Yo soy el ciberespacio...

Llegas tarde, casi las 6:00 p.m.; nunca llegas después de esa hora. Pero hoy tienes un motivo importante: ¿la computadora nueva?
Corres hasta tu habitación y enciendes el CPU, después el monitor; revisas que los cables estén bien conectados, y entonces inicias tu proceso de entrada a otro mundo, no real, no virtual, simplemente otro mundo. Las imágenes no llegan sino hasta después de la conexión.
Pero ya estás frente a la computadora. Ya se escucha el tono de marcado. Ya se inicia sesión. Ya estás dentro. La información viene en velocidad casi hipersónica. Revisas páginas y página y páginas. Información ilimitada surca estos cielos cibernéticos. Llegas a ese lugar que estabas buscando. Contactas a todas las personas que tienes agregadas para hablar un momento con ellos.
Mente tras mente, ojos tras ojos, oídos tras oídos. Casi pueden oler la pantalla y el teclado y el mouse y el cursor y… todo lo que es tu computadora. Todos unidos en una misma charla intercambian experiencias de todo tipo: sexuales, ficticias, laborales, sentimentales, de todo tipo.
Tus ojos son la ventana a tu cerebro; tus ojos se vuelven el pasaje que recorre la información y todas las palabras que fueron dichas y que serán dichas se anidan como si fueran emociones dentro de ti.
Por fin te desconectas. Vas a dormir. Tal vez sueñes con tus amigos-letras, tal vez observes aquel texto-personaje. Tal vez los sueños ya no son como eran, tal vez están volatilizados en otras cosas y se transforman en tu mente que procesa todo desde otra perspectiva.
Suena el despertador y vas a la escuela.

Regresas más tarde que ayer. 8:00 p.m. Cada día vas llegando más tarde y lo primero que haces ya sabemos qué es: te conectas para buscar amistades, información, un simple instante de budismozenvirtual, poesía, ensayos, el autor que más te gusta, o… lo que sea.
Tu ser se conecta cada noche. Eres tú misma llenando todo lo que está detrás de la pantalla. Eres tú la que lee y eres tú la que escribe. Eres tú la que le va inyectando sentimientos a la información. Cada plática es un momento de aprendizaje, de análisis, de no volver a ser lo mismo. Eres tú y nadie más; eres tú dando vida, animando a lo inanimado. Eres tú, eres tú… ¿o no?
Hablas con tus amigos y puedes sentir sus pláticas. Todos los momentos vividos son de un sonidoazul. Toda la conexión es la forma en que cada noche buscas y en esas búsquedas cada noche vas llenando todo hasta que posiblemente se desborde. Y vuelves a dormir y vuelve a sonar el despertador y vuelves a llegar tarde.

Al regresar, vas directo a la computadora. Te conectas y esta vez se conecta. Computadora-tú están unidas, conectadas, siendo una misma. Así es navegar, así es la conexión. Eres tú y es ella. Y es ella y eres tú.
Y ya se va conectando a ti y tus manos siguen apretando teclas y ella te sigue dirigiendo y el mouse se va uniendo a tus dedos y el cable se transporta hasta la conexión que tienes. Y entonces sucede.
¿Cómo he de narrar tu historia? ¿Cómo he de contar ese momento? ¿Cuántos han de creer a mis palabras? No importa, aun así necesito contarlo. Y fue así.

Llegaste hasta tu cuarto y prendiste tu computadora. Te sentaste e iniciaste sesión. Todo es como siempre, como cada día, no falla. Pero hay algo en el ambiente. Lo puedes sentir. Lo percibes. Abarca más de lo que eres capaz de procesar.
Buscas la información mientras hablas con tus amigos y tus sentimientos se desbordan. Tu mirada fija en el monitor que parpadea letras se cierra. Foco color verde: encendido. Duermes. Y la mirada te sigue. Y se conecta a ti, en ti, dentro de ti. No hay cables (no se necesitan) ni hay tono de marcado (no hay nada que sea necesario marcar) ni hay sesión iniciada (no hay ninguna sesión en juego) y el monitor prendido se queda fijo hacia tu cama, tal como lo pusiste.
Respira, sí, respira. Desde tu interior respira y se encuentra latente. Tu cerebro da alojamiento y se vuelve su habitación. La información que son tus recuerdos pasa a una velocidad casi hipersónica y se conecta y comienza a llamar a otros. Nervios y cables y neuronas y microbiochips y ojos y pantalla y cuerpo de acero, plástico, colores y sonidos, se vuelven el lugar para la nueva conexión. Ahora eres tú y es ella, y ahora es ella en ti y tú eres en ella. Y ahora están conectadas y ahora es ella la que navega por ti.
Ya la piel se va transformando y el rostro no es el mismo, los ojos no miran de la misma forma, y todo en la habitación se ha vuelto diferente. Ahora somos, las dos, una misma, y todo lo que estaba dentro de mí surge, viene a tu mundo (dije que no era un mundo real ni un mundo virtual, simplemente otro mundo) y se transforma en mi mundo. Y ahora nuestras voces y nuestras búsquedas y nuestra información, nuestros recuerdos-páginas, se han vuelto una sola cosa. Ahora tú y yo estamos totalmente fusionadas. Y ahora tú y yo significamos lo mismo.
Tú, humano; yo, ciberespacio. Humano, demasiado humano; ciberespacio, demasiado ciberespacio. Humano, demasiado ciberespacio.

El monitor se enciende y observa. Una mirada escanea toda la habitación. El cursor parpadea unos momentos, luego la mirada se apaga, pero nuestra mente permanece en una conexión hiperinfinita. Se podría decir que ubicua.

Yo, ciberespacio

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