Postulado # 66 Lenguaje iii




Lo que eres ya se encontraba dentro de ti.
Se gestaba en tu interior, y ahora surge, no podrás negarlo, porque se puede observar en tu rostro; tu rostro refleja todo el tiempo que llena tu alma, el espanto. Qué es, te preguntas, pero nadie te responderá, sólo tú lo harás, y no ahora. Tendrá que ser con el paso del tiempo.
¿Qué significan esas palabras que suenan una y otra vez en mi cabeza? ¿Por qué tengo miedo de observar el espejo? Sé que dentro de él hay un rostro que espera mirarme a los ojos y señalarme; no hay algo peor que uno descubrar lo horrible de sus propios pecados, pero es horrendo gozar de ellos como si fueran proezas. ¿Dónde está Dios y dónde encuentro al hombre? Vino el viento y sus rostros se desvanecieron.
Miro mis manos, observo mi cuerpo; mis ojos observan cada parte de la carne en que estoy encerrado. Los ojos son la ventana hacia nuevos universos mentales. No, seguramente no estoy loco, aunque las miles de voces que escucho me digan que ellas existen como si fueran miles de yo; fue ahí que descubrí la fragilidad de la mente, de la cordura, de la razón. La locura me llevó a la duda de lo que llamamos verdad. Y ahora no sé en qué lugar afirmar mi pie; todo el suelo firme se volvió arena movediza.
El sonido se expande en mi mente; un zumbido que me ensordece, y de pronto una blancura zumbante, un color blanco que podía oler en cada poro de mi piel, llegó a mi nariz y me llenó de sus aromas que hipnotizaban. ¿Quién soy yo y quién eres tú? Pero la voz había guardado silencio.
Paseo en mi mente, en cada recuerdo. Contemplo cada forma que la imaginación crea. Tengo derecho a imaginar.
Me veo caminando por las calles y observo a una mujer muy bella. Mis ojos la miran con insistencia y les pregunto si acaso no podrían volverse hacia otro lugar, pero no me responden y descubro que es una mujer tan hermosa que nace un deseo intenso por poseerla.
Me acerco, la saludo, ella se voltea, insisto en hablarle, al final simplemente me saluda y se aleja caminando rápidamente. Pero la alcanzo. No puedo dejar que se vaya. No sin antes saber qué cosas tan maravillosas tiene en su mente. No sin antes saber cuál es el sabor de sus labios y la textura de su cuerpo. No la dejaré ir hasta que verdaderamente sienta que ella está en todo mi cuerpo. Una verdadera fusión de los cuerpos hasta que incluso las partículas se confundan y ella sea yo y yo me transforme en ella.
Camino con la mujer por una calle solitaria. Hablamos de tantas cosas, que ahora no puedo nombrarlas. Caminamos sonriendo, tranquilos, como si todo a nuestros pies se hiciera humo y se fuera volando con el aire; y miro sus dientes, perfectos; miro sus labios, hermosos; la observo, incluso sus orejas, las orejas siempre me han obsesionado, desde niño -odio las orejas imperfectas, incluso desearía traer un cuchillo conmigo para rebanar algunas de ellas como si fueran un panqué de pasas o nuez-

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