MICROFICCIÓN: REALIDADES PARALELAS

Jugaban cerca de aquel callejón que hacía más de veinte años se había convertido en el escenario del crimen que hizo a un niño perder a sus padres. Los niños corrían y pateaban un bote sin saber que sobre ese lugar los dos cuerpos fueron observados por el niño aquel que, después de dicho suceso, había sido cuidado hasta la adolescencia por su viejo tío, que se había quedado a cargo de la casa en calidad de Mayordomo. Cada año el niño, ahora ya adulto, volvía a poner una rosa en el lugar de los hechos. Cada año prometía, en ese lugar, que ningún niño sufriría lo que él sufrió. Era como renovar sus votos. Y esa tarde observó a los niños correr por todo el callejón y recordó que así había corrido durante toda su niñez y parte de su adolescencia, por las calles de la Ciudad, jugando a volverse un justiciero, soñando con ser un personaje misterioso, siempre con una imaginación infectada de las ideas leídas en los cómics. Luego de dejar la rosa comenzó a caminar hacia el auto donde lo esperaba su tío, entonces vio que los niños eran abordados por un hombre extraño, con una sonrisa maliciosa. Observó el momento en que aquel hombre sacaba su pistola y apuntaba a uno de los menores, luego observó que la detonación era seguida de la caída del cuerpo infantil. El hombre lo miró, le sonrió y lo saludó como si fueran viejos conocidos, y se alejó; él simplemente cerró los ojos y escuchó la voz de su tío: "Nada habrías podido hacer". Se recriminó en silencio haber permitido el asesinato que acababa de presenciar. Ya en el auto, tomó uno de los cómics y acarició la portada, entristecido completamente, y comentó en voz alta: "Si tan sólo fuera Batman, ¿no crees tío Alfred?" "Sí Bruce, si tan sólo, pero no lo eres. Ya haces demasiado por los niños de la calle con tus donaciones"

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