ENSAYO: LAS PALABRAS SALVAJES

¿Qué se puede decir acerca de las palabras? ¿Incluso no suena a contradicción hablar de la palabra por el hecho de que necesitamos de palabras para hablar de las palabras? Las palabras "desentrañan" el alma misma de la palabra, y es como si un cerebro se autoexplorara, sacándose a sí mismo de su lugar: el cerebro se "autodesestraña" del cráneo para estudiarse. De esta forma, las palabras, para explicar a la palabra, deben "salirse del cráneo", deben ir al afuera de la palabra misma, pero es un afuera que tal parece un adentro de la palabra. Sacar, desentrañar, desgajar, nombres que se pueden usar para poder pensar la palabra.

¿Por qué hemos pensado en las palabras salvajes? ¿Qué tiene una palabra de salvaje? ¿Dónde hay violencia en el lenguaje? Hablamos de violencia y de salvajismo lingüístico en un sentido simbólico, ya que las palabras salvajes no están en el texto, no son las que se han fijado en el papel o en el blog, como en este caso, sino que surgen en la mente del que lee. De ahí que las palabras salvajes tengan relación con lo haroldbloomniano, "la agresión de la lectura y la transgresión de la escritura", con una malalectura y una malaescritura, e incluso, con un malpensamiento.

El "chiste" dice, "Jack el Destripador dijo, al preguntarle sobre varias mujeres que había matado y que agolpaba un buen número de cuestiones, "Vamos por partes"". Cuando hablamos de desentrañar el sentido del texto, el significado de las palabras, de aquello que se dice y de cómo se dice, ya estamos hablando de un "desgajar", de un "romper", "descoyuntar" parte del discurso para entender el discurso. Vamos por partes, como Jack, para "desestrañar" (sacar las entrañas del texto) y esto se vuelve una suerte de antropofagia lingüística, porque devoramos significados, palabras, conceptos, ideas, y estás, al momento de ser reguirgitadas, surgen como "partes" de aquel discurso que ya hemos devorado. Canibalismo lingüístico del que hacemos uso.

El discurso no es un texto cerrado, sino al contrario, es un texto abierto, una estructura textual abierta a los múltiples sentidos, y si pensamos en estas palabras salvajes, y en esta malalectura y malaescritura, la agresión y transgresión del que lee son para devorar el discurso, y lo que vemos son las palabras que sangran. No hay palabras sin sangre, aunque no es pensar en la palabra que entra con sangre, ya que es la sangre simbólica del lenguaje. No podemos aprender, ni aprehender, el discurso, si no lo llevamos al límite de su muerte, de su resurrección, si no lo devoramos, y es necesario desentrañarlos, sacarle las entrañas. Nuevamente, canibalismo discursivo.

De este modo, no existe palabra en nosotros que no forme parte de estas palabras salvajes. Las palabras salvajes devoran todo a su paso. No hay paz, no se busca la tranquilidad, es una guerra a muerte por entender esas palabras, por devorarnos sus entrañas, por comerlas para luego escupirlas, y otros a su vez devorarán nuestras palabras. Es como la infección, como una enfermedad mortal, como una cárcel donde, la palabra no está encerrada con nosotros, sino que nosotros estamos encerrados con ella. Nunca nos escaparemos de esta cárcel. La Torre de Babel estaba formada de palabras, palabras salvajes, palabras que se quebraron, que quebró Dios, y así, la sombra poderosa de Babel nos cubre, sus palabras salvajes, quebradas, aniquiladas, nos acompañan. Son estas palabras salvajes las que nos ayudan a crear y recrear el mundo de lo real, nuestro mundo.

La palabra, a diferencia del yo, permanece significando, muerta, desentrañada, devorada, salvajemente, pero el yo, ese pequeño yo, ese yo que soy yo y que proviene de la memoria, de que yo recuerde, al otro día, quién sigo siendo yo, no puede sobrevivir si muere, si es destrozado, si lo aniquilan.

La palabra permanece, pero el yo es demasiado frágil. ¿Quién habla cuando yo hablo? ¿El yo que soy yo, que habita en mí, o la palabra salvaje que conforma al yo?

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