Postulado # 34

Desde la perspetiva de Wittgenstein, "Los límites de mi lenguaje significan lo límites de mi mundo", podemos ver que todo aquello que es dicho es posible que sea en el mundo -nosotros hablamos del mundo lingüístico- y de esta forma, el mundo lingüístico que me conforma, ya hemos dicho, tiene la posibilidad, en Babel y desde Babel, de que el otro -el Otro como huella en el otro- exista dentro del mundo-horizonte de mi mundo lingüístico. Así, el otro, o la huella del Otro en el otro, se vuelve el límite de mi lenguaje y de mi mundo lingüístico. Nombrar al otro, es decir, ser delante del otro por medio del propio lenguaje, es la infinita imposibilidad de comprender al otro, que es conocerlo; ser en el mundo con el otro es la forma indirecta de conocer al otro, pero al otro como huella, como ausente infinito, porque en él habita la huella del Otro, en su rostro. Así, el rostro del otro sale a mi encuentro y me es imposible nombrarlo. Mi lenguaje es la infinita posibilidad de mi libertad, porque por medio de mi lenguaje, de la constitución de mis mundos lingüísticos, o los mundos ligüísticos que habito, es posible que comprenda, ya que ser en el mundo es ser poseído y estar dentro de los mundos lingüísticos. Es de esta forma como el otro se vuelve el límite de mi lenguaje y mi mundo, en que, según Lévinas, "Recibir al Otro, es cuestionar mi libertad". La huella del Otro en el otro es lo que cuestiona mi libertad. Mi libertad se pone en riesgo, en cuestión, en duda, cuando entro en una relación dentro del mundo con el otro. Ser con el otro en el mundo es volver a pensar mi lenguaje y mi mundo lingüístico y mi libertad y mi ser en el mundo mismo...

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