Postulado # 53 ars poetica sobre Babel iv

Me encuentro en el puente que une la realidad con la fantasía; los dos terrenos son totalmente distintos, cada uno está dominado por leyes contrarias. Bien se podría pensar que todo aquello que no se puede realizar en la realidad, en la fantasía es posible que sea perfectamente realizable. Por ejemplo, volar.

Escribo esto con letra tomada de las novelas gráficas, porque la idea ha nacido de las lecturas constantes que he realizado de los diferentes cómics. En ellos hay un número infinito de personajes que viven tejidos a la fantasía. Todos ellos viven, por decirlo así, en dos mundos: el País del Nunca-Jamás, y el País de las maravillas –neverland y wonderland- y ellos pueden hacer lo más increíble que se pudiera llegar a imaginar.

Hay personajes que pueden volar, otros que pueden correr a velocidades casi impensables; algunos pueden llegar a transformar su cuerpo de tal manera, que su estructura definitivamente tiene que ser de un tejido fantástico. Otros más aumentan de tamaño, se hacen invisibles, se encienden en llamas, gritan sin decir una sola palabra, ven a través de la materia, e incluso atraviesan la materia. En fin, si lo vemos de ese modo, los personajes de cómics son un bestiario improbable, impensable, increíble. Si lo pensamos más, los personajes de cómics se encuentran en la hoja, describiendo un lugar que se encuentra en el no-lugar del lenguaje.

Tan improbables son estos personajes, como los dibujos de Escher; haré referencia a dos dibujos del artista, Relatividad y Manos dibujando, que muestran un escenario o un trazado, improbable, imposible de pensarse si es afuera de la imaginación. Una mano que dibuja a otra mano, que a su vez es dibujada por la primer mano, es algo tan ficticio, que pensarlo implica encontrarse con dificultades al pensar. Personas que suben o que bajan, que tienen un tiempo en un lado y otro tiempo en otro lado; los que están de cabeza, en otra parte están parados de forma normal –y aquí está la dificultad, lo normal, que el dibujo se encarga de poner en duda–, y así como imaginamos. ¿Un hombre que vuela? ¿Un hombre cubierto en llamas y no se consume? ¿La velocidad de la luz en el cuerpo de un hombre, y no se incendia al correr? Si ellos fueran palabras, seguramente cada uno de sus poderes podría ser catalogado con algún significado.

Imaginemos una casa, y dentro de ella, todo tipo de instrumentos, objetos y materiales; y dentro de esa casa, imaginemos un hombre y una biblioteca. Los pasillos de la biblioteca son enormes corredores, que cada día, ese hombre recorre, y cada vez que va por ellos, observa los libros. Son tantos libros como pasillos a recorrer, y cada libro contiene un número casi infinito de páginas. Pero recordemos que todo esto es parte de lo que estamos imaginando.

De cierta forma, la imaginación se vuelve un espacio virtual donde podemos construir mundos imposibles e improbables, pero también podemos construir mundos posibles y probables, porque podemos llevar todos los recuerdos que tenemos grabados a la imagen que estamos pensando. Así, la casa y el laberinto pueden tener la misma imagen que la casa en que habitamos. Los libros pueden ser parte de la biblioteca que ya de por sí tenemos, pero sumar libros posibles e imposibles, libros escritos y no escritos; libros reales e imaginados. Pero como tiene por nombre el dibujo de Magritte, Esto no es una pipa, aunque el libro que imagino tiene la misma figura que el libro depositado en mi librero real, el que se encuentra en mi casa, no es el libro. El libro imaginado no es el mismo libro que tengo en mi librero.

Todos los libros escritos, y todos los no escritos, se encuentran en la biblioteca imaginada. Biblioteca fantástica, al infinito, diría Foucault. En esos libros, los diferentes idiomas se encuentras escritos, así como los idiomas que nadie ha escrito, o que ningún hombre sobre la tierra habla. Peor aun, ningún hombre o ser o ente o criatura de este universo, ni de los mil universos, ni del multiverso, que existen, han hablado el idioma registrado en aquel tomo. ¿Su número? Un número infinito que nadie conoce, ni puede ser descifrado ni leído. ¿Podemos imaginar una biblioteca de este tipo? Es una biblioteca alejada de toda posibilidad de ser pensada de forma total, o escrita, o aun, construida. “Se extendía de forma infinita. Se construía ella misma. Se escuchaba el sonido de su propia carne metálica moviéndose para autoconstruirse; construirse y deconstruirse, todo esto hasta el infinito del tiempo. Espacio y tiempo, infinito y eternidad. La biblioteca imposible”.

Lo impactante, lo realmente sorprendente, es que la casa parece tan pequeña, que su interior es insoportable en sus dimensiones. Una casa tan pequeña que es imposible soportar una biblioteca tan grande. Pero volvamos al interior de la biblioteca.

Cada libro posee un número infinito de páginas, y cada página contiene todas las letras que existen en todos los idiomas, y aun las letras que no existen dentro de los idiomas, sino aquellos que han permanecido ocultos, secretos, y que ni el más inteligente de los seres humanos podría llegar a descifrar ni aun viviendo para siempre. No, esta biblioteca es imposible de ser pensada en su esencia, y en su estructura, solamente puede ser descrita, porque hay lugares que jamás podrán ser pisados. Nunca nadie acabará de recorrerla.

Es mi intención buscar el camino al País del Nunca-Jamás y al País de las maravillas, aun cuando pongo en duda mi propio conocimiento, y duda de la existencia de ese camino.

Escribo todo aquello que durante algún tiempo he investigado a fin de conocer la esencia de todas las cosas, aun cuando de esto ya se han encargado otros que profundizaron de forma mucho más especializada y que llegaron a un punto en el cual ya no podían retornar al conocimiento que anteriormente tuvieron, sino que avanzaron por el nuevo conocimiento que les hizo caer en la cuenta de que todo conocimiento no es más que una ficción, una invención del hombre; y también este último es una invención de sí mismo.

La búsqueda de la palabra como la no-esencia, la búsqueda del lenguaje como habitante del no-lugar; estas dos búsquedas me han llevado a los confines del pensamiento, y he tenido que inventar un libro. Pienso que el pensamiento y el lenguaje van de la mano, tienen una relación simbiótica y se confunden porque se difuminan en el horizonte -¿dónde empieza el lenguaje, donde el pensamiento; donde comienza Dios y dónde termina el hombre?-. El libro que escribo está trazado desde la ficción –como es todo libro.

Entre la realidad y la ficción, he decidido que lo escrito habitará el intersticio. Recuerdo que alguna vez escribí un texto que se llamó, Ficción infinita, ficción absoluta. Era el intento por pensar la ficción de forma completa, total y totalizante; es decir, que abarcaba a la realidad misma –Borges expresaba esto acerca de la realidad, “… se supone que el lenguaje corresponde a la realidad, a esa cosa tan misteriosa que llamamos realidad. La verdad es que el lenguaje es otra cosa”
, la ficción se desbordaba hasta que la realidad se llena, y surge lo que se podría llamar realidad virtual; el punto crítico es que si aun no terminamos nuestra definición sobre lo que es la realidad, no podemos comprender del todo lo virtual. Ese era el texto que intenté escribir, pero hasta hoy, no lo he terminado.

Uso el nombre de Dr. Prometeuss, pero cualquiera que me conozca, sabrá que no es mi verdadero nombre -¿hay un nombre verdadero para cada persona?- sino una máscara; he usado muchas máscaras durante toda mi vida, esta es otra. Pero asimismo seré Dr. Mabuss, Dr. Mouebiouss, Dr. Parnnasouss, Dr. Szeouss, Dr. Faoustuss, Dr. Moureaou y Dr. Sztrangger. Todos estos nombres los he tomado de la literatura o de algún otro lugar, pero he transformado sus letras, que hace que sus esencias sean otras; también serán mis máscaras. Es una forma de dislocar al autor, dejar de ser yo el autor, para que sea una máscara, un rostro sin cuerpo, una esencia sin la existencia. Todos somos máscaras verdaderas. ¿O verdaderas máscaras?

La nueva estética no es la pintura ni la escultura, no es la profundidad de los tratados filosóficos y teológicos sobre la estética. Hoy es una nueva forma de pensamiento artístico. Lo que nos llena de fantasías, de capacidad de asombro, es una nueva forma de arte: La máquina que se une al cuerpo humano, formando una unidad indivisible. Y no deja de ser ficción que amenaza a la realidad.

Si pensamos en Blade Runner, pasando por Akira, Ghost in the Shell, Appleseed, incluso Ciudad Gótica y Ciudad Virtual –Natural City-, la carne-máquina, el ciborg –organismo cibernético-, permanece como elemento de arte. Pero es en las ciudades donde el ciborg cobra vida, camina, piensa y siente. Serán estos dos últimos elementos los que más nos sorprenden al observar dichas películas.

El ciborg, que también podemos llamar replicante, androide, humanoide, o tecno-humano, es la nueva forma de humanidad, que es la humanidad llevada hasta niveles inimaginables, porque el humano común se transforma, y realmente, aun cuando es de modo artificial, nace el superhombre posmoderno, aun cuando su piel es metálica.

Al ser artificial le han puesto recuerdos, palabras, pensamientos, capacidades de hacer abstracción, incluso podríamos pensar que lo han manipulado para que llegue a desarrollar sentimientos. Pero todo en él es paradoja, porque no puede habitar un sentimiento en el tejido artificial de un robot, a menos que este robot tenga partes humanas, como el cerebro, que se mantendría con vida por medio de una tecnología muy avanzada, tal como vemos que sucede con Robocop.

Entonces, el conocimiento que puede tener este personaje artificial le ha sido depositado, si es que ha sido construido y todo en él es tecnología, sin complementos humanos; pero si lo que estamos analizando viene siendo un ciborg, entonces, es muy probable que el conocimiento que tiene este otro personaje sea adquirido de dos formas: por un lado, son sus conocimientos como humano que fue, y que recordaba y pensaba por sí mismo, y por el otro lado, son conocimientos que se le han implantado, transformando todo su conocimiento y pensamiento en elementos de una máquina-humana, de lo que hemos llamado, el tecno-humano.

El conocimiento, en un ser artificial, es producto de la tecnología. Son elementos “grabados” en la memoria del hombre-máquina, que muestran la compleja elaboración del conocimiento. ¿Cómo conoce un robot? ¿Conocer habla de un aprehender la información, o de, simplemente, llenar de información la memoria, el pensamiento? ¿Si el robot logra “reconocer” a una persona que previamente le fue cargada en su memoria, podríamos decir que está conociendo, realmente, a dicha persona? Son datos, pero pensar es algo mucho más complejo; es todo un proceso de asociación de ideas, de filtros en el pensamiento, de relación de datos, de subjetivaciones, de cuestionamientos existenciales y posibles respuestas a preguntas complejas, que como seres humanos, les hacemos a los otros, y a nosotros mismos. Con esta postura, lo que podríamos decir, tajantemente, es que el tecno-humano no conoce, sino que responde a la información que le han grabado en su memoria. Pero, ¿qué sucede si un robot llega a desarrollar la capacidad de pensar, de sentir, incluso de tener fe en un Dios?

Aun cuando la realidad es otra, y el robot jamás llegará a desarrollar vida dentro de sí mismo, la ficción, o ciencia ficción, nos puede permitir un número infinito de posibilidades de pensamiento para intentar reflexionar en torno al pensamiento de un robot, y de que este personaje artificial pudiera llegar a desarrollar sentimientos genuinos, y que llegara, incluso, a desarrollar las mismas pasiones que los seres humanos tienen: amor, celos, ira, tristeza, etc.

Pero, ¿qué tiene que ver esta reflexión en torno al ciborg y nuestra intención de pensar en la torre de Babel? Es nuestra intención llevada al límite a partir de Babel.

Babel puede significar la lucha que existe entre Dios y los hombres, porque fue, de primer momento, la desobediencia humana, lo que llevó a Dios a la destrucción del lenguaje original, para dar paso a la creación de un nuevo lenguaje. Era un lenguaje original destruido y nacía un lenguaje artificial. Este lenguaje artificial permitía una nueva decodificación de los pensamientos, de las palabras, de las acciones, de todo aquello que conformaba al ser humano. Incluso en este lenguaje artificial una nueva concepción sobre Dios inicia en el ser humano. Es decir, el lenguaje original permitía un cierto tipo de pensamiento –que hoy ya no podemos definir- y, en el lenguaje artificial, otro pensamiento surge. Así, el hombre es totalmente otro de lo que fue originalmente.

Los hombres, en Babel, mutaron en otros seres; eran otra forma de hombres. El hombre es su palabra, su lenguaje; en su palabra se muestra su ser, lo que conforma su ser. En la palabra habita el hombre, y si su palabra, su lenguaje, es confundido, destruido, transformado en lenguaje artificial, podríamos decir, que el hombre es destruido, y se transforma en un ser artificial. Lenguaje y pensamiento se encuentran íntimamente relacionados, y quiere decir que sus pensamientos han sido transformados. Todo en el hombre cambia.

Entonces, todos los hombres se extendieron sobre la tierra; llenaron el planeta. Pero podemos pensar que no abandonaron Babel, sino que construyeron sus ciudades teniendo la torre como centro. Se extendieron, construyeron las grandes urbes, las grandes ciudades, pero Babel se podía ver. De hecho, en esta gran ficción, los hombres han vuelto a Babel, una y otra vez, construyéndola, reconstruyéndola, deconstruyéndola, hasta que ha quedado totalmente cambiada de lo que fue en su origen. Una torre distinta, artificial, llena de colores y sonidos, formas, nuevas estructuras. Han escrito sobre ella, cada libro parte de ella; ella es hermosa, una carne metálica perfecta.

¿Qué es Babel? Pensar en la torre nos lleva a hacernos muchas preguntas; pero esta es la más importante, qué es ella. Hoy habitamos en ella más que nunca antes, y hacemos toda clase de esfuerzos por extenderla aun más. Pero ya no creemos que es el símbolo de la desobediencia humana sobre el mandato divino, sino que hoy sabemos que es parte de nuestra esencia, de nuestra forma de ser de cada uno, de la alteridad que reina en este mundo. Somos muchos seres humanos pensando, sintiendo, trabajando, hablando, construyendo y viviendo de formas variadas. Nos extendemos en un horizonte casi infinito; nuestra vista se pierde cuando queremos ver dónde termina ese horizonte, pero los horizontes son eso, el lugar imposible de contemplar.

Antes de Babel, todos teníamos una misma esencia y unas mismas palabras; nuestra esencia eran nuestras palabras. Después de Babel, lo que era esencial a nosotros, se había perdido. Y tal vez el único vestigio que hoy nos queda de ese tiempo otro antes de Babel, se la botella de Coca-Cola. ¿Por qué una botella de Coca-Cola? Porque ella encierra el simbolismo de una globalización que nos remite a ese tiempo totalmente otro que era antes de Babel.

Después de Babel, lo que reinaba era una aldea totalmente aislada en sus partes; pero hoy vivimos el tiempo de la botella de Coca-Cola, que es una época también llamada posmoderna. Esta época posmoderna, o de la era de la imagen de Coca-Cola, o posapocalíptica, o posteísta, o posteológica, o ultramodernista, es la época que también se puede llamar, del ciberespacio, donde lo virtual reina, lo virtual se vuelve cada vez más real. Hoy lo virtual es lo verdadero, y lo real es un objeto de consumo que se vuelve especie en peligro de extinción, un lujo para unos cuantos. Los animales ya no están en peligro de extinción, hoy lo casi extinto es lo real. Hoy, lo real solamente puede estar unido a lo virtual, en una realidad virtual.

¿Se intenta volver al tiempo otro antes de Babel? No, sabemos que es imposible. ¿Intentamos copiarlo, entenderlo, saber cómo era, es decir, buscamos ese paraíso perdido? No, lo que estamos inventando es otra cosa. Hubo un tiempo en que los hombres creyeron que podían encontrar cómo había sido el hombre en naturaleza, el hombre en esencia, pero hoy sabemos que eso es imposible.

Entonces, ¿qué es este camino que hemos recorrido? Es un camino que podemos llamar el devenir del vaciamiento. Hemos visto que vivimos en una época que puede ser llamada de diferentes formas, y en esta época, son muchas las formas para hablar que tenemos. En su momento, las palabras significaban las ideas que teníamos en la mente, en el pensamiento. Las palabras eran signos llenos de esencia; pero hoy, nuestras palabras, después de Babel, ya no encierran esencia alguna, sino que se han vuelto totalmente asignificantes, porque ya no significan las cosas reales, puesto que las cosas reales han dejado de serlo para transformarse en cosas virtuales, o de realidad virtual. En este devenir del vaciamiento, hacemos referencia al vacío que hoy tenemos en los signos, en las palabras. El pensamiento que desarrollamos a partir del camino que se ha recorrido desde antes de Babel, a después de Babel, y llegar a la era de la botella de Coca-Cola, lo llamamos el pensamiento del vaciamiento. Lo definimos así: lo totalmente esencial se transforma en la esencialidad totalmente vacía. ¿Es posible pensar en una esencia vacía de sí misma? Si esto es así, entonces la esencia vacía ha dejado de ser esencia para transformarse en lo no esencial.

Hoy, en la hipermodernidad, que también hemos llamado ultramodernidad, que definimos como la era de la botella de Coca-Cola, o la era del pensamiento del vaciamiento, el signo ya no representa, es una cosa hueca que espera que nosotros le demos el sentido que queremos, y que queramos. Pero no sólo el que queramos, también el sentido que se necesite. En esta era del signo vacío de esencia, encontramos que han nacido nuevas formas de significar, y la realidad virtual es una de ellas, donde el signo cobra de nuevo el sentido que tuvo alguna vez, pero ya no en sentido esencial, sino que se ha transformado.

Esta es la posible transformación del signo: el signo deja de representar aquello que significa, y permanece estático, ya sin significar, posiblemente se vuelva objeto en sí mismo, es decir, se vuelve cosa. ¿Ahora el signo podría tener un signo que lo significara? Veríamos la redención del signo, al nacer un signo de ese signo. Un signo que ya no está vacío del todo, sino que ahora se encuentra nuevamente lleno, aun cuando sea de modo virtual. Pero, si el signo se vuelve a quedar vacío, volviéndose insignificante, tal vez lo que estamos a punto de contemplar es la pura magia del signo. Es la magia del signo, porque no encontramos otra forma en que el signo pudiera permanecer dentro de nosotros, sino que se desvanecería en una nada absoluta, es decir, se perdería en el vacío del olvido absoluto, sin ya jamás volver a ser encontrado.

Dice que Dios creó todas las cosas por medio de su Palabra, y que la Palabra habitaba en Dios, y era Dios; con su Palabra, llamó a todas las cosas desde la no-existencia, y comenzaron a existir, es decir, fueron llenas de esencia que las hizo existentes. Pero es en Babel donde las cosas son arrancadas de la esencia que las mantiene existiendo, de esa Palabra que las sostiene con su poder. Cuando las cosas dejan de estar en la Palabra que las sostiene, dejan de ser cosas verdaderas y se vuelven cosas artificiales. La Palabra se hizo carne, habitó un cuerpo, se hizo cosa, pero fue cosa después de Babel, así que la Palabra misma habitó la realidad virtual. Pero el Dios que había dado existencia a las cosas, existencia verdadera, haciéndolas cosas verdaderas, volvía en la Palabra que se hacía cosa virtual, y de ese forma, redimir a la cosa virtual. Pero, ¿cómo redime a la cosa virtual?

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