surgir en nuestras mentes. El "parolismo" incluso está contenido en cuadros como los de Velázquez, específicamente en Las Meninas, o en los cuadros de Picasso, como Las señoritas de Avignon; también podemos encontrarlo en cuadros de los Impresionistas o de Dalí. El "parolismo" alcanza un importante número de pinturas de artistas requeteharto conocidos. Las palabras que el "parolismo" pueden inventar, son requetehartísimas. Por ejemplo:

1. Parotruquitilirintinguirilitintarole
2. Parotronizalisatiorole
3. Parotrofskytronofskypatrinoreloskyquiritorinskytrarole
4. Parofiquitiquiliquimiquibiquichiquiriquiwikixikipiquirole
5. Parotarocarojarofarogarobaronarodaromarole
6. Paronsfskytroskyfutbolonoskytrikitrakenofskyroleroskyrole
7. Parocienciacineteoriasmarxistastecorreteanentussueñorole (aunque este es más bien para despistar al enemigo, porque no alcanza a cubrir el perfíl del "parolismo")
8. Paroleparoleparoleparoleparoleparoleparoleparole

En todo caso, el número de "parolismos" continúa, la lista se sigue hasta el infinito y nosotros no podríamos acabar de escribir. Porque bien se señala, que serían muchos los libros que se escribirían sobre el "parolismo", que todas las bibliotecas del mundo no podrían contenerlo. En definitiva, nos parece que el "parolismo" tuvo que nacer en la mente de un ser omnisciente y omnipresente, como podría ser el caso del Dr. Manhattan, de Watchmen, o Dios mismo, porque de otra forma, jamás nadie podría haber llegado a entenderlo.

Cuernavaca, Morelos
24 de agosto de 2008

Comentarios

Entradas populares de este blog

ENSAYO: ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA, DEL HOMBRE SUPERIOR, NIETZSCHE