ENSAYO: LA PUNTUACIÓN TAL COMO LA IMAGINO

El mundo es infinito, e infinita también es la narración del mundo Claudio Magris

Todas las palabras (y los lenguajes) son artefactos Marshall McLuhan

El hombre ha llegado a ser… un dios con prótesis Sigmund Freud

Las palabras no son sino nombres de cosas… que cada uno llevara consigo las cosas que le sirven para expresar Jonathan Swift

En un sueño, una palabra significa el universo JL Borges

Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo L Wittgenstein


Toda escritura se completa con los signos de puntuación. Estos son los elementos que van a dar orden y estructura al texto, a nuestra escritura. Si escribimos como pensamos o como hablamos, los signos de puntuación van a mostrar cómo pensamos o hablamos porque reflejan nuestra respiración, los descansos que hacemos, los momentos en que necesitamos darle a la idea más fuerza o mantener el secreto. Incluso muestran la separación entre pensamientos o la suma de pensamientos, o los pensamientos dentro de los pensamientos. Los signos de puntuación son el reflejo de aquello que ocupa nuestra mente, es decir, las ideas que tenemos. Este pequeño ensayo no es teórico, sino que es a partir de la propia experiencia, de la forma en que se ha escrito durante todos estos años. Cuando decimos que no es teórico nos referimos a que no estamos pensando en ningún autor en específico, sin embargo, como sabemos, todos tenemos en la mente, estructurada ya dentro de nuestro saber, una serie de autores, de lecturas, de libros, de ideas acerca de cómo debemos escribir. Al decir que no es teórico, señalamos que hablaremos de la puntuación o de los signos de puntuación tal como los imaginamos, es decir, tal como los usamos.


La importancia de la puntuación


Imaginemos un texto sin puntuación, tratemos de leerlo y encontrar la coherencia entre sus palabras. Cuando no han marcado los signos de puntuación, descifrar el sentido, entender el mensaje, es un ejercicio de la imaginación del lector, un ejercicio de buena lectura. Pero debemos señalar que no todos los textos sin puntuación están mal escritos, ya que hay escritores que se han dedicado a “romper”, por llamarle de alguna forma, con las reglas de la puntuación para que su escritura tenga un cierto efecto sobre el lector. Para poder percibir este efecto al leer es necesario que el lector tenga cierta educación o formación literaria para que pueda entender qué está pasando en ese texto. Los textos que buscan tener este efecto sobre el lector son, por lo general, textos de corte literario. Recuerdo ahora mismo la escritura hebrea. Antes de que el hebreo fuese como hoy lo conocemos en los textos bíblicos, la escritura no estaba separada por puntos ni por espacios, sino que todo estaba de corrido. Con el paso del tiempo fueron inventadas las vocales dentro de su alfabeto y separados por espacios. El problema que se encontraba era: cómo entender lo escrito en hebreo; cómo saber de quién se hablaba cuando se encontraban nombres, ya que los nombres muchas veces significan cosas o acciones; cómo pensaban los lectores de los textos sagrados. En lo persona considero que la escritura hebrea, que llegó a formar lo que hoy conocemos como Biblia, tuvo un enriquecimiento cuando fue dividida en espacios y con vocales, y sobre todo, cuando, al ser traducida, fue separada en libros o epístolas, capítulos y versículos; digo enriquecimiento pensando en nosotros, que manejamos el español, sin embargo, no por eso estoy dejando fuera las demás lenguas, pero es ahora mismo el español el idioma que nos interesa, porque es en él donde he aprendido a escribir. Por todo esto es que pienso en la importancia de la puntuación para la coherencia del texto y la comprensión de nosotros. Un texto escrito sin puntuación nunca podrá dar a entender aquello para lo que fue escrito. Pensemos, ¿podríamos dar a entender que estamos escribiendo una pregunta si no usáramos los signos de interrogación? ¿Podríamos entender, sin los signos de exclamación, que lo que está sucediendo en el texto, dentro de algún relato, es la sorpresa del autor al hacer una observación, o es el grito desesperado de alguien que pide ayuda? Toda la escritura necesita de la puntuación: un poema para mostrar el sentimiento que se quiere manifestar; un ensayo filosófico para separar las ideas que necesita desarrollar; el índice para mostrar que lo que se lee es un discurso dividido en título y subtítulos, en páginas y número de páginas; las listas para poder señalar todo lo que un museo, o una máquina, o incluso el supermercado, tienen en su interior. Diríamos, pues, que los signos de puntuación son las pequeñas voces silenciosas que permiten que un texto hable al lector y este pueda entender la multisignificación que quiere construir el escritor.


El mundo lingüístico del mundo del texto y la puntuación


Ya que hemos hablado de la importancia de los signos de puntuación, ahora vamos a hablar de los mundos lingüísticos. Cuando hablamos de “mundo lingüístico”, aunque este concepto es tratado en algunos momentos por Gadamer, no nos referimos a lo que él ha explicado sino a la forma en que hemos concebido la escritura de los autores. Para nosotros “mundo lingüístico” hace referencia a la escritura de cualquier autor, diríamos que toda escritura es un mundo lingüístico, pero porque toda escritura, toda obra de autor ha sido elaborada de una infinidad de otros textos, de otros autores, y al interior de cada libro, de cada cuento, hay otros mundos lingüísticos, y así continuamos hasta ver que toda obra se ha formado, como el cuerpo humano, de células, y todo a su vez es formado de átomos, es decir, pensamos una obra como una gran estructura conformada por un número casi infinito de cosas. De esta concepción del texto es como hemos llegado a pensar en estructuras textuales y en generadores, pero no es este ensayo el que usaremos para explicar estas dos formas que utilizamos al momento de hablar de los textos, sin embargo, como ya hemos señalado, la importancia de la puntuación estriba en el hecho de que estos mundos lingüísticos se articulan unos con otros y se vuelven sistemas de escrituras coherentes. Pero además de pensar en “mundo lingüístico” a partir de que Gadamer usa la palabra, también pensamos en “mundo del texto” a partir de Ricoeur, pero una vez más, no usaremos la idea tal como él la usa, sino que es una herramienta teórica para continuar pensando. Y de aquí que pensemos que todo mundo lingüístico dentro del texto forma el mundo del texto. Ahora, cuando pensamos en esto, ¿en qué o en quién pensamos? Como sabemos, llega un momento que formamos nuestra estructura, por llamarle de algún modo, de autores base para pensar y a partir de ellos escribimos, pensamos, hablamos, e incluso, en los casos más complejos, soñamos. En este caso, los autores que constantemente están presentes, y que son la estructura de pensamiento del que esto escribe son los siguientes: a) Nietzsche, b) Foucault, c) Derrida, d) Lévinas, e) Monsiváis, f) Heidegger, g) Vattimo, h) Umberto Eco, i) Deleuze, j) Baudrillard, k) Borges, l) Karl Barth, m) Paul Tillich, n) Bultmann, ñ) Cortázar, o) Ricoeur, p) Gadamer, q) Cervantes, r) Harold Bloom, s) Gastón Bachelard, t) San Agustín, u) Juan Calvino, v) García Márquez, w) Walter Benjamin, x) Steiner, y) Barthes. Aunque no son todos los autores que he leído, y aunque no he leído a todos estos de forma completa, he formado, a partir de estos que ahora señalo, una forma de cartografía en cuanto a mi pensamiento. En todos ellos he encontrado diversas formas de pensar lo que llamo el mundo de lo real, que también es el mundo lingüístico. Cada uno de estos autores me ha influenciado de una u otra manera, en alguna cita, en alguna frase, en algún título, incluso en su forma de redactar, o sería mejor, en la forma de redactar de sus traductores. Pero en todo autor, cualquiera que sea su estilo de escritura, ya sea poesía, ensayo, novela, cuento, microcuento, crónica, o cualquier otra forma, la puntuación, los signos de puntuación están presentes. No podríamos imaginar una escritura ni la complejidad de estos mundos lingüísticos sin la puntuación. La puntuación es parte del rigor de la escritura, y toda escritura es rigurosa porque se marcan los signos de puntuación. Podemos pensar aun en el microcuento de Monterroso, El Dinosaurio, y la puntuación se encuentra ahí. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” Este microcuento ya es un mundo lingüístico en sí mismo, y se vuelve coherente al momento de escribir sobre él la coma. La coma nos permite entender qué está sucediendo, pero al mismo tiempo nos lleva a pensar en tantas posibilidades de análisis como sea posible: a) bien podría ser alguien que soñó un dinosaurio y este salió de su sueño al momento de despertar, entonces la persona, horrorizada, observa al dinosaurio que todavía estaba allí; b) bien podría ser un niño que ha recibido como regalo un juguete, un dinosaurio, y que teme que cuando duerma su hermano menor lo tome para jugar con él, pero cuán grande es la felicidad del niño que al despertar descubre que su juguete de dinosaurio continúa allí; c) bien puede hablarnos de un paleontólogo que ha encontrado un fósil de dinosaurio y que ha ido a dormir con el temor de que los huesos sean robados, pero al despertar su felicidad es completa al descubrir que el fósil continúa allí. Estos son ejemplos de posibles análisis al microcuento de Monterroso, de cómo la coma está colocada de un modo tan perfecto que nos permite pensar en muchas posibilidades para construir el mundo lingüístico antes de comenzar el cuento y al final del cuento, y cómo la coma permite que el final nos hable de un “allí” que es imposible de ubicar, un “allí” que es omnipresente, ubicuo, un “allí” que es cualquier “allí” y que puede reflejar, nuevamente, el mundo lingüístico que hemos formado: puede ser un allí infinito formado de a) mesas, b) sillas, c) bibliotecas, d) muebles, e) relojes, f) hojas, g) comida, h) libros, i) letras, j) anteojos, k) computadoras, l) periódicos, m) laberintos, n) espejos y todos los objetos que podamos soñar y decir y nombrar y señalar y mirar. Como diría Bárbara Jacobs, “El Abrelatascortázar se había mezclado con el Atornilladormonterroso, y la libertad que yo creía reconocer en Rayuela no era otra cosa que una literatura atornillada, como, de igual modo, las Fábulas de Monterroso, que me parecieron una literatura atornillada, lo eran, sí, pero sólo mientras uno no supiera que, antes de serlo, habían sido una literatura abrelatas” Como podemos observar, en las palabras de Jacobs, Monterroso puede ser todo un mundo lingüístico que abre y cierra el lenguaje, que lo inventa, que lo destruye, que lo lleva más allá de sí mismo, que lo atornilla, palabra a palabra, letra a letra, hacia sí mismo, lenguaje que significa porque lo construyen para significar, pero que en todo momento es la puntuación la que hace respirar al texto, al microcuento de Monterroso, y que nos lleva a pasar lista de aquello que conocemos, nombramos, pensamos, soñamos, meditamos. Ya lo hemos mostrado líneas arriba al hacer uso de las listas formadas por incisos. Diríamos, pues, que los signos de puntuación permitirán construir mundos lingüísticos infinitos, imposibles, ubicuos. Todo mundo lingüístico contiene signos de puntuación, porque estos últimos son los intersticios que entretejen a los primeros, e incluso los mundos lingüísticos que hemos soñado se nombran con coma, punto y coma, punto y seguido, punto final, dos puntos, entre paréntesis, entre corchetes, o puntos suspensivos…


Del uso imaginado de los signos de puntuación


Después de señalar lo anterior, que nos habla del mundo lingüístico de los autores y de cómo funciona a partir de la puntuación, señalaremos ahora el uso que nosotros damos a los signos de puntuación. Hay ciertos signos de puntuación que usamos más que otros, así como ciertas palabras forman nuestro vocabulario cotidiano, es decir, son parte de nuestras estructuras de lenguaje para comunicarnos. En este caso específico, durante todo el desarrollo de nuestro ensayo hemos utilizado ciertos signos. Vamos a explicar el uso que nosotros hacemos, sin el afán de agotar los signos de puntuación, sino señalando los más usuales al momento de escribir. Dividiremos el señalamos en dos: por un lado, los signos básicos, y por el otro, los signos complejos. a) Signos básicos: señalamos en este inciso a la coma, el punto y coma, el punto y seguido y el punto final. En este caso, lo explicaríamos de la siguiente forma: vemos el texto formado por estructuras y cada estructura se forma por bloques, es decir, cada texto, el texto completo, ya sea el ensayo, el libro, el cuento, es una estructura que en su interior contiene otras estructuras; cada párrafo, para nosotros, es una estructura formada por bloques, y cada bloque es la idea completa, pero esta idea, al explicarse, al escribirse, utilizará la coma para señalar partes específicas o permitir al lector “respirar” en la lectura. Cada “respiración” es la coma, y esta va ordenando el bloque de conocimiento, es decir, la idea explicada. Ahora, el punto y coma es un signo que nos permitirá separar cada bloque de conocimiento, pero esto no quiere decir que sea una nueva explicación, sino que es la continuación de la idea que se viene tratando, sin embargo, con una perspectiva más profunda o una variante de la misma idea. El punto y seguido es la unión de bloque con bloque que nos explica dos ideas acerca de la misma concepción filosófica, o se observa dos ideas que forman un mismo concepto. El punto final es el momento en que, dentro de la estructura textual, marca el momento en que se cambiará de idea, que se cortará la explicación que se viene desarrollando. Veamos un ejemplo de lo que decimos Los signos de puntuación permanecen como las partes que articulan un discurso, que le permiten coherencia para el lector; los signos de puntuación, pues, son las herramientas de trabajo del escritor en su relación con el lector. Sin embargo, estas herramientas deben ser trabajadas constantemente si se quieren llegar a usar de una forma totalmente comprensible. El escritor tiene los signos de puntuación para construir su mundo lingüístico, es decir, son los signos de puntuación el medio para pensar, decir, escribir, señalar, hablar, observar o ver el mundo de lo real. En este ejemplo hemos tratado de mostrar la explicación de los signos básicos. Todo el texto ha sido separado, para darle coherencia, por los diferentes signos de puntuación, e incluso el punto final y el siguiente párrafo se han mostrado. b) Signos complejos: en este caso, nosotros utilizamos los siguientes signos: los puntos suspensivos, el paréntesis, el corchete, los dos puntos y seguido, las comillas, y un signo especial que hemos utilizado constantemente al momento de escribir algún ensayo teológico o filosófico, es el tachado. Todos estos signos los hemos utilizado a partir de la perspectiva filosófica que hemos tratado de entender y practicar al momento de analizar los textos, que es la deconstrucción, tanto la de Derrida como la deconstrucción que se ha utilizado en el discurso educativo desde hace algún tiempo. La deconstrucción utiliza los signos de puntuación, y las letras mismas, como parte de su discurso, para explicar o analizar, para separar ideas, para adentrar pensamientos dentro de los pensamientos que se vienen desarrollando. Un ejemplo a esto son los grandes paréntesis que utiliza Derrida al momento de explicar una situación en el mundo, y hace una digresión para señalar algo diferente o complementario a lo que viene explicando. El mismo uso del paréntesis lo encontramos en las cartas del apóstol Pablo en el Nuevo Testamento. Pero hay ocasiones en que el paréntesis no es señalado gráficamente, y en este caso es necesario entender todo el texto y contextualizar cada parte del mismo para encontrar el momento preciso en que el paréntesis está siendo utilizado. Las comillas, como sabemos, se utilizan en las citas de autor, o para señalar alguna palabra especial. En este caso, nosotros hacemos uso de las comillas en algunos momentos y en otros las sustituimos por la letra cursiva, cuando señalamos alguna idea específica que el lector debe observar y pensar, o alguna palabra que queremos relativizar dentro de nuestro discurso. En el caso de los dos puntos y seguido, para nosotros, ha tomado la forma del inicio de alguna explicación, el comienzo de una lista, el paso a una cita de autor, etc. Los tres puntos que más hemos utilizado al momento de escribir, y que son los que dan el rasgo de complejidad a lo que desarrollamos, son los corchetes, los puntos suspensivos y el tachado del texto. Hemos aprendido a usar estos signos tanto en cuentos como en listas de cosas y al momento de explicar algo que queremos llevar más allá del pensamiento. Vamos a explicar cada uno. Los puntos suspensivos: hemos usado este signo al final de nuestros ensayos o cuentos para causar en el lector la sensación de lectura o metalectura, es decir, de una lectura más allá de lo que se ha escrito. También al momento de que queremos causar el efecto, en algún cuento, de que la situación que se vive es, o infinita o imposible de explicar. Tratamos de darle continuidad al texto fuera del texto, es decir, que el texto continúe hablando aun cuando ya se haya terminado, o “terminado”. Los puntos suspensivos te permiten dejar abiertas las posibilidades para el cuento y para el lector, y para el ensayo bien se puede señalar que el análisis continúa más allá de lo ya escrito. Podríamos decir que los puntos suspensivos son el signo, para nosotros, de la continuidad, de la imposibilidad de cerrar el relato o el análisis. Los corchetes: esta forma de paréntesis nos ha sido útil en todo momento que hemos tratado de explicar un pensamiento dentro de otro pensamiento, pero tratando de hacer más fuerte la explicación entre corchetes. Otra forma en que hemos trabajado con ellos ha sido a partir de la concepción de Dios, es decir, esto tiene un sentido teológico y filosófico completamente, y es que en algunos momentos, en ciertos ensayos, hemos tratado de escribir acerca de la imposibilidad de explicar o hablar de Dios, partiendo de “desaparecer” su nombre o la palabra Dios, así que hemos sustituido el nombre “Dios” por los corchetes. Un ejemplo a esto sería, en el momento en que decimos “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, sustituiríamos la palabra “Dios” por los corchetes, y quedaría como sigue, “En el principio creó [ ] los cielos y la tierra”. ¿Qué queremos dar a entender con esta sustitución y uso de los corchetes? Simplemente la forma de “desvanecer” un nombre que trata de encerrar algo imposible de conceptualizar o pensar, y en este caso específico a Dios: el nombre o palabra Dios se desvanece para dar paso a la imposibilidad de utilizar el lenguaje, y los corchetes se vuelven las “huellas”, diría Lévinas, que nos permiten entender el no-lugar donde Dios [no] se encuentra. El tachado de la palabra: en este caso, el tachado lo utilizamos de un modo similar a los corchetes. Sin embargo, el tachado de las palabras lo hemos tomado de Heidegger, sobre todo de la explicación de tachar en cruz la palabra Ser, y en este caso, nosotros tomamos el tachado lineal. Volvamos al ejemplo de Dios: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, entonces sustituimos y decimos, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, o “En el principio creó [ ] los cielos y la tierra”. Veamos lo que nos dice Heidegger al respecto, “De acuerdo con esto la previsión pensante en este ámbito sólo puede aún escribir el “Ser” de la manera siguiente: el Ser. La tachadura en forma de (cruz dice el texto, pero nosotros usamos la tachadura de la línea en medio) sólo proviene de modo inmediato, a saber, del hábito casi inextirpable de representar “el Ser” como un enfrente que existe por sí mismo, y que entonces sólo a veces sale al encuentro de los hombres” Como vemos en este párrafo de Heidegger, lo que se quiere explicar es que, aquella palabra que se tacha, ya sea en cruz o en línea media, quiere, al mismo tiempo que desvanecerse, hacerse más visible, sin embargo, la palabra permanece en un “no-estar” estando, en un mostrar al mismo tiempo que ocultando en la manifestación. Por eso en los corchetes, y también en la tachadura, hablamos de huella, y esto lo tomamos de Lévinas cuando señala el encuentro entre Dios y Moisés y como este último pide ver el rostro de Dios y Dios simplemente le dice, “Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro” (Éxodo 33:23) .


Conclusión


Con la conclusión se pretende concluir un texto, decir que se ha dicho todo lo que se tenía que decir, que se ha llegado al final de lo que se ha pensado hasta aquí. La conclusión es lo más falso que puede existir, porque nada concluye nunca. Siempre todo está por ser dicho y nunca acabamos de decir las cosas. Sin embargo, pensemos de forma común, y pensemos que la conclusión es una forma común de hablar al momento de hablar en un discurso. De este modo, la conclusión mismo, o al menos la palabra “conclusión” se vuelve un signo de puntuación, porque representa el punto final del discurso, sin embargo, a partir del uso que le damos a los signos, la puntuación que se podría aplicar a la conclusión es, o los corchetes o la tachadura, más aun, los puntos suspensivos, porque un trabajo no se detiene concluyendo, al contrario, un trabajo, en su interior, tiene muchas líneas de pensamiento que pueden ser tratadas, incluso estructuras textuales que pueden ser entendidas de forma separada. Un texto continúa hablando aun cuando ya se haya concluido. De este modo diríamos que los signos de puntuación, tal como los imaginamos, tal como los usamos, son signos de la continuidad del texto, de la clausura del final, de la imposibilidad de concluir un texto. Tal como señalaría Derrida, un texto siempre estará en constante inauguración, porque inaugurar es romper para reiniciar , y todo texto es un reinicio para seguir pensando. Los signos de puntuación son las “pequeñas” herramientas que permiten a nuestro pensamiento ordenarse, seguir pensando, entender el sentido del texto, contextualizar, entretejer ideas, entender conceptos, seguir escribiendo. Es casi una relación orgánica la que existe entre el ser del hombre, en su respiración, pensamiento, habla, su lenguaje, sus movimientos, su forma de ver, y los signos de puntuación, de ahí que permanezca esa dificultad para saber utilizarlos, porque, como señala Roberto Zavala Ruiz, al hablar de “la coma, ese ajolote ingobernable” , todo signo de puntuación es como el ajolote, que se mueve por todos lados, que nunca está fijo, que incluso se transforma en rana, así los signos, son esos “pequeños seres” del texto que, tal parece, tuvieran vida propia, a tal grado que permiten, entonces, que el texto continúe hablando aún más allá del silencio del lenguaje…


Víctor Marcos Hernández Pérez
Cuernavaca, Mor. 17 de abril de 2011

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