ENSAYO: DECONSTRUCCIÓN DE "EN PAZ" DE AMADO NERVO

EN PAZ

Artifex vitae artifex sui

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.

... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Amado Nervo

Este poema, aunque ya es antiguo, muestra la búsqueda que algunos hombres han hecho: la búsqueda del propio ser para encontrar... (puntos suspensivos dado que el que encuentra sabe que ha encontrado lo que buscaba, aun cuando no lo pueda explicar; si lo explica tal vez aquello que buscaba no sea lo que contiene la explicación).

"Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida..."

Un hombre que ve su próxima desaparición. Un hombre que está por "partir". Un hombre que solamente le queda "bendecir a la Vida". "He aprendido a estar contento con todo; nada humano me es ajeno; todo, hoy, me es familiar, y nada me falta", serían otras posibles palabras que se pudieran pronunciar. La Vida jamás le dio nada que no le fuera necesario ni que le sobrara. Al final, queda el camino a seguir, simplemente serenos.

"porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino..."

La Vida no le ha dado más ni menos; lo que le ha dado es lo suficiente para existir. Pero no es conformarse a una simple existencia. Lo que vemos es una existencia auténtica (recordándo a Heidegger). En el "rudo camino", símbolo de una vida fatigada, activa, en constante agonía (agonía en el sentido de una fuerza extrema, una fuerza interior que conlleva una gran energía y voluntad conciente), él fue el "arquitecto de su propio destino". La Vida corresponde a la forma en que él la construyó; la Vida le dá aquello que él mismo buscó; la Vida no es otra cosa más que el resultado de su propio esfuerzo; la Vida, la suya propia, él mismo, es la invención de su propio ser. Por eso puede bendecir a la Vida, porque es el resultado de lo que él hizo: está reconciliado con la Vida, consigo mismo. Él es él, o sea, él es su Vida.

"que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas..."

Cuando "plantó rosales cosechó siempre rosas"; cuando hizo algo el resultado fue el efecto de eso que él hizo. Un hombre coherente, conciente de sí, sabe que el resultado es lo que surge de su propia acción. Su bendición a la Vida surge, nace, se produce, porque él sabe, es conciente, de que su propio esfuerzo hizo nacer, brotar, aquello que debía surgir. No puede haber árboles de manzanas que den peras. La miel de las cosas es porque puso miel sabrosa; la hiel de las cosas es porque puso hiel. Las amarguras y los dolores, las alegrías y las sonrisas, el golpe y la sangre, es producto de su propia acción.

"... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!"

Nada es eterno en este mundo; como diría Borges, las cosas durarán más allá de nuestra partida y ni siquiera sabrán que ya hemos partido. El nacimiento ya surge con la muerte a cuestas. La niñez se volverá vejez. "Mayo no es eterno". Moriremos y lo único que quedará será nuestro recuerdo; y después, el recuerdo se irá borrando en el tiempo.

"Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas..."

Los sufrimientos eran pasajeros, pero eran sufrimientos; las noches de sufrimiento (la noche sería el símbolo del alma que permanece oscura, que está perdida, que a veces sufre un infierno de oscuridad) eran largas y muy esperada la mañana de la redención. Pero nadie le dijo que sólo habría "noches buenas" (pareciera una paradoja, pero puede ser símbolo de un sfrimiento menos pesado); nadie le dijo que esta vida es sencilla, que cualquiera puede cargarla. Pero ante el dolor, agradece a la Vida que también haya noches serenas. ¡Grata sorpresa! Momento de alegría y de paz. La noche es calma y vendrá un bello día.

"Amé, fui amado, el sol acarició mi faz..."

También podríamos decir, "amé, viví, sentí, padecí, lloré, anhelé, busqué... me sentí vivo, supe que estaba vivo"; porque amar y ser amado es vivir, es saber que se es, porque se es en los otros, porque la existencia es con los otros, porque nuestra subjetividad se siente un poco acompañada, nuestras soledades están menos vacías. "El sol acarició mi faz", mi rostro vio la luz, la vida; cuando Sísifo, según lo que nos muestra Camus, volvió a este mundo y vio lo soleado y lo vivo que habitaba aquí, luchó por no volver al infierno. Aquí es un simple mortal que sabe su condición de mortal y sabe que no es eterno, que está por dar su último aliento y en el suspiro dejar la vida, pero vivió. El sol, la luz bañó su rostro. Un rostro ante el sol es un rostro de un hombre sincero, verdadero. El rostro está des-ocultado ante la vida y la luz le dá de frente. La virtud no es moralista en este caso, la virtud es aceptar su propia vida como acto de su propia invención, y está satisfecho.

"¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!"

Estas notas finales muestran todo el ser del hombre. No del que escribe el poema, sino del hombre ante la vida. Ahora su propio ser es el "más allá del bien y del mal" (Nietzsche); el "sí", afirmando la propia vida, la propia existencia (Nietzsche); es la creación de la propia vida como si fuese una obra de arte (Foucault); es la "serenidad" encontrada (Heidegger); es el "valor de vivir aunque sepa que va a morir" (Lacan).

La vida nada le debe a aquel que lo aceptó todo. No con resignación, de modo fatal, como si me hubieran cortado las manos, los pies y la cabeza; como dice Yerman, de García Lorca, "Yo he venido a estas cuatro paredes para no resignarme. Cuando tenga la cabeza atada con un pañuelo para que no se me abra la boca, y las manos bien amarradas dentro del ataúd, en esa hora me habré resignado...". Mientras se viva no habrá resignación, sino agonía, lucha, fuerza, un rudo camino del cual somos arquitectos. Pero al final lo que nos queda es la vida misma. Sin resignación, aceptar la vida.

Y entonces, renaceremos serenos, afirmados a la vida, como una obra de arte, más allá de todo, sin miedo a la muerte. La vida nada nos debe, estamos en paz. Ya puedo morir.

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