Maravillosa mariposa amarilla (simboliza...)

Un hombre (entre muchos hombres), leyó tanto, que al final se quedó ciego, y otro hombre inventó tantas historias que al final, terminó en la demencia porque confundió su vida con una de sus historias… No, creo que no es buena forma de comenzar un cuento. Intentaré de nuevo. Un hombre era escritor y siempre estaba buscando alguna historia que contar. Pensó que ya no había más historias que contar y se dio a la tarea de repetir algunas cosas ya antes dichas. ¿Pensar? ¿Qué es pensar? Pensó el hombre. Podría contar una historia sobre el pensamiento. Pero rápidamente se desanimó, porque sabía que ya se había escrito mucho sobre el tema. Pensar con el pensamiento, de cierta manera, eso parecía lógico, pero tenía mucho que explicar. Porque se piensa con el pensamiento, pero, ¿de dónde viene el pensamiento? ¿Qué es pensar? ¿Qué produce el pensar? ¿Pensar es la comprobación de que existo? No, ya no es posible. Esas ideas ya se han discutido. Mejor dejo esta historia por la paz, pensó el desanimado hombre. Pero a las 2 de la mañana se levantó creyendo que tenía la historia perfecta. Primero, dijo, ¿cómo sería contar la historia de un cómic? ¿Qué iría primero? ¿Qué trazos tendría que poner? Si fuera un cómic, la primer viñeta tendría a un hombre de espaldas. Con un signo de interrogación en la parte superior de su cabeza. La segunda viñeta tendría al mismo hombre mordiendo el lápiz y el signo de interrogación, aun, en la parte superior de su cabeza. Tercer viñeta, el mismo hombre, el mismo signo de interrogación y ahora de perfil, mostrando que se encuentra frente a su computadora, intentando escribir algo. ¿Serían dibujos a color o en blanco y negro? Por ahora, que sean en blanco y negro, pensó el hombre. Entonces surge una palabra, la primer palabra, una palabra que comienza a escribir en la pantalla. Pero este hombre que está escribiendo sobre el hombre que piensa dentro de la viñeta, se da cuenta que ha caído en una pregunta que alguien ya se formuló: ninguno de los tres hombres es el mismo, cada uno tiene una pregunta diferente representada con signos de interrogación diferentes. Entonces son tres palabras las que se han pensado. Pero al final, en una sola viñeta se puede observar que el hombre que escribe en la computadora, ha puesto la palabra, y de hecho, no es palabra, se ha vuelto una idea, o una oración, una línea completa, un párrafo, una página, dos hojas, todo indica que de una viñeta a otra, el hombre desanimado ha cambiado de idea y de parecer hasta 4 veces. Pero empieza a darse cuenta que el hombre del cuento sobre un cómic ha escrito el punto central de su historia: Ellos tenían sentimientos muy parecidos a los que suelen tener los hombres, pero sentimientos elevados, dada su situación. ¿Eso era todo? ¿Qué es eso? ¿De qué habla? No explica nada esa idea. ¿A quiénes se refiere con ellos? Incluso sonaba a película de los años ochenta y algo. Vio su reloj y ya eran las 2:30 a.m. Estaba cansado de todo el día, arduo trabajo, lecturas dispersas, recorridos por la ciudad, ver edificios, pensar en esos edificios como parte de alguna narración, pensar las luces, incluso fue a sentarse en una banca, echó su cabeza hacia atrás, y trazó algunos garabatos en su cuaderno de notas. Se levantó, fue al cine, pero no entró, simplemente vio qué películas había, porque deseaba llevar a su novia a ver alguna de ellas la próxima semana. Pero seguía caminando y no lograba encontrar la historia perfecta. Derrida, Foucault, Borges, Cortázar, Heidegger, Nietzsche, William Gibson, las obras de cada uno de estos escritores, sus grandiosas obras, le revoloteaban en la cabeza. Deseaba hablar de algún tema en específico, pero no encontraba qué tema. Fue a pagar lo de su computadora y siguió pensando. No tenía ninguna idea. ¿Acaso se le había secado, a él también, el cerebro de tanto pensar? No, porque él no leía ni la mínima de las mínimas partes que leía el personaje con la triste figura y el cerebro seco. Se fue a su casa y llegamos a las 2:30 de la mañana. Entonces, dijimos, ¿a quiénes se refiere el hombre de las viñetas narradas cuando dice “Ellos”? Estaba sentado frente a la computadora y aquel hombre desanimado por no encontrar una historia perfecta, una historia para ganarse el Premio Nobel de Literatura, lo observaba, pero no lo observaba, porque el hombre que había escrito la maldita palabra “Ellos” no estaba dibujado, no existía, era un tejido de letras, no era más que la unión de simples sílabas sin esencia, palabra, simplemente palabra, que no correspondía a ningún dibujo; el hombre de la viñeta sin dibujar vivía, habitaba, en la mente del hombre desanimado no apto para el Nobel; y era un hombre de viñeta narrada que comenzaba a obsesionar al pobre hombre desvelado y sin historia. La historia lo comenzaba a enfermar, pues no avanzaba, y ya eran las 2:50 a.m. Estaba desesperado y quería guardar lo que había escrito y continuar mañana. Pero necesitaba, por lo menos, descubrir quiénes eran “Ellos”, los personajes tan misteriosos del hombre de viñeta narrada. Por fin, una idea, un trazo, un dibujo sin dibujar, un trazo en el margen de la escritura que se volvía evanescencia de lo no dibujado: el hombre había escrito la siguiente idea: Ellos, los no-humanos, los tecno-humanos, vivían en un año similar al nuestro, un año paralelo, que no representa el futuro, sino un presente distinto al presente que vivimos. Ahora sabía, todo indicaba que era una historia de ciencia ficción la que el hombre de la viñeta evanescente en letras estaba redactando. Era difícil encontrar la idea, según la viñeta registraba que el hombre se mantenía pensando, y el hombre desanimado y sin Premio Nobel entendió el por qué le era, también a él, difícil encontrar lo que tenía que escribir. ¿Qué sucedería en su cómic? ¿Qué sucedería en la historia sobre su cómic? ¿Qué pasaba por la mente del hombre de la viñeta narrada que deseaba escribir? Entonces el hombre desanimado por su historia imaginó y escribió. El hombre de la viñeta había sacado papel y había trazado un rostro. La séptima viñeta registraba al hombre sentado en una mesa, trazando el rostro, pero no era un rostro, porque el hombre estaba sentado dando la espalda. Pero ahí estaba el rostro, dibujado en el papel, o mejor dicho, un rostro sin dibujar del todo.

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