Postulado # 23

Deus ex Machina



Una composición de palabras que tiene un significado acerca del teatro, de la trama, del guión, pero que nosotros utilizaremos en otro sentido, recontextualizando el significado. Literalmente, significa “Dios surgido de la máquina”, pero en nuestro trabajo no haremos referencia al elemento teatral o guionizado, sino al elemento cibernético, al de ciencia ficción; devenir humanos, devenir metahumanos, devenir cyborgs, devenir tecnohumanos, devenir seres artificiales, ethos cibernético, dioses de carne y hueso, dioses de carne y hueso y conexiones, devenir androides, devenir pensamiento artificial, devenir idea artificial; el espíritu en la máquina construye y reconstruye la esencia, un rostro que deja de ser rostro para volverse signo, el signo de la extensión humana, del dios con prótesis. Fin de todas las esencias, inicio de todas las ciber-esencias, las esencias de la máquina unida al espíritu y la carne. La poética de lo artificial permite pensar mutando en un devenir infinito, en un sueño que se apaga al primer momento, un deseo que se entrelaza con los cables de un pensamiento robotizado. Cyborg humanizado, humano altamente artificial, rostro que se enmascara con el signo de lo desechable, cables y sistema nervioso central unidos para construir un nuevo exoesqueleto en la nueva humanidad ciberespacial, artificio del pensamiento que profundiza en un nuevo éter, un éter que se descompone en microchips; cerebros que son construidos a partir de la idea de un ingeniero en sistemas y que es Dios y que es hombre y que es el resultado, la unión. "Como diría Foucault, el superhombre es mucho menos que la desaparición de los hombres existentes, y mucho más que el cambio de un concepto: es el advenimiento de una nueva forma, ni Dios ni el hombre, de la que cabe esperar que no sea peor que las dos precedentes" . El nuevo superhombre ya no es Dios ni es hombre, ahora es la unión de Dios con el hombre en el cuerpo de una máquina pensante, sintiente, espiritualizada, cyborg profeta, cyborg palabra, cyborg ángel, con una palabra artificial dada a los hombres para ser escuchada y repensada en pleno Siglo XXI, que es cuando se están escribiendo estas notas que son citas a orillas del océano de páginas de periódicos, de libros, de revistas, de artículos de filósofos y pensadores, de teólogos y literatos, de escritores, de analistas políticos, analistas sociológicos, antropológicos, escritores de cultura pop. Siglo XXI de Blade Runner, ¿2019?
En palabras de Freud, “El hombre es un dios con prótesis” , que nos lleva a la unión de la primer idea, el deus ex machina, con la prótesis del hombre moderno, o mejor sería decir, hombre posmoderno. En este caso, el juego con lo moderno, ya sea posmoderno, hipermoderno, metamoderno, es el juego de la idea de sobrepasar la modernidad, de haber superado la idea de todo el pensamiento sobre la posibilidad de encontrar algo natural en este mundo creado a partir de lo artificial. Todo en el hombre es artificial, incluso su pensamiento, sus ideas, su lenguaje; nada en el hombre ya es natural, esencial, todo deviene artificial, devenir ficción, devenir relato, devenir cuento, “el mundo verdadero se ha transformado en una fábula” , aquí el reflejo de lo que venimos escribiendo. El hombre es un dios con prótesis dentro de un mundo que ha devenido fábula, relato, historia-story, cuento, novela, ficción de ficción, metaficción, y en esa invención de sí mismo, de su propio ser, ha inventado su rostro, su máscara que ya es el nuevo rostro, y decimos máscaras porque de eso ha construido su rostro, del conjunto de sus máscaras porque ha comprendido que todo se ha fugado, todo se ha escapado, todo se ha ido con el viento, todo se ha vuelto polvo, todo es como ver sin lentes cuando realmente se le necesitan, desubicamos todo lo que nos rodea, y donde hay rostros, vemos imágenes, donde hay facciones, vemos signos; el pensamiento del nuevo hombre-máquina, del nuevo dios-máquina, del nuevo superhombre artificial, se deshoja como las imágenes de un cómics que es arrancado, página por página hasta quedar vacío, el fluir del nuevo pensamiento no se detiene, no es contenido por ningún obstáculo, es un pensamiento esquizofrénico. Nada hay que detenga a las voces, a las diferentes voces que se escuchan, a los diferentes pensamientos que se tienen, a las diferentes personalidades que se poseen, por eso es multiplicidad este nuevo hombre, este superhombre posmoderno venido de la prótesis del hombre, venido del deus ex machina.

“También el hombre fluye, también el hombre cae y es una imagen que se desvanece” , nos recuerda la fragilidad humana, esa condición humana que se desvanece, ya dijimos, en el viento, en el olvido; la memoria es fragilidad que se infecta, se enferma, se destruye, para dar paso al olvido hasta que el hombre ya no es más que el cuerpo que camina y que todos reconocen, pero que él mismo no se sabe, no se siente, no se entera, no escucha, y si escucha, olvida. El hombre verdadero se pierde en el hombre artificial, en el superhombre que es letra y que es número y que es poesía y que es literatura y que es filosofía y que es teología y que es relato y ficción y palabra que ya nadie entiende. Todo fluye hacia el olvido, hacia la pérdida del propio rostro, y el hombre deja de ser hombre para ser simple humanidad con palabra artificial. Reiterar lo cibernético es parte del análisis esquizofrénico, de la línea que se recorre, de la escritura multiforme, de la multiplicación de los rostros. El fluir esquizofrénico puede unir a Foucault en la misma intensidad de Mishima, de Borges con Cortázar, de Deleuze con Borola, de lo más con lo menos y de lo oscuro con lo blanco; el lenguaje permite la multiplicación de los sentidos, siempre que no se le detenga, que se le dé rienda suelta, por eso la poesía, en nuestra escritura, bien puede transformar a la filosofía, o la sociología se puede unir a la antropología para darle otro sentido al análisis completo del micro y del macrouniverso. Solamente en la escritura que estamos haciendo puede ser posible encontrar a Memín Pinguín en plena plática, que se repite hasta el infinito, con un Kierkegaard, o puede ser que la telaraña de Spider-Man esté tejida a imagen y semejanza de todo el pensamiento de Monsiváis. Puede ser que se unan los cómics con la lucha libre, y puede ser que los rostros enmascarados de Blue Demon y de Santo, el enmascarado de plata, se transformen en parte del análisis de un Walter Benjamin. Todo puede ser posible. Para nosotros este es el fluir, todo esto es la pérdida del rostro, esto significa que el hombre cae.

Ese hombre que es dios con prótesis y que es rostro que cae y que es rostro que se borra, y que es olvido y que es imagen, que es todo aquello que ha visto y que sabe que loque ha visto se perderá “en el tiempo como lágrimas en la lluvia”, tal como diría el Replicante, es el mismo que es hombre y es dios y es máquina. Que es una síntesis poskierkegaardiana, porque Kierkegaard dice “Si el hombre fuese un animal o un ángel, no sería nunca presa de la angustia. Pero es una síntesis y, por tanto, puede angustiarse, y cuanto más hondamente se angustia tanto más grande es el hombre” , y también dice “El hombre es una síntesis de infinito y finito, de temporal y eterno, de libertad y necesidad, en resumen, una síntesis. Una síntesis es la relación de dos términos. Desde este punto de vista el yo todavía no existe” . Pero ir más allá de Kierkegaard con sus dos formas de explicar la síntesis, es traer al Siglo XXI, cuando dominan las máquinas al estilo Matrix, estas dos ideas, y otras más, para señalar la síntesis que hoy vivimos, dentro de la que existimos, desde la que somos y de la que parte el yo que ya se ha formado. Hhoy la síntesis ya no es el hombre, sino el superhombre, que ya hemos repetido en nuestro texto, pero cada palabra puede ser repetida todo el tiempo para darle nuevos matices, y el superhombre ya no es ni Dios ni hombre, ni una síntesis de ambos, sino que se ha transformado en máquina humana.

Desde Babel (aquel otro concepto que también queremos multiplicar y dividir y ramificar), el hombre ya no es hombre; el hombre es un antihombre que apunta a un devenir metahumano, antidivino, contrario a toda metafísica; el hombre ya no es aquel que tiene que subir hasta las alturas de la contemplación para ver a Dios, cara a cara, a rostro descubierto, y bajar para entenderse a sí mismo , ni tampoco puede seguir siendo Dios su objeto absoluto, ni puede ser el fin principal de la humanidad glorificar a Dios y gozar de él para siempre ; hoy el hombre se contempla en las máquinas, su rostro se refleja en los autos, en las formas de los electrodomésticos, sus ojos miran a través de las botellas de Coca Cola, todo se ha vuelto parte de la nueva forma que el hombre ocupa en este mundo posmodernizado. Hoy el cine refleja una imagen multiplicada y virtualizada del hombre, totalmente artificial, como si el ser estuviera encerrado dentro de la pantalla, como si la vida fuera una película, y la realidad llega a transformase en guión. Los actores son los nuevos hombres que muestran la nueva realidad. La metafísica se retrata en la pantalla y se repite en el DVD, o en el VHS, según sea el caso del coleccionista, del cinéfilo.

El hombre es todas las cosas que consume, cada objeto de consumo es un signo, y simboliza la estructura de pensamiento y alimentación y memoria y existencia que el hombre tiene y construye. Pero, ¿qué es lo que escribimos? ¿Un acrítica, un ensayo, un poema, un cuento, o simplemente es son las palabras, el lenguaje que se estructura en la hoja y que va surgiendo en caída libre y pensamiento y libre e ideas libres? Y decimos libres no para decir que hay libertad, porque no creemos en la libertad, porque las esencias son lenguajes que se forman, y ¿quién nos revelará el verdadero nombre de las cosas? ¿Qué son las cosas? Fernando Pessoa, en uno de sus poemas, se hace una pregunta filosófica, acerca del verdadero sentido de las cosas, el sentido oculto:

El misterio de las cosas, ¿dónde está?
¿Dónde está él que no aparece
por lo menos para mostrarnos qué es misterio?
¿Qué sabe el río y qué sabe el árbol?
Y yo, que no soy más que ellos, ¿qué sé de eso?
Siempre que miro las cosas y pienso en lo que los hombres
piensan de ellas,
río como un riacho que suena fresco en una piedra .

¿Es que hay un misterio oculto, un verdadero significado dentro de las cosas? ¿Son las cosas mismas las que pudieran manifestar su verdad? El signo contiene el significado y el significante; porque el signo se encuentra, más que en un estado puramente físico, en nuestras mentes y desde ahí significa y significante se unen para dar forma a los pensamientos. Así como el Verbo o la Palabra o el Logos es la manifestación del pensamiento de Dios, del Padre, la construcción de todo lo que nos rodea, de todas las cosas, de todos los objetos, robots, cyborgs, televisiones, libros, fábricas, calles, la ciudad misma, los hombres, son el reflejo de nuestro pensamiento. El Padre se manifiesta en el Hijo, el Pensamiento se refleja en el Lenguaje, Verbo y Logos son lo mismo pero cada uno significa algo: Verbo, la palabra que habla, que señala, que nombra, que significa; Logos, aquello que por medio de la palabra hace patente lo que se quiere llegar a significar. “En el principio era el Verbo y el Verbo era en Dios, y el Verbo era Dios. Esto era en el principio, en Dios, y el monje fiel debería repetir cada día con salmodiante humildad ese acontecimiento inmutable cuya verdad es la única que puede afirmarse con certeza incontrovertible. Pero videmus nunc per speculum et in aenigmate y la verdad, antes de manifestarse a cara descubierta, se muestra en fragmentos… mezclada con el error de este mundo, de modo que debemos deletrear sus fieles signáculos incluso allí donde nos parecen oscuros y casi forjados por una voluntad totalmente orientada hacia el mal” . El ejercicio de la repetición, del lenguaje confuso que se repite para comprenderse totalmente, se muestra en el monje fiel de Umberto Eco, en la repetición constante hasta que se logre entender el fragmento, el texto, el pensamiento que está encerrado entre la nube y el polvo y el bostezo de todas las letras atrapadas en la superficie de un libro. Pero no es de la manifestación del Verbo-Logos-Palabra de lo que estamos hablando, a menos que al Hijo mismo del Padre lo hagamos entrar en la artificialidad del pensamiento del hombre. Cuando el Verbo se encarnó en la figura de Jesús llamado el Cristo, o Jesucristo, entendemos que había surgido entre los hombres el profeta de la deconstrucción, porque venía a explicar la palabra de Dios dada a los hombres.

Jesucristo explicaba el significado último, que debía transformarse en el significado primero, porque estaba siendo limpiado por el lenguaje del Mesías, de Jesús el Cristo, para ser plenamente comprendido; el Padre había explicado su palabra por medio de revelaciones, imágenes, metáforas, mitos, profetas, ángeles, símbolos, signos, pero es Jesucristo el rostro descubierto del Padre, aun cuando el rostro del Padre sigue estando descubierto, pero en su descubrimiento ya encontramos su manifestación . Pero hoy, en plena época posmoderna, con el Siglo XXI construyéndose, sabiendo que hoy se propone la muerte de Dios , cuando el conocimiento ha dejado de ser verdadero, ya no podríamos decir que Jesucristo, hoy, vienen proponiendo una forma mítica de Dios, ni tampoco podríamos afirmar que él sea el rostro único de Dios, siendo que hoy sabemos que Dios es un ser de mil formas y mil cabezas y que a pesar de eso jamás nos muestra su rostro verdadero. Hoy Jesucristo se manifiesta así, de mil formas, tanto en los labios de un hereje, como en la pluma de un teólogo, como en las líneas de un poeta, en todas esas formas de representar y repensar el arte y la existencia, Jesucristo es el momento crítico, el punto que desaparece por su in-significancia ; Jesús es el punto de fuga en todo texto, porque se escapa, se transforma y se escapa hasta el infinito y jamás podrá ser ni siquiera subrayado su nombre, ni señalado ni pensado realmente. “El cuerpo no existe antes del lenguaje. “Antes del lenguaje está lo real”. Real del cuerpo, carne, entrañas palpitantes, cavidades, mucosas sacudidas, agitadas por energías orgánicas. […] “Carne insignificante antes de ser invadida por el decir; engendro imprevisible, ineducable, aterrorizante en su solo existir bajo la única tutela del instinto de vida. Ese real sobrevendrá realidad únicamente si es hospedado, invadido, usurpado, violado por el lenguaje. “Y Aquel Verbo fue hecho carne… y en él estaba la vida, y la vida era vida del cuerpo” .

La unión de muchos puntos, como si fueran puntos infinitos y que forman una línea, no puede ser pensada como infinitos puntos, todos iguales, uno a semejanza del otro, sino como puntos, diferentes uno de otro, y volviéndose la suma de todos los puntos se transforma en la suma de todos los objetos disimilares. Por eso es que pueden ser unidos. Cada objeto que se suma a otro objeto es un orden de caos, un ritual del caos, una suma del caos, donde se está construyendo una deconstrucción de la realidad y la fantasía para formar algo totalmente otro. Una forma de teología negativa, donde se afirma lo que no se es sin jamás negar aquello de lo que se está hablando. Este libro se está escribiendo en rizoma, o en collage, o como una caja de herramientas, o como un abrelatas y un desarmador, o como un laberinto, o como un ornitorrinco, o como la suma de todos los canales de la televisión vistas al mismo tiempo (cada programa, cada imagen, cada uno de los colores, todo como un racimo de uvas o como un conjunto de formas multiformes formando una especie de colmena). Ya lo dijimos, pero volvamos sobre la imaginación. En forma de relato. En forma de sueño. En forma de un Work in progress, como una forma de Finnegans Wake, como un trabajo en proceso, como un deus ex machina, como un espíritu metido en la máquina, un robot con alma, un libro lleno de quiméricos. La esquizofrenia analítica nos produce un texto tasajeado. Pero el sueño, el cuento, la narración, la pintura por palabras es como sigue:

El Verbo se hace carne y desciende como un ángel; ya Jacob había visto una escalera, donde los ángeles subían y bajaban hasta llegar a la tierra y hasta llegar al cielo: Dios y hombre unidos por esa escalera que significa Dios y hombre unidos en la persona de Jesucristo. Pero no solamente se ha unido Dios con el hombre; también se ha unido el pensamiento con la mano y la pluma y la hoja que contiene el texto. Y estando el Quijote encerrado en las 4 paredes del libro, por medio de su locura pudo escaparse, viajando a lo Otro sin dejar de pisar lo Mismo. Siempre lo Mismo, nunca dejó de ser él pero sí pudo lograr ser otro. Jesucristo y Don Quijote se dan la mano, y en sus respectivos libros se puede leer la belleza del lenguaje. ¿Podríamos imaginar algo maravilloso como si se escaparan, devenir sueño y llenar, cada uno, Don Quijote y el Cristo, los libros del otro? ¿Podemos soñar con el momento en que Jesucristo cabalga desde un lugar que no quieren acordarse ni del nombre y ver a Don Quijote predicar el evangelio del Reino? Y ángeles suben y bajan de Jesucristo y Don Quijote, y esos ángeles, que significan mensajeros, son nuestras lecturas, que van del cielo a la tierra y vuelven a nosotros; por nuestras lecturas y nuestros mensajes y nuestros mitos, nosotros contemplamos a cara descubierta el rostro de Dios, pero no lo contemplamos nunca y sin embargo sabemos que tiene rostro y tiene nombre. Pero no solamente Jesucristo y Don Quijote cabalga al margen de sus respectivos libros, también están aquellos que tienen máscaras de colores, aquellos que han reinterpretado lo que significa rostro y que son los héroes, superhéroes y luchadores: se une, por fin, el libro de filosofía al cómica al cuadrilátero y podemos volver a entender y repensar y replantearnos el significado de la condición humana. Y así, junto al Quijote, y a Jesucristo, los dos profetas de la deconstrucción, marcha el Santo, el enmascarado de plata y Blue Demon, cuyos rostros enmascarados toman otro sentido y se vuelven profetas de la deconstrucción, también, y de la exégesis hermenéutica del cuadrilátero por medio de sus máscaras. Las cosmogonías van más allá de ser meros relatos míticos, y todos ellos, Santo, Blue Demon, Don Quijote, Jesucristo, y por qué no, comenzar a hablar de Superman, Batman, Iron Man y Capitán América, junto con Borola Tacuche, son los nuevos protectores de las cosmogonías ciberespaciales; cada uno de ellos se transforma en un nuevo ser, en un superhombre posmoderno que contiene otro significado. Pero no olvidemos que Mickey Mouse, en las cosmogonías de la fantasía, también es un significante de gran importancia. Aun Darth Vader, aun Spider-Man, aun Dr. Doom, aun el Replicante. Son reinterpretes con sus rostros, con sus máscaras, con sus imágenes. Cada una de ellas significa algo, significa aquello que proviene del interior del personaje descrito o dibujado o pensado. Como el Conde de Montecristo en Gramsci, según Umberto Eco, es una forma de superhombre, o mejor sería escribir, proto-superhombre, incluso antes de que Nietzsche escribiera sobre el superhombre. El superhombre de Nietzsche, el superhombre de Foucault, el superhombre de Gramsci en Umberto Eco, son los nuevos superhombres posmodernos cibernéticos, es decir, son las nuevas síntesis de Dios con la máquina, del hombre con la máquina, de Dios como máquina (por eso mismo el androide o humanoide del anuncio de Johnnie Walker se llama Theos, porque el nuevo Dios es el robot, el androide, la máquina que brilla por el espíritu y los objetos o signos de consumo). Cada personaje que hemos rescatado representa el nuevo hombre, el superhombre posmoderno. Cada uno en su sentido, en su significado, que ya sea que se muestre en la pura máscara o en el disfraz completo o en el traje robótico o en las partes mecánicas o en sus pensamientos y signos en cuanto a la vestimenta que fusiona magia y ciencia. Cada personaje es la base del libro o del cómic o del cuento o del ensayo. Toda esta escritura, que parece de asociación libre, no es otra cosa que el intento por unificar imágenes totalmente separadas, y aun cuando cualquiera pensara que es una herejía unir al Cristo con Don Quijote en cuanto a la misma estatura de significado, no es nuestra intención hacer herejías, sino elevar a los personajes a otro nivel. Así, darle al puro lenguaje la metafísica que ya no posee y entonces pensar en los superhéroes y en los luchadores y en los otros personajes. Cómic, Biblia y cuadrilátero: la unificación de lo disímil para dar paso a la construcción del nuevo significado.

“El self-made superhéroe”, dentro del contexto en que esta frase está escrita, que es en los análisis a la película de Iron Man, el superhéroe que no tiene superpoderes, sino que su fuente de poder es su traje, hace referencia a aquel personaje que se construye a sí mismo. La construcción, o invención, del propio ser, la estructuración de cada una de las partes del propio cuerpo, es la invención más artística que puede llevar a cabo el hombre. Desde aquellos que hacen sobre sus cuerpos tatuajes, que perforan sus oídos o cualquier otra parte de su cuerpo para colgar aretes y otros objetos, hasta aquellos que transforman sus brazos o lo que sea, lo que estamos viendo no es otra cosa que la perspectiva que ya se venía tratando en muchos pensamientos filosóficos, teológicos, literarios, o cinematográficos. El hombre es una invención de sí mismo, todos los conocimientos que inventa son para justificar la auto-invención, el self-made; la construcción del propio rostro, la invención de nuevos cuerpos, nuevos brazos, nuevas piernas, las prótesis, las extensiones humanas, donde la metafísica ya no se encuentra únicamente en un rincón apartado de más allá de la realidad, sino en la realidad misma bifurcada por el pensamiento que construye, inventa y acepta la nueva metafísica del objeto-sujeto, del hombre que se transforma en máquina, en algo más que en humano. La humanidad del hombre ya no está satisfecha siendo únicamente humanidad, ahora requiere de elementos nuevos, que signifiquen, que se extiendan en todo su tejido, en todo su cuerpo.

La ciencia ficción es el discurso del advenimiento del nuevo hombre; películas como Blade Runner, Ghost in the Shell, Akira, Matrix, Iron Man, Batman, o libros tales como Neuromante, Mona Lisa acelerada, Conde Cero y otros tantos libros de William Gibson, muestran el advenimiento de ese otro hombre, de esa nueva gloria, de esa nueva metafísica: la del hombre que se construye, se inventa; nuevos rostros, nuevos tejidos, nuevas formas de auto-verse, auto-pensarse, auto-definirse. Hombre-máquina, hombre-automóvil, hombre-celular, hombre-horno de microondas, hombre-casa, hombre-computadora, el hombre es un nuevo tejido de piel y silicio y concreto y plástico y cristal y microchip y biochip y letras y textos y máscaras. La películas, también, de David Cronenberg, como Crash: extraños placeres, donde se construye una nueva sexualidad a partir de sufrir accidentes, y la transformación de la carne adhiriendo partes de máquinas o metal o cualquier otro elemento, es la reinvención de la piel, de la carne, de todo lo que constituye el cuerpo. La invención, también, del propio cuerpo, de la propia ética, de la propia forma de ser, de esa voluntad de poder que nos empuja, y que plantea Foucault, ya sea en su libro Hermenéutica del sujeto o sus libros sobre la locura, donde se nos dice convertirnos en verdaderas obras de arte, obras de nuestra propia autoría, es otra forma de reinventar las pasiones, los deseos, la carne, los placeres; reconstruir lo que somos a partir de entender nuestros ethos, y ya sabemos que “el ethos es el daimon del hombre”, como señala Heráclito, como señala Heidegger. El ethos es el daimon del hombre es prácticamente decir, un hombre y una máquina y un hombre-máquina, ya que el hombre o la máquina pueden ser el ethos, ya que es intercambiable, y el hombre y la máquina pueden ser el daimon, porque puede ser intercambiable. La máquina, que reconstruye al hombre, será aquella que modifique todas las actitudes humanas. Una máquina conectada, de modo virtual, al cerebro del hombre, no permitirá ya jamás, un pensamiento del mismo modo en que se tenía anteriormente. No se puede volver a mirar a través de un ojo cibernético sin que la mirada se vuelva artificial, profunda, diferente, no se mira de la misma forma. La mirada, el pensamiento, el habla, deja de ser lo que era antes para transformarse en algo más; no se puede pensar igual sabiendo el nombre de las letras que sin saber de ellas, un matemático no piensa del mismo modo que un escritor, porque los procesos mentales que se adquieren con la formación son diferentes.

Cuando un hombre mira por medio del lente de su cámara, el mundo que está frente a sí se torna distinto. Los colores pueden aumentar, las imágenes pueden verse mucho mejor, sobre todo cuando se utiliza el zoom; la realidad frente a nosotros deja de ser la misma si se filtra por medio del televisor. Por eso es que ser homo videns transforma nuestra realidad, así como ser homo ludens, homo ciberneticus y todo aquello que se relacione con el hombre que hace algo. Para ver las extensiones a partir de Freud, se transcribe el siguiente párrafo: “aceptamos como culturales todas las actividades y los bienes útiles para el hombre: a poner la tierra a su servicio, a protegerlo contra la fuerza de los elementos, etc. He aquí el aspecto de la cultura que da lugar a menos dudas. Para no quedar cortos en la historia, consignaremos como primeros actos culturales el empleo de herramientas, la dominación del fuego y la construcción de habitaciones. Entre ellos, la conquista del fuego se destaca como una hazaña excepcional y sin precedentes; en cuanto a los otros, abrieron al hombre caminos que desde entonces no dejó de recorrer y cuya elección responde a motivos fáciles de adivinar. Con las herramientas el hombre perfecciona sus órganos –tanto los motores como los sensoriales– o elimina las barreras que se oponen a su acción. Las máquinas le suministran gigantescas fuerzas, que puede dirigir, como sus músculos, en cualquier dirección; gracias al navío y al avión, no el agua ni el aire consiguen limitar sus movimientos. Con la lente corrige los defectos de su cristalino y con el telescopio contempla las más remotas lejanías; merced al microscopio supera los límites de lo visible impuestos por la estructura de la retina. Con la cámara fotográfica ha creado un instrumento que fija las impresiones ópticas fugaces, servicio que el fonógrafo le rinde con las no menos fugaces impresiones auditivas, constituyendo ambos instrumentos materializaciones de su innata facultad de recordar; es decir, de su memoria. Con ayuda del teléfono oye a distancias que aun el cuento de hadas repetiría como inalcanzables. La escritura es, originalmente, el lenguaje del ausente; la vivienda, un sucedáneo del vientre materno, primera morada cuya nostalgia quizá aún persista en nosotros, donde estábamos tan seguros y nos sentíamos tan a gusto.

“Diríase que es un cuento de hadas esta realización de todos o casi todos sus deseos fabulosos, lograda por el hombre con su ciencia y su técnica, en esta tierra que lo vio aparecer por vez primera como débil animal y a la que cada nuevo individuo de su especie vuelve a ingresar… como lactante inerme” .

Ante esta cita de Freud, por demás larga, vamos a pensar en todo lo cyborg del hombre; en esas metáforas que son las películas de ciencia ficción y en esos pensamientos que son los libros también de ciencia ficción. Las películas de superhéroes también plantean nuevas formas de pensar el ser hombre. Pensar, como lo haría McLuhan, sobre la existencia de todo como una gran extensión del hombre, es profundizar en el significado de cada uno de los objetos de este mundo. Otra forma de decir “el ethos es el daimon del hombre”, puede ser “formamos nuestras herramientas, y luego éstas nos forman”. Primero veamos una cita de William Gibson: “La matriz tiene sus raíces en las primitivas galerías de juego”, dijo la voz, “en los primeros programas gráficos y en la experimentación militar con conexiones craneales”. En el Sony, una guerra espacial bidimensional se desvaneció tras un bosque de helechos matemáticamente generados, demostrando las posibilidades espaciales de las espirales logarítmicas; una secuencia militar pasó en fríos y azules destellos, animales de laboratorio conectados a sistemas de sondeo, cascos enviando señales a circuitos de control de incendios en tanques y aviones de combate. “El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemáticos...
Una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja...” . Esta descripción de Gibson acerca del no-espacio, no sólo de la mente, sino del ciberespacio, de la matrix, podría hacer referencia al momento más grandioso que un hombre podría vivir: contemplar el infinito aleph. El aleph, ese cuento casi perfecto de Borges, donde nos describe uno de los sucesos que han construido todo un lenguaje, muestra una visión parecida a la que se manifiesta en esta cita del autor de Neuromante. Ojos que en un instante captan el indescriptible universo, infinitos pensamientos que se prolongan hasta el infinito y se reflejan en una sola imagen dentro de un solo momento sin llegar a sobreponerse uno sobre otro; todos estos momentos son la suma de todos los momentos pasados, presentes y futuros, tanto como todos los lenguajes de la biblioteca de Babel. “En La biblioteca de Babel todo lo que puede ser dicho ha sido ya dicho: uno puede encontrar en ella todos los lenguajes concebidos, imaginado, incluso los lenguajes concebibles, imaginables; todo ha sido pronunciado, incluso lo que no tiene sentido, hasta el punto de que el hallazgo de la más mínima coherencia formal es un azar altamente improbable, cuyo favor muchas existencias, aunque encarnizadas en ello, no han recibido nunca. Y, sin embargo, por encima de todas estas palabras, hay un lenguaje riguroso, soberano, que las recubre, un lenguaje que las relata y, a decir verdad, las alumbra: lenguaje apoyado él mismo en la muerte, puesto que en el momento de caer en el pozo del Hexágono infinito es cuando el más lúcido (el último por consiguiente) de los bibliotecarios revela que incluso el infinito del lenguaje se multiplica hasta el infinito, repitiéndose sin término en las figuras desdobladas de lo Mismo” . Y lo siguiente que transcribimos es de Borges mismos, “En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo” .

“El mundo que conocí ya no existe y el que ahora padezco se está desvaneciendo” , no hay mejor frase para describir el mundo que ésta de Monsiváis. Uniendo la idea del fragmento de Monsiváis con los anteriores pasajes de Freud, Borges y Foucault, podemos entender el mundo en que estamos viviendo. Observemos la realidad como algo que está de continuo en desaparición, como si viviera en un eterno e infinito punto de fuga, como si se multiplicara, ese mismo punto de fuga hasta el infinito de todos los infinitos. Así es como el mundo anterior ya no existe, y el que ahora vivimos se encuentra en desvanecimiento, y hoy llegamos a la era más profunda, cuando el ciberespacio se ha desbordado, cuando se ha escapado del ciberespacio mismo y hoy rodea la realidad. Cuando el desierto de lo real domina y los paisajes desolados dominan, cuando la realidad ha quedado hecha trizas, girones, vestigios y la virtualidad viene a sustituirla , el símbolo máximo de la virtualidad es lo cyborg, y específicamente lo cyborg en el hombre.

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