Postulado # 93 Babel que se extiende al infinito (primero)

La nueva estética no es la pintura ni la escultura, no es la profundidad de los tratados filosóficos y teológicos sobre la estética. Hoy es una nueva forma de pensamiento artístico. Lo que nos llena de fantasías, de capacidad de asombro, es una nueva forma de arte: La máquina que se une al cuerpo humano, formando una unidad indivisible. Y no deja de ser ficción que amenaza a la realidad. Si pensamos en Blade Runner, pasando por Akira, Ghost in the Shell, Appleseed, incluso Ciudad Gótica y Ciudad Virtual –Natural City-, la carne-máquina, el ciborg –organismo cibernético-, permanece como elemento de arte. Pero es en las ciudades donde el ciborg cobra vida, camina, piensa y siente. Serán estos dos últimos elementos los que más nos sorprenden al observar dichas películas. El ciborg, que también podemos llamar replicante, androide, humanoide, o tecno-humano, es la nueva forma de humanidad, que es la humanidad llevada hasta niveles inimaginables, porque el humano común se transforma, y realmente, aun cuando es de modo artificial, nace el superhombre posmoderno, aun cuando su piel es metálica. Al ser artificial le han puesto recuerdos, palabras, pensamientos, capacidades de hacer abstracción, incluso podríamos pensar que lo han manipulado para que llegue a desarrollar sentimientos. Pero todo en él es paradoja, porque no puede habitar un sentimiento en el tejido artificial de un robot, a menos que este robot tenga partes humanas, como el cerebro, que se mantendría con vida por medio de una tecnología muy avanzada, tal como vemos que sucede con Robocop. Entonces, el conocimiento que puede tener este personaje artificial le ha sido depositado, si es que ha sido construido y todo en él es tecnología, sin complementos humanos; pero si lo que estamos analizando viene siendo un ciborg, entonces, es muy probable que el conocimiento que tiene este otro personaje sea adquirido de dos formas: por un lado, son sus conocimientos como humano que fue, y que recordaba y pensaba por sí mismo, y por el otro lado, son conocimientos que se le han implantado, transformando todo su conocimiento y pensamiento en elementos de una máquina-humana, de lo que hemos llamado, el tecno-humano. El conocimiento, en un ser artificial, es producto de la tecnología. Son elementos “grabados” en la memoria del hombre-máquina, que muestran la compleja elaboración del conocimiento. ¿Cómo conoce un robot? ¿Conocer habla de un aprehender la información, o de, simplemente, llenar de información la memoria, el pensamiento? ¿Si el robot logra “reconocer” a una persona que previamente le fue cargada en su memoria, podríamos decir que está conociendo, realmente, a dicha persona? Son datos, pero pensar es algo mucho más complejo; es todo un proceso de asociación de ideas, de filtros en el pensamiento, de relación de datos, de subjetivaciones, de cuestionamientos existenciales y posibles respuestas a preguntas complejas, que como seres humanos, les hacemos a los otros, y a nosotros mismos. Con esta postura, lo que podríamos decir, tajantemente, es que el tecno-humano no conoce, sino que responde a la información que le han grabado en su memoria. Pero, ¿qué sucede si un robot llega a desarrollar la capacidad de pensar, de sentir, incluso de tener fe en un Dios?

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