Postulado # 20

Babel, Blade Runner y The Matrix…

Estos elementos son similares al interior de su sentido, porque en todos ellos se encuentra el hombre como centro del análisis. El hombre, en Babel, se confunde ontológicamente, que es el sentido que tiene hablar de la confusión de su lenguaje, tal como dice Heidegger, “La palabra –el habla– es la casa del ser. En su morada habita el hombre”. Si la palabra del hombre, su lenguaje, se llega a confundir, toda la casa del ser se confunde, ontológicamente deja de ser lo que era para transformarse en otro ser. El hombre, entonces, a partir de Babel, se vuelve un ser artificial, tal como encontramos en Blade Runner. El Replicante, esa copia perfecta, y más que perfecta, del hombre, es un ser artificial, un ser inventado en laboratorio, pero que no deja de cuestionarse sobre su ser, y lo podemos entender en sus preguntas hacia sus recuerdos, hacia aquello que tienen guardado en la memoria. La memoria es aquella que permite la construcción del ser; recordar permite saber quiénes somos, pero asimismo la memoria contiene su ser en el tiempo. El hombre, de esta forma, es un ser construido de memoria, de tiempo, de lenguaje. El ser del hombre se construye, se inventa, se produce, y es en Matrix donde la invención de su memoria permite inventar su ser, que no deja de ser la artificialidad del Replicante y del hombre después de Babel. Las máquinas que producen los recuerdos de los hombres conectados a la matrix son las que han inventado el nuevo ser, y así encontramos un ser híbrido, una invención, entre la realidad y la fantasía, entre la máquina y el cuerpo humano, entre el ciberespacio, producto de las máquinas y la mente producto del organismo del hombre. En Matrix, tal como señala Kazantzakis en La última tentación, “Y mi alma era el campo de batalla donde se enfrentaban aquellos dos ejércitos”, en la mente del hombre se construye un campo de batalla donde se enfrenta el hombre y la máquina. Es en la mente de los hombres donde la realidad y la ficción se llevan a cabo, se fusionan, y al final, un nuevo ser surge.

Este nuevo ser, que se forma tanto en Babel, como en Blade Runner o The Matrix, es un ser nacido de la artificialidad, de la invención, de la fusión del dios con el hombre y la máquina. Una nueva forma de trinidad, dios-hombre-máquina, así es la nueva constitución del hombre después de Babel. Tal como señala Octavio Paz, “el hombre fluye, también el hombre cae y es una imagen que se desvanece”, y al desvanecerse, tal como señala Monsiváis, “el mundo que conocí ya no existe y el que ahora padezco se está desvaneciendo”. El mundo, tal como se conoce, el mundo en que habita el hombre, tal como lo conocemos, se desvanece, se transforma, y ahora deja de existir, para formarse un nuevo mundo, el mundo del hombre que es un trinomio, dios-hombre-máquina.

Ese es el hombre después de Babel, el hombre que habita Babel y Blade Runner y The Matrix: el hombre que ahora es Dios y ahora es Hombre y ahora es Máquina. Dios-Hombre-Máquina.

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