Postulado # 56 ars poetica sobre Babel vii

Me pongo a pensar hasta qué punto uno puede construir un recuerdo real, es decir, un recuerdo que encierre todo el contenido de lo que pasó en la propia vida. Es posible que ese recuerdo tenga elementos que jamás llegaron a realizarse, pero de cierta forma, esos elementos ya no es posible que sean comprobados como verdaderos o falsos, ahora son parte del recuerdo, y son tan reales como lo que se está viviendo en este preciso momento. Aunque, ¿es real, o verdadero, lo que estoy viviendo ahora mismo?

Según yo, estoy sentado en la mesa, frente a la computadora, escribiendo este texto, y podría decirse que intento ordenar todas mis ideas y conformar un escrito lleno de palabras, ya sean falsas o verdaderas, mías o de otros autores; pero es posible que sea un sueño, y que aun esté en mi cama, o incluso puede ser que yo mismo sea el sueño de alguien más
[1].

¿Cómo puedo saber que no me estoy engañando sobre mi realidad, y que realmente existo? ¿Volveré a sostenerme en el pienso, por tanto existo que en su momento ayudó a Descartes? ¿No es esta una época en la cual el pensamiento, el conocimiento, todo aquello que nos era el sustento absoluto, se ha puesto en duda, es decir, el edificio totalmente fortificado se ha fragilizado? ¿Qué puede ser lo que nos sostenga? Encuentro, entonces, que no hay suelo firme bajo nuestros pies.

“Dios ha muerto”, por tanto, el hombre ha muerto. Si Dios ha muerto, entonces no hay idea que sustente nuestro conocimiento ni nuestro pensamiento como portadores de verdad. ¿Qué queda delante de nosotros? ¿Una actitud totalmente nihilista? A decir verdad, este discurso me parece conocido, dado que muchos pensadores lo han venido desarrollando a través de las diferentes épocas en que la filosofía se planteo la pregunta por el ser, la verdad, el conocimiento y lo real. Pero hoy estamos ante el desierto de lo real
[2].

La realidad ha quedado tan desértica, como uno de los paisajes de algún cuento de Juan Rulfo. En este caso, existe una relación orgánica –que otros llaman vasos comunicantes– entre los paisajes rulfonianos, y lo que se propone en Matrix, que muestra un verdadero paisaje posapocalíptico, un paisaje que es reflejo de la desolación humana. Pero no solamente vemos esa desolación en Matrix y Juan Rulfo, también la encontramos en Octavio Paz, específicamente en El laberinto de la soledad
[3].

La muerte del pensamiento verdadero ha dado a luz el pensamiento del vaciamiento, que es descendiente directo de Babel. Veamos, lo que intento explicar con esta afirmación es que en algún momento existió lo que se podría llamar pensamiento verdadero, el pensamiento real, que era aquel que comprendía, de modo perfecto, la creación, y cuando se dice creación ya se entra en el terreno de lo teológico. En el principio creó Dios todas las cosas, y entre ellas, ha creado al hombre; este sentido metafórico es para explicar la formación de todo lo que existe, es decir, las cosas gozaban de vida propia, es decir, Dios les transmitió carácter ontológico, y esta ontología también se encontraba en el hombre, por tanto, podía relacionarse con Dios de forma directa
[4].


La escritura es una forma de querer atrapar la palabra. Pero la palabra se transforma en palabra fugitiva, y se mantiene al margen, en punto de fuga, en evanescencia, su sentido se difumina, se desdibuja hasta llegar al límite de su propia existencia. La palabra fugitiva que aquí se intenta atrapar, retener el mayor tiempo posible antes de que se borre en el espacio casi infinito de nuestro olvido, es una palabra de colección; pero no una, sino varias palabras, un conjunto de ellas, de las que la mente tiene algún recuerdo vago, fugaz, algún pensamiento, le han significado algo, o el simple gusto de su sonoridad.

¿Un ensayo, una crónica, un reporte? ¿Filosofía, teología, literatura? ¿Deconstrucción o hermenéutica? ¿Un trabajo escolar? No, nada de eso, ni siquiera rigor académico. Es el repaso al interés que se tiene por escribir, por pensar, por recordar, por sentir un simple placer egoísta de que se escribe algo que solamente a quien lo escribe le gusta, le llama la atención, aun cuando no le satisface del todo. Esta insatisfacción se ha visto plasmada en que ya muchas veces se ha tratado de escribir este texto, y siempre permanece la misma sensación de que esa no es la manera correcta de escribirlo, pero, ¿es que hay formas correctas de escribir?

Derrida comienza su texto sobre la différance de la siguiente forma.

“Hablaré de una letra.
“De la primera, si hay que creer al alfabeto y a la mayor parte de las especulaciones que se han aventurado al respecto.
“Hablaré, pues, de la letra a, de esta primer letra que ha podido parecer necesario introducir, aquí o allá, en la escritura de la palabra différence…”
[5]

¿Cómo empezar este texto? Porque también hay una letra que impulsa a escribir. Una letra que nos lleva a escribir todo esto; una letra que no es la a, que no es el aleph de Borges, pero una letra que encierra al mismo Borges, y encierra todas las letras y todas las palabras, porque dentro de ella encontramos un universo. Entonces, hablaremos de una letra. Y hablaremos de la segunda, que es la B.

Con la B escribimos Borges, Biblioteca, Blog o Babel. Borges contiene a la Biblioteca, y ella contiene todos los Libros y al Laberinto, que también puede ser llamado Universo, y en él se encuentran un número infinito de Formas, de Cosas, de Objetos, tantos, que se desbordan. Pensar en la B es pensar en un mundo de posibilidades infinitas, dentro de nuestros mundos lingüísticos y sus múltiples sentidos o significados. La B se vuelve infinita.



La dificultad al escribir este texto ha sido sobre la forma, el contenido y el título, es decir, el hecho mismo de su escritura, y han sido muchos los títulos que se le han dado, condicionando el contenido. Uno de ellos, Dr. Prometeuss imagina y escribe un libro que soñó, intentaba encerrar el sentido de todo el trabajo: mostrar una escritura ficticia de un libro igualmente ficticio, porque, ¿qué es un libro que se sueña sino el sueño del libro mismo? ¿Es que un libro encierra una realidad y entonces, lo que se está haciendo es soñar la realidad? Un libro soñado es un libro que se ha inventado, o uno que ni siquiera existe. Entonces, el Dr. Prometeuss imaginaría y escribiría el libro de su sueño. ¿No había leído ninguna de sus páginas? ¿Es posible imaginar un libro, sin saber su contenido? Así que, literalmente, Dr. Prometeuss tendría que construir todo el contenido de un libro soñado, y que al despertar, se pierde para siempre, pero que en sentido ideal, existe en el sueño que se ha desvanecido.

¿Dónde comenzar a buscar? Es ahí el problema, y aun, cómo iniciar su escritura. Es por eso que el trabajo que se ha intentado realizar ha llevado diferentes títulos, y otro de ellos fue Babel que se extiende al infinito.


“Los ángeles no son sino imágenes efímeras” (Harold Bloom)

¿Podríamos pensar de otro modo la lucha entre Jacob y el ángel? ¿Tal vez no un ángel, sino una voz que se pierde en el desierto, que no deja ser tomada, ni por sorpresa, sino que es huidiza, que es inestable, que se mueve por todos lados? ¿Jacob luchó con el ángel por una bendición, o, será que Jacob lucha con el mensaje, porque recordemos que ángel significa mensajero, y luchaba para entender el mensaje, el sentido más profundo de la palabra divina? ¿Es que era Dios aquel ángel-palabra que luchaba con Jacob y es por eso que esa voz que se pierde en el desierto, y que va y que viene, le puede cambiar su nombre-rostro, su esencia, y llamarse Israel? Si los ángeles son imágenes efímeras, podríamos ver un rostro dibujado en el viento, o la figura de dos ojos que nos observan desde las nubes.

¿Es que Abraham sintió un viento tranquilo, apacible, como un silbo, e interpretó que el ángel desde el cielo le gritaba que no sacrificara a su hijo? ¿Es que Abraham creyó “escuchar” la “voz” del ángel, es decir, la voz misma que estaba junto a él? De una o de otra manera, Abraham es llamado a interpretar el mensaje, porque es un ángel, un mensaje, el que se le está dando, e interpretarlo, en este caso, con fe en Dios.

Moisés subía al monte a escuchar la voz de Dios, y el Señor le hablaba, pero no le mostraba su rostro, pero, ¿su rostro no representa ya la voz de Dios? Cuando Dios le dice que no podrá ver su rostro, pero que contemplara su espalda, pensemos, ¿es que Moisés nunca entendió del todo el mensaje, comprobándose al interpretar la espalda de Dios como la imposibilidad de ver, cara a cara, el verdadero rostro divino, es decir, imposibilidad de escuchar directamente la voz-mensaje de Dios? Si el ángel es una imagen fugaz, efímera, como lo es la palabra fugitiva, entonces el ángel es un mensaje, una palabra, que se encuentra borrándose ya desde el primer momento en que es pronunciada. Es por eso que Moisés nunca escuchó el verdadero mensaje de Dios, pero no porque Dios no quisiera, sino porque ya el hombre en sí vive en el estado posbabélico de la humanidad, el posmodernismo que no permite ya que exista un verdadero y único significado en lo escrito o en lo hablado, o en la imagen fugaz, efímera, que es el ángel.

Una pintura muestra a Jesús reposando en los brazos de un ángel. Esta imagen, que por demás es simbólica, representa el momento en que Jesús reposa en las palabras de Dios mismo. Es un abrazo efímero, porque desaparece junto con el ángel. La palabra, entonces, en su fugacidad, aparece y desaparece, dejando la estela en nuestro ser, una sensación de que ha pasado, diría Derrida, un meteorito, el instante del arco iris, un suceso momentáneo, instantáneo. La fragilidad del ángel se muestra en que su rostro se desvanece en el viento. El silbo apacible de Elías es el silencioso ángel que habla desde el viento apacible, desde el corazón de Elías que le cree a Dios, que cree que Dios habla en ese momento. Pero son momentos hermeneutas, de interpretación, son momentos que la fe quiere atrapar, retener, y es como el creyente, que aun sin haber visto nunca en su vida a Dios, lo recuerda en cada momento de su vida, en cada paso y cada pensamiento; ahí está Dios, en esa imagen efímera, encerrada en la mente, en la memoria, pero que se desvanece a cada instante. Porque el ángel, el mensajero, el que trae la palabra de Dios, solamente aparece una vez, para luego desaparecer, y Dios mismo, en su ser, nunca se para frente a nosotros, sino que es la presencia más ausente de todas.

¿Es que todos los escritores bíblicos, y los personajes principales de la Biblia, hacer una labor de hermeneuta al escribir que han “escuchado” la voz de Dios? ¿Job hace labor de hermeneuta al decir que la voz de Dios viene desde el torbellino? Job, ese hombre existencial, tan parecido Macario que niega darle de comer a Dios y al diablo, y que a la única que alimenta es a la muerte, Job se vuelve un personaje existencial que se encuentra entre dos fuegos, el divino y el humano, el divino y el maligno, y permanece como hombre que existe en el mundo. Y Job mismo se vuelve mensaje, texto, ángel que ha de ser interpretado, leído, pensado, porque él mismo es un trazo. Él mismo es una letra fugaz, un relato, una ficción del pensamiento que lo escribe, y lleva un sentido que debe ser reconstruido para entenderlo. Job existe como poema, pero más allá de eso, sin piel, sin huesos, sin cerebro, sin existencial real y concreta, permanece como un ángel fugaz, imagen efímera, que debe ser reinterpretada hasta el infinito.

Toda la Biblia, entonces, tiene ese rasgo etéreo, ese rasgo de ser dictada por un ángel, y por eso es que la Biblia, en su sentido, permanece como una construcción, un tejido, de muchas imágenes efímeras, que deben ser interpretadas, deconstruidas, a fin de retenerlas por un momento, tal como Jacob pudo retener por un momento esa voz en el desierto que no se sometió nunca, y que al contrario, transformó su rostro y su nombre.

Las ciudades y sus formas son como laberintos entrelazados con otros laberintos, y sus calles semejan venas que recorren la piel de todos los edificios; una carne de metal, cristal y cemento.
[1] Borges, buscar información en sus cuentos sobre alguien que tiene un sueño
[2] Baudrillard, el desierto de lo real
[3] Buscar sobre paisajes desolados en Rulfo y en Dialéctica de la soledad en Paz
[4] Buscar en Umberto Eco, La búsqueda de la lengua, el elemento ontológico de la creación
[5] http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/la_differance.htm

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